miércoles, 23 de junio de 2010

PRISIONERO DE LA SOMBRA

                                           

Ahora que lo pienso, la tengo conmigo quince días en total. Me gusta oír sus tiernos sollozos, a veces creo que ella también me ama, pero también he pensado en que a lo mejor sea solo yo el enamorado, lo cierto es que estoy convencido que detrás de esos gemidos y llantos ella trata de decirme que no sabe cómo expresar su amor, claro, es que es tan pequeña que no tuvo oportunidad de adquirir experiencia, pero como le dije, yo le enseñaría, y así es, aunque claro, en ocasiones se muestra reacia a colaborar y por más que me duela es necesario hacerla entender de cualquier manera que así tiene que vivir una pareja, en las buenas y en las malas, aunque nos pese, o bueno, aunque le pese. Hoy no ha sido un buen día para ambos, tuve que optar por la cuerda otra vez para protegerla en mi ausencia; salí apresurado recordando…
Sucedió cuando mejoraba mi alcance, ocho cuadras diría yo. Siempre consideraron –mi familia, la gente que conocí y que sigo conociendo- que lo que hacía no tenía sentido; ponerme a saltar en la acera de una avenida principal para así visualizar lo más lejos que pudiera, -pero visualizar qué, me decían y me dicen, -no lo sé, les respondía y respondo, quizá a alguien que también esté buscándome de esa manera, porque como saben las almas gemelas se encuentran cuando confluyen en sentidos contrarios; ella me vería quizá cayendo, y yo saltando, era lo justo y necesario. En fin, fue en uno de esos saltos precipitados que daba, que la pude ver, salía de una casucha, de esas de adobe que son como ancianas con pollera en las modernas avenidas, era de piel canela y con los cabellos rizados y sueltos, de sensuales movimientos, qué caída, era como para colgarse de ellos y dejarse llevar; se le veía en proceso de llenar carnes a su femenina figura, todo esto lo percibí mientras caía al piso; serían tres segundos a lo mucho; vi que ella justamente saltaba la verja de su vivienda, por eso cruzamos miradas, bueno eso creo, lo importante es que ya la había visto, no quedaba sino dirigirme a su encuentro, había que caminar rápidamente.
La hallé sentada al borde de la vereda, cabizbaja y jugueteando con una pajilla, tiraba de un lado a otro a una pequeña hormiga, ésta trataba de huir pero otra vez la pajilla y la mano que la mecía; su rostro estaba semicubierto por su hermosa cabellera, no se percató ni siquiera de mi presencia, pero pude distinguir una mueca que parecía una sonrisa maliciosa, supuse que sería por la hormiga, aunque he pensado en que también pudo haber sido por mí. Yo solía ser normal, al menos físicamente, pero como que algo había cambiado en mí, la gente me veía de distinta manera, se alejaba, sí ,eso era, trataban de mantenerme al margen, al principio no me importaba, pero luego, cuando nadie respondía a mis preguntas, ni siquiera por cortesía, decidí saber qué es lo que pasaba, me acerqué a un estanque y contemplé mi imagen, estaba demacrado de sobremanera, los años y las noches incapaces de darme sueño habían calado en mí, mis carnes se habían adherido a la calavera dándome un aspecto cadavérico, comprendí que el tiempo era muy rápido como para seguirle, y es que desde la última vez que me fijé en mí ya habían pasado muchos lustros, quizá un montón de décadas; aún no flaqueaban mis fuerzas, supongo que gracias al entrenamiento militar que recibí, pero de que mi aspecto había degenerado no cabía la menor duda. Pues bien, como decía, estaba ella sentada, apartada del mundo apresurado que corría por la avenida, inmutable al ruido de la hojalata con ruedas, de los perros con dos patas, del rebaño descarriado de Dios. Caminé con disimulo alrededor de ella, para examinarla al detalle, me quedé fascinado y no pudiendo contener mi júbilo por semejante hallazgo decidí amainar mi emoción dirigiéndome al quiosco de la esquina: -Un par de cigarrillos por favor, dije, -cincuenta céntimos, me contestó una carrasposa voz de vieja mujer que no se dignó en despegar su mirada de la telenovela que veía en un juguete de diez pulgadas; dejé la moneda lejos de su alcance, casi al extremo, apunto de caerse, obligándola a despegar sus ojos de ese aparato, no me quedé para ver su odiosa mirada, caminé echando gruesas columnas de humo de vuelta al lugar donde la había dejado, pero ya no estaba, se había marchado, aspiré con fuerza hasta casi caer mareado y pensé que la había perdido para siempre, miré en todas direcciones, no estaba; fastidiado arrojé la colilla humeante a la pista, centenares de llantas apagaron la pequeña lumbre cancerígena; pasmado e indeciso me quedé esperando que algo sucediera para tomar algún rumbo.
Viento frío, cielo cubierto, asfalto húmedo, me siento como encerrado en una caja de cristal. Hace mucho que mudé de hábitos, ahora solo me alimento de llanto y grititos, sangre y cabellos, fluidos y piel desgarrada, soy un monstruo pensaría de mí en otra época, ahora creo que por fin soy yo viviendo a plenitud; basura parásita y plástica son todos los que me rodean, un intenso calor acobijo en mi pecho, mi corazón arde cual antorcha olímpica. Pensaba escribir esto en cuanto volviese a casa, me parecía importante anotarlo, para quien sabe después evocar este sentimiento que me embargaba y escribir unos versos que susurraría en los oídos de mi amada antes de hacer el amor, sí, eso haría, apresuré el paso por eso, aún faltaban muchas calles que atravesar y ya la media noche con su magia llegaban, guarecí mis manos en los cálidos bolsillos de mi viejo capote y seguí adelante.

