domingo, 17 de abril de 2011

Hello Kitty, and good bye!

Cansado de gritar su nombre en silencio, cansado de pensar en primera persona, se detiene a reflexionar sobre las actividades que hasta entonces consideraba sensatas y útiles, nada era relevante, todo un camino desperdiciado, un rastro tan fugaz como la estela gaseosa del aliento...

Muy a pesar de aquello aún brillaba en sus recuerdos la cálidez de sus besos y la hermosura de sus manos, pero ya no podía insistir en volver a soñarla, pues le había advertido, si deseas amarme, me dejarás ir, así tiene que ser, que porqué?, por nada, solo que así soy, es mi naturaleza, aceptas?, está bien había dicho.


A dos días del quiebre, emergían de él los sentimientos clásicos de nostalgia y extrema necesidad de volver a verla, y hasta fue capaz de acercarse a su guarida, para quién sabe verla y alimentarse con un poco de ella para así, sobrevivir un poco más...Pero como nada sucedió, ni en el transcurso, ni después, reparó en los trescientos metros del Golen Gate y sintió cómo algunos dejaban poseerse por ese extraño hechizo de que todo está perdido y a punto de estallar.


Alucinando sobre cómo sería si volviera a tenerla cerca, camianba hacia casa, lentamente, disfrutando el aire negro de la noche, a través de rostros y figuras difusas que raramente podrían a él interesarle, aletagándose más y más entre las espesas aguas ed ese torbellino que era dejar de improviso a alguien amado....


Sin embargo a ella le importaba tanto como a los jesuitas los ritos de iniciación Junkie, y meditaba cada vez más seria sobre sí a este tipo no le interesaba más, no porque así quisiera, sino solamente porque comprometía a su ego, y ella, razón de jactancia, nadie la dejaba así nomás....


Pero él la dejaría, y ella consideraría que algunos si podían dejarla tan rápido que no podría pensar si quiera en los motivos o razones....y así sería siempre, ya que nunca lograron conocerse...........

domingo, 10 de abril de 2011

El Foso

El Foso



Casualmente había tenido la oportunidad de leer un cuento de Valdelomar que llevaba por título algo en latín, un par de días antes, el cual era peculiarmente similar a lo que ahora contemplaba extasiado, y no es que fuera muy fanático de leer cuentos o poesías y esas cosas harto fichadas de, ¿qué sí, te gusta eso?, pero de vez en cuando cogía alguno de los ejemplares que la mamá dejaba sobre la mesa de noche. Ah, y es que ella sí parecía disfrutar de introducirse en una historia, sumergirse en ella, delirar y soñar intensamente con cada elaborado nudo que pudiera presentársele en cada obra a la que se dedicaba, claro que haciéndolo durante casi cuarenta años, era de suponer que, la desde hace un lustro, abuela, era una completa profesional en el capture y mastique de la prosa y a veces del verso.


En el cuento eran los personajes calavera y huesos, en este caso en cambio aún exhibían trozos pequeños de carne reseca, pero en zonas como las de los ojos, era notable la ausencia de músculos y piel, dando una impresión tanta a quien lo observase, que de hecho pensaría: miren qué cavidades, le comieron los ojos o qué. También el desconcierto que experimenta uno de los personajes al asimilar su actual condición, es decir, de muerto, es claramente opuesta al de este caso, pues en ellos se percibía claramente la plena consciencia de que estaban acabados y que se podrían mientras sus organismos de alguna manera se resistían a caer putrefactos de inmediato, y notó para su sorpresa mayor que algunos reptaban entre dolorosos sollozos las zonas de penumbra del claustro, que más oscuras y siniestras lucían, pero le fue difícil determinar si en verdad se trataba de seres humanos, o si por otra, los restos de alguno, como por ejemplo, un tórax con una cabeza enorme, en movimiento lento y pausado, teniendo como eje a las vísceras y lo que resta de la columna vertebral de uno normal, u otro que guarecido en el triple ángulo del rincón más inaccesible en alguna de las habitaciones que parecían integrar un número exorbitante, chapaleara entre lo expelido por un agujero entre la boca y la laringe, mezclado con lo que el ano se le resistía contundentemente a seguir tolerando en el organismo, no teniendo aspecto humano, sino más bien de una bola de carne muerta, hinchada y amoratada, llena de larvas de moscas y hediendo fecalmente.


Ambas composiciones, a pesar de su curiosa similitud en el motivo, se diferenciaban notablemente. En el texto se hablaba a quemarropa acerca del destino del hombre y su vigencia irrelevante en la vida, cíclica; básicamente sobre el conflicto existencial de siempre, y en cambio para Ellos los temas de charla oscilaban entre el lugar de procedencia de cada uno, sus reminiscencias más probables y hasta las inconcebibles, o en algunos casos, imposibles, por ejemplo que durante algunos años un suceso extraño vaticinaba su actual miseria, se trataba de una misma rata que cada día asomaba por una de las grietas de la tubería en la cocina, a la que ninguno logró más que ahuyentarla hasta su religiosa asistencia y husmeo la tarde siguiente. También sobre sus familias, lo muy buenas que estaban, una mejor que la otra, según tuvieran la oportunidad de intervenir, o lo más dramático, el tema de la madre perdida o la que aún en vida sufría por causa de ellos, y lloraban, gemían, empinaban el codo, resoplaban, echaban un vistazo a su alrededor, siempre con la misma resignación de siempre, de quedarse hasta la pérdida completa de la percepción de la realidad, de la luz o de la sombra, del frío o el calor, del hambre o la satisfacción de estar lleno, del odio o el amor, y hasta habían oportunidades en las que de pronto a alguno se le llenaba la sangre de ira y rabia que destilaba por la boca, con palabras navaja, o en casos un tanto menos recurrentes, agresiones físicas, o al menos intentos de agresiones con las minúsculas fuerzas que les quedaban, que no eran suficientes para siquiera ponerse de pie y mantenerse erguido unos minutos.


Así, luego de haberse detenido unos instantes en el umbral de aquél lugar decidió ingresar, tomar asiento en algún rincón para seguir meditando y presenciando aquello; de inmediato se le acercaron como mendigos un puñado de ellos, logró echarlos y evadirlos con solo acelerar el paso, dirigiéndose hacia el tendero, quien tras una mole de objetos vetustos, obstinado fregaba sus calcetines agujereados y hechos jirones, con el propósito quizá de cuanto antes dejar ese lugar para salir a respirar un poco, hola le dijo, qué tienes para ofrecerme, estoy de paso y bueno, di con el bar.


No obtuvo respuesta, solo la revelación tras una delgada capa de pelusa gris en el rostro, de una mirada calcinada y refulgente de un carmesí intenso, como si un gran chorro de sangre golpeara detrás del cráneo, insistiendo en estallar con todo y globo ocular. Para de inmediato arrojarle el envase púrpura de un licor viscoso y turbulento en la cara, y exigiéndole raudo a cambio una moneda de poca importancia.


Y se disponía a beber, pero nada más de asomar las fosas al borde para sentir el ácido corrosivo que emanaba por aquél lugar para darse cuenta primero, que de atreverse a beber estarían tan sentenciado como el resto de seres que estaban ahí, y segundo, que el lugar entero iniciaba una mutante transformación, las paredes adquirían vida y de entre su superficie extremidades y rostros grotescos luchaban por liberarse, y los espectros que momentos antes pululaban a la luz de la luna que se colaba por ciertas rendijas, ahora no estaban, se habían marchado todos. Le pareció sumamente extraño ya que al verlos le pareció que estuvieron allí desde siempre, como los insectos bajo un dolmen, sin la consciencia de que hubiera vida más allá de su reino entre lo pétreo y la húmeda tierra. Pero ya no estaban, ni uno solo, y tras de sí solo quedaban sus fluidos estomacales, esputo y restos de uñas y cabellos impregnados en los muros, de cuando se ensañaban furiosamente contra la imposibilidad de derribar tal infraestructura. Lo dejaron solo, abandonado, pensó.


Supo entonces que jamás habían estado aquellos, o que si estuvieron fue hace tanto que solo entre el polvo estaban los vestigios de sus pasos, y sintiendo que todo se reintegraba en su memoria como los pedazos de un espejo hecho trizas y que ahora se recomponía dejando a la vista el verdadero rostro suyo, y como en el Extraño lovecraftiano, descubrió que la abominación se trataba única y exclusivamente de él, y contrario a la lógica, no sintió congoja o desazón alguna por este descubrimiento, sino que solamente suspiró larga y profundamente hasta quedar vacío por dentro y desvanecerse aletargándose en simultáneo hacia desconocidos y oscuros mundos en los que dejaba por instantes su real condición para ser por ejemplo un curioso entrando a la boca del Foso, donde las almas atormentadas gruñían dolorosamente, pronunciando su nombre una y otra vez, diciendo, ven, vuelve, estamos solos sin ti.