sábado, 31 de diciembre de 2011

Convivencia

Solía delirar mientras dormía, emitía unos débiles sonidos como de alguien que gime delicadamente a causa de placer o de un dolor apacible, ligero; suponía que era eso, pues los muros y compartimentos que nos dividían debían de ser muy gruesos como para reducir el ruido de gritos - en caso de que lo fueran- a eso que percibía como gemidos.


Ni modo, recababa de esta forma en su presencia; en cambio me enteraba que llevaba días ausente cuando conteniendo la respiración, trataba de hallarlo entre el barullo de mis pensamientos, que por lo general engullían mi atención desmesuradamente hasta el punto de no saber dónde estaba, ni desde cuándo.


Llevábamos algo de ocho años en esta convivencia, y desde finales del primero, cortamos palitos, dejamos de relacionarnos como hasta entonces lo fuimos haciendo, es decir, desde la época en que la señora Olga entró a nuestras vidas hasta que dejó de respirar.


No puedo precisar qué fue exactamente lo que pasó para que la situación mude de una afectuosa y cálida relación de colegas que comparten los mismos espacios, la misma mujer, los mismos platos, vicios y a veces hasta la misma ropa, a esto que ahora vivimos: somos como dos extrañas ratas de distinta especie conviviendo en la misma alcantarilla, uno a la expectativa del

otro, sintiéndose amenazado, imposibilitados de verse, pues ambos somos ciegos, y desde aquel entonces, de hablarse, ya que a partir del quiebre, toda la ilusa confraternidad que fuimos construyendo se vino abajo, como muro demolido por un feroz martillo gigantesco. Pareciera que lo único que nos unía fue la viva Olga, pero ella muerta y sus pedazos regados por cada rincón de la casa, ya no era lo mismo, digamos que ella era la lengua y cerebro que ambos compartíamos para relacionarnos verbal y psíquicamente; pero claro, tuvo que suceder además aquello.


Jamás hubiera imaginado que desde pequeño, aun cuando mis pasos los daba en cuatro patas, pudiera ser él quien caminando en dos, se jactase de su condición, reduciendo la mía a la categoría de mascota u especie ornamental, lo cierto es que en su arrebato de rabia contra mí, lo dijo tal y como lo escribo, "cuando caminabas solía pisar tus manos y embadurnarte la cara con los mangos que comíamos en la cama junto a Olga", obviamente no le creí, pero luego, al no poder hallar en mis archivos algo que confronte tal versión, empecé a creer en la posibilidad de que así fuera, y entonces me sentí humillado, no tanto por sus acciones, sino porque estando Olga presente pudiera haberse dado eso que dijo, y siendo así, no podía haber otra cosa que un complot de esos dos contra uno, quizá habían hallado en mí, un medio de supervivencia al margen de mi integridad, dignidad o qué se yo, lo cierto es que cuando ya algo crecido, realizaba mis labores en los mercados, reciclando vísceras y pellejos de puercos para el material artístico de ella, nunca hubiera imaginado que no empecé así, sino peor, succionando jugos orgánicos de cualquiera de ellos, y eso sí me repugnó al punto de hacer que desaparezca para mí, todo vestigio de sus existencia, lo digo por él básicamente, ya que Olga, para bien o mal, más para mal, ya no estaba, su mente no soportó tanta confusión e inacción en torno a su misión como artista, terminando colgada en el patio hace casi una década, con la lengua fuera y los pantis mojados en ámbar orina putrefacta de cinco días que llevaba balanceándose al compás de la brisa marina que llegaba hasta el recinto.


Yo se lo dije, vil haragán y despreciable inútil, qué hizo con Olga todos esos años que se la pasaban comiendo mangos y embadurnándome la cara, disfrutando de mis alaridos por los pisotones de mano, acaso produjeron algo?, nada, y él lo sabía, y algo compungido bajaba la cabeza, no sé si para aseverar mi acusación o para detestar que se lo diga, pero notaba que tampoco le importaba gran cosa, porque según me contestó, él sí afirmaba su arte de esa forma, había nacido para enjugar lam cara de seres como yo con mango, y pisarles la mano, lo mejor que pudiera y hasta cuando fuera necesario, y mírate, me dijo, gracias a mí puedes por lo menos expresarte, crees que de no haber afinado tu garganta a base de pisotones, hubiera podido siquiera decir hola? No sé qué tan cierto sea aquello, pero nunca creí que gracias a él pudiera ser de alguna forma, quien soy; pero lo dijo, y he ahí su agravio, porque no pude contenerme y lo reduje a golpes de mandíbula hasta dejarlo sumido entre los trapos que componían su rincón en la casa. Desde entonces morimos uno para el otro.


Ocupamos la casa de manera que jamás podamos toparnos, ni siquiera por coincidencia, y no es que ocupemos una mansión, solo que sistematizamos nuestro repudio, realizamos nuestras actividades al margen de lo que otro pueda pensar o sentir, por cierto, odio que se pase días sin estar, y es que aprendí a sentirme acompañado, no importa por quién, solo sentir que hay otra alma junto a uno, y sé que él detesta mi mórbido silencio en el que me gusta sumirme pasada la medianoche, pero yo me pregunto, a quién en su sano juicio podría incomodarle el silencio absoluto.


Bueno, acaba de llegar, se oyen sus sordos pasos arrastrándose por el descansillo que conduce a su habitación, mejor me largo a pegar los ojos para mañana buscar algo de comida.


Demonios, creo que viene, no puede ser él, pero qué rayos, es él, qué se propone, hostigarme, lo mataré si es preciso, con este puñal no se pasará de lo permitido. Ey, detente, qué pretendes?, deja de acercarte, que traes sujeta a la panza, deja de hacerte el gracioso, sabes que tú y yo nada tenemos que hablar, aléjate, te lo advierto, oye , es en serio, pero...


Al ver si rostro a la luz de mis velas, comprobé que vino por ayuda, al parecer lo hirieron en alguna gresca, y bueno, terminé rematándolo, ni modo, quizá solo así di por finalizada mi verdadera venganza, aunque me es imposible sacar su cuerpo del lugar donde cayó, lo es porque odio la soledad total, y saben, no es tan malo tener un cadáver cerca, porque al menos de cuando en nunca, creo oír que respira afanosamente y hasta gime estertóreamente, y eso me da paz, tranquilidad de saber que no estoy tan solo.


domingo, 4 de diciembre de 2011

REFLEXIÓN 01


Sucede que la existencia se reduce en ciertoS momentos de la vida, a pequeños atisbos de vitalidad en los cuales algunos reiteran su vocacìón de jodidas pestes, perdiendo lo que queda de dignidad. Tengo que detenerme acá para reflexionar sobre lo último, dignidad; me pregunto incluso ahora mismo si aquello existe, o si por el contrario es una más de las vanas ideas que tratan de someterme a un sistema de organización que me muestra a cada instante lo ajena que me es.

Automáticamente redacto esta proliferación de palabritas, porque ya perdí la vieja herencia de nuestros ancestros de recurrir al papel; acaso la luz artificial de este aparato llegó a reeemplazar para siempre a las clásicas velas o fulgor característo del papel blanco?

Bien, volviendo al asunto, perdida la dignidad, los valores de autonomía, el autocontrol, las espectativas -casi todas-, los prejuicios, sentimientos, adficiones y hasta en gran medida la inteligencia, o en todo caso, la actitud inteligente hacia las cosas de la vida; se está ya muerto?

Llevarlo todo al extremo, al borde del precipicio, y dejarlo ahí, a su suerte, dejarlo todo, a todos, se me antoja  sumamente atractivo, de modo que siempre lo hago. Y es por eso que concibo el plan maestro de seguir haciéndolo, ya no de manera aficionada, sino hasta la extinción, suicidio?, espero que no, no conseguiría realizarme del todo en el plano degenerativo de optar por ello, sino que sera como la prueba de resistencia de un humano corriente al flagelo dulce y tierno de la satisfacción de sus más oscuros deseos, heredados, forjados, superados, quién sabe....