Sintió una rabia que bordeó la locura cuando dictaminaron la sentencia, le habían duplicado la pensión para el pequeño Timmy. Azuzó su acaloramiento exhalando bocanadas de furor, maldijo su puta suerte, si no conseguía hacer efectivo los depósitos durante el próximo trimestre le aguardaba la muerte en el exilio penitenciario, la mutación en hombre alimaña, lacra odiosa y lacerada, Entonces recapacitó, a lo mejor con un poco de esfuerzo lograría evitar aquéllo, tal vez si solo respiraba un poco y aceptaba la situación tal y como llegó; pero estaba eso, la enfermedad complaciente, el demonio tras las sombras, la latencia en las rendijas, el sonido del veneno, la muerte en bufanda; ¿acaso podría ignorarla? Y sin embargo el pequeño Timmy era maravilloso, a sus cortos tres años comprendía el mundo mejor que cualquiera de sus ascendientes, y lo mejor es que podía expresar sus pensamientos con tal claridad que daba miedo estar frente a él oyéndole; entonces se preguntó si acaso ese esfuerzo duplicado a la fuerza valdría la pena, era obvio que sí, ese pequeño genio lo merecía, eso y más, incluso que se volaran los sesos en su honor, o vendieran sus riñones solo por verlo sonreír. Sería amor, sería respeto, sería misión, cuál sería.
La tarde caía, los besos del pequeño Timmy aunados al furor de sus abrazos consolaron la rabia devenida de la sentencia; caminaría ahora rumbo a casa, o antes al bar, o antes a la mierda; es decir, a llorar desconsoladamente la maldita y puta suerte del que arruinó su juventud complaciéndose con puro balazo al cerebro y ahora esto, la nada total y desconcertante, y la necesidad del todo para rematar la crisis. Se sentó en un parque solitario, esta vez sin nada por qué temer en los bolsillos o la cabeza, así nada más, en silencio y frío, aguardando a dios o la muerte en forma de noche oscura y sin estrellas, llorando quedito, suavemente dejando deslizar cada lágrima rumbo a los adoquines, recordando con emoción épocas en las que había un modo de solucionar las cosas, tarareando canciones viejas con pasión..., pero nada de eso volvería, eso era irrefutable.
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