Me fijé en la hora, temprano aún, once de la noche, ingresé a la caseta de vigilancia instalada a un lado de la puerta de ingreso; ahí debía de estar Gómez cabeceando de sueño, aferrado a su AKM, recostado contra el único muro que lo protegía de las inclemencias de la noche. Al llegar a la ventanilla oí un leve ronquido, más parecido a una dificultosa respiración de tísico, -¡soldado!, al piso, estás acabado, ¡ríndete!, rompí el sepulcral silencio apuntándole con mi dedo índice en su frente; sobresaltado despertó y antes que dé dos parpadeos tenía mi mejilla izquierda contra la base de la ventanilla, besaba con mis dientes el concreto, y encima el frío metal del arma, que si bien muchas veces no estaba cargada, en manos de Gómez era letal tan solo por la brutal presión que él podía ejercer cuando se lo proponía. –Ea, ea, ea Gómez, soy yo, Araníbar, pude pronunciar con las justas, -¿qué dices?, le oí decir muy agitado, -ah, maldito payaso, pensé que nos atacaban los monos, justo soñaba con aquella época en que nos emboscaban en la cordillera del Cóndor y teníamos que disparar como locos para salvar nuestras vidas, esas veces en las que amanecíamos bajo la lluvia sin pegar los párpados ni un segundo, y cuando esos conchasumadres nos caían de sorpresa, con piedras, flechas, bombas molotov, había que correr ,internarse en la jungla, desconfiar hasta de tu respiración, ¿recuerdas Ara?, ¿sí verdad?, pero ya todo ha pasado, ahora hasta podemos dormitar….-Sí sí sí Gómez, pero que tal si retiras tu fierro de mi cabeza y me dejas parar, así podríamos charlar en iguales condiciones ¿no crees?, dije fastidiado desde la ventana…-jajaja, está bien, se me olvidaba, respondió él, pero dime, ¿qué haces a estas horas por acá?, ¿qué, acaso no disfrutas de tus vacaciones, ¿o amas tanto tu trabajo que no puedes dormir si no estás cerca?, -claro que las aprovecho, respondí sacudiéndome el polvo de la cara, y recordaba a mi pequeña, pero no creas que extraño este antro, al contrario, sino fueras mi amigo ya hubiera volado yo mismo este caserón, vine por unos papeles que olvidé en la oficina, así que si me permites, tengo algo de prisa, concluí, -sigue nomás compa, replicó Gómez, el capitán Rujater está de guardia en admisión, ah, por cierto, la noche está extrañamente tranquila, cuidate, algo grave podría suceder, siempre es así, cuando está todo quieto, puuum estalla la bomba, sabes a lo que me refiero, concluyó el último de mis amigos que me quedaba guiñándome con complicidad.

Saludé al capitán y entré sin hacer ruido con los zapatos; a él le perturbaba mucho el ruido, era de muy mal genio, ignoraba a casi toda la gente, era como un autómata que cumplía sus funciones, no hablaba con nadie y se largaba al culminar su turno sin despedirse también de nadie; decían que había pertenecido al comando de torturas en la época del presidente Galleggie, pero quién podría confirmar eso, lo que sé es que todo ese comando fue eliminado para no dejar cabos sueltos, cuál sería la verdad, pero el capitán Rujater era de temer, vivía en una enorme casa que más parecía un bunker antibombas, acompañado de sus quince empleadas y sus cien perros, bebía un fino licor de una cantimplora militar que ocultaba en su portafolios, quizá por eso no hablaría, para evitar diseminar su tufo, aunque yo más creo que es porque nos considera a todos inferiores, indignos de oír sus palabras; como sea, llegué a mi oficina y saqué el letrero que decía que no había atención por vacaciones y abrí suavemente la puerta que cedió con dificultad, los goznes estarían oxidados probablemente. Al ingresar un olor ácido invadió mi nariz, el olor del encierro pensé, dejé las llaves sobre el escritorio atiborrado de papeles, documentos, informes, etc. Lo retiré todo con ambas manos y fueron a dar al piso, cogí mi silla, la acerqué para sentarme en ella, abrí el cajón de archivos fotográficos y extraje las recientes, las que tomamos aquella mañana de jueves en esa casa de la calle Piura; tres cadáveres de tres hermanas que presentaban laceraciones en el ano y vagina, además de quemaduras en tales zonas que probablemente fueron hechas con un tizón ardiente luego de la vejación; sus rostros y cabellos habían sido teñidos de un color naranja, al parecer al ser sumergidos en alguna sustancia química. Por lo demás habían arrancado y robado con una ganzúa que hallamos, los ojos de cada cuerpo, y en sus lugares colocaron huevos de serpiente, sumamente extraño proceder; sus pechos también habían sido cercenados, pero lo curioso era que los autores no usaron navaja alguna para este fin, sino que lo más probable era que hayan utilizado sus propios dientes, pues la piel presentaba el aspecto de haber sido desollada por alguna fiera del monte, o por toda una manada de lobos hambrientos.

No pudimos difundir las fotografías porque habrían producido una brutal conmoción en la ciudadanía, un escándalo, y como sabíamos que nunca daríamos con los autores, preferimos ocultarlo todo en la sombra de mi oficina; las fotografías, los informes, las pruebas y resultados de las pesquisas, todo; con el único propósito de evitar el total desprestigio de nuestra unidad, la cual había sido instaurada con el fin de acabar o por lo menos de aplacar la epidemia de violencia y salvajismo que azotaba a la ciudad desde que aquellas grandes tiendas de inversión extranjera se establecieron en nuestro -hasta entonces-, apacible valle. Ahora la situación era tormentosa, todos los días alguien era asesinado, o violado, o auto eliminado, nadie podía pararlo, capturábamos a muchos delincuentes eso sí, pero por falta de pruebas fehacientes los dejábamos libres luego de que se efectuara el atestado correspondiente; nada podíamos hacer nosotros, unos simples veteranos de guerra que ahora hacíamos labor policial por disposición gubernamental; carecíamos de tecnologías, y sobretodo de personal calificado para combatir esta plaga que sobre nuestra población se cernía; fue por eso que decidimos encubrirlo todo, incluso fue necesario realizar visitas nada amigables a todos los medios de comunicación, para taparles la boca, era la única manera; por las noches incinerábamos los cuerpos y con sus cenizas hacíamos huaquitos para la decoración de la comisaría. Sin embargo no nos habíamos percatado de que tanta muerte violenta había calado en lo mórbido de nuestras mentes, no lo sabíamos, pero algo nos estaba sucediendo…

Vigilé desde la esquina de los periódicos durante dos días, impaciente, leyendo los suplementos semanales del genial magazine “Hitchcok Presenta”, apoyado en un poste, masticando chicles, fumando y siempre atento, viendo a todos de soslayo; hasta que por fin, la tarde del segundo día la vi salir, y lo mejor, la vi acercarse para decirme: -Buenas noches señor, ¿es Ud. un policía verdad?, asentí con la cabeza, -y bueno, prosiguió, no sé si sería tan amable de concederme unos minutos de su tiempo para poder hacerle unas preguntas que la maestra nos encargó hacérselas a los representantes del orden. Cuando oí su voz no podía creer que eso me estuviera pasando a mí, con todo su discurso hasta los nervios se me habían pasado, respiraba tranquilo, pero era preciso actuar de una vez, -como no señorita, le dije, -tengo trece años recién señor, repuso, -ah bueno, mejor aún, pero dime, no sería mejor si las preguntas me las haces en un lugar mas propicio, acá hay mucho ruido y sería necesario hablar fuerte, y no creo que sea la mejor forma de conversar entre amigos, -son solo dos preguntas señor policía, contestó algo nerviosa, -no te preocupes chiquita, le dije mientras tomaba un taxi que ya estaba frente a nosotros con las puertas abiertas. No me hubiera gustado proceder como lo hice, pero era necesario, sus miedos femeninos ya la estaban poseyendo, por eso la levanté en brazos como si nada y entramos al coche; -estos niños de ahora, cada día aman más la calle, le dije al taxista mientras con una mano tapaba la boca de la niña, quien estaba rígida y paralizada; la falda escolar la tenía subida, tuve que bajársela para evitar la mirada pecaminosa del taxista; el resto fue amor apasionado, ah, qué mujer, era lo mejor que me pasaba en toda la vida.

Escogí un par de fotografías en las que las víctimas aparecían enteras y con los genitales expuestos, dejé el resto sobre el escritorio para dirigirme al sanitario, me encerré con llave y vi mi demacrado rostro en el enorme espejo, cogí las fotos, las pegué sobre mi imagen y al volver a verlas me sentí terriblemente excitado, desabroché mi bragueta para, con la furia de un desquiciado, masturbarme poseso. Seguidamente limpié mi fluido con las fotografías y las guardé celosamente bajo mi camisa. Volví a ver mi rostro en el espejo y noté que se parecía a un cerdo, o un perro, definitivamente no era un rostro humano, estoy seguro, apagué las luces, salí del baño, recogí todos los papeles sobre la mesa y me marché así como llegué.
Al principio no lloraba, solo me miraba con tristeza, yo le hablaba, le cocinaba, la vestía, le leía poemas de Martín Adán y hasta me animé a leerle un par de cuentos de Gogol, pero nada, ni comía, permanecía absorta, con los ojos abiertos enormemente, los labios secos y el cuerpo flácido, se estaba dejando morir; cuando le hablaba de mi amor entonces sí volvía en si y me miraba con unos ojos que prácticamente expelían fuego, y se ponía a gritar salvajemente, dando arañazos, patadas, etc. Por eso tuve que usar la cuerda durante mis salidas, nunca con intención de dañarla ni nada parecido, solo para no dejar que escape el amor. Fue durante los primeros días que por casualidad, mientras la bañaba, llegaron compañeros del trabajo, me puse sumamente nervioso y la dejé atada y con la boca tapada con el paño que usaba para sobarle la espalda, creo que ellos se dieron cuenta de que algo escondía; no pensaba ni en lo más remoto contarles sobre ella, mi plan era largarme cuanto antes a rehacer mi vida junto a ella en algún remoto lugar de nuestra selva.

Ya casi llegaba a casa, estaba a una cuadra, sin embargo tuve que detenerme porque vi algo moviéndose en la ventana del segundo piso, alarmado cogí mi revólver oficial y corrí como un endemoniado, ¡mi niña!, alguien estaba con ella; decidí saltar el cerco del jardín para ingresar con sigilo por la puerta falsa; fue cuando confirmé mis sospechas, murmuros que provenían de adentro. Era necesario pensar, pensar, pero no, ella corría peligro, no podía pensar, tenía que actuar, así que avancé pegado a la pared, sentí el sudor frío bajar por mi espalda, mi respiración comenzaba a ser difusa, mataría a quien estuviese dentro, de eso no había duda. Estando dentro, subí las gradas sin hacer el menor ruido y me dirigí a nuestra habitación, la puerta estaba juntada, tal y como la dejé. Tenía que decidir si seguir con este juego o de una vez irrumpir en el recinto baleando a todo el mundo, pero no, mi amada también corría el riesgo, por lo que suavemente abrí la puerta con una mano y la maldita emitió un chirrido característico de las viejas puertas, ya estaba hecho, estaba dentro; fue cuando oí a lo lejos que alguien más estaba abajo, pero era tarde, tenía ante mí una escena increíble.

Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo de cabo a rabo para estallar en mi cráneo. Gamarra, mi colega de la unidad, mi amigo y compañero de profesión y de combate, mi hermano del alma, estaba allí, frente a mí, sobre el suelo, lamiendo los genitales desgarrados de la niña, sosteniendo en ambas manos las vísceras de la pobre, quien yacía destripada, mirándome