viernes, 24 de septiembre de 2010

Vórtices Oníricos


Por: Krandog Grenhas

La noción de los sueños como simple estado de reposo uniforme de un organismo y nada más, se torna insuficiente desde que se descuida el aspecto psíquico del mismo; quiero decir, y esto que quede grabado en fuego, que no porque en apariencia un cuerpo repose durante un periodo considerable de tiempo, significa que realmente esté ahí, al menos no mentalmente, claro está. Asumiendo el sentido de realidad como entorno físico perceptible y supeditado a la capacidad limitada de los sentidos, considero innegable la posibilidad de existencia de realidades más allá de la percepción, realidades simultáneas y distribuidas en un tiempo y espacio tan extenso como el universo mismo. 
Pues bien, preparado el terreno podemos edificar. Se trata del entorno perceptible durante el sueño, de los elementos físicos que componen los escenarios en los que se desarrollan, de las posibilidades, de los personajes, situaciones y circunstancias; de asumir que todo aquél acuoso y olvidadizo mundo, existe, independientemente de la que formamos parte durante los estados insomnes. Ahora bien, mi postura queda justificada debido a los estrechos límites en que están encerradas las facultades intelectuales del hombre; aún cuando se desarrollan a pasos agigantados, y porque creo en la existencia de realidades que a pesar de estar ahí muy presentes, -como el caso del sueño- se escapan a nuestra voluntad de aceptarlas como tal, tan reales, y es que es como cerrar los ojos para ocultarse de alguien, o hacer vista gorda y tratar de explicar lo incomprensible, como si la aplicación de la razón funcionara más allá de nuestras limitaciones como especie. 
Entonces, una vez levantados los muros y columnas, nos toca hacer la techumbre. El ingreso al mundo de los sueños puede parecer la actividad más simple de mundo, ya que se realiza casi involuntariamente, pero cabe preguntar, ¿uno siente con precisión el momento exacto de transferencia de realidades?, ¿verdad que no? Cuando menos se espera ya se está dormido y actuando e interrelacionando con aquél mundo. Sin embargo, si agudizamos enormemente la atención, podremos –no todos obviamente- ser testigos del momento exacto en el que atravesamos el umbral o demarcación limítrofe entre una y otra realidad. Me refiero a los Vórtices Oníricos. Éstos son una versión de los patentados agujeros negros de Hawking, es decir, son pasajes o portales en forma de remolinos vertiginosos que absorben la percepción total del sujeto para transportarlo a la realidad onírica. A veces se presenta en forma de una puerta con la cerradura girando a velocidades imposibles, y es cuando asoma la desesperación de tratar de introducir la llave que la abrirá, otras en cambio son como abismos magnéticos que irrevocablemente tiran de uno hasta sumergirlo en el sueño, en fin, variaciones de forma.
Durante la existencia del sujeto en esta realidad, alterna con la otra gracias al sueño, pero una vez muerto el organismo, se transfiere la capacidad de percepción y existencia de los seres a otras formas de realidades, manteniéndose la alternancia con otras. En una sucesión quiméricamente eterna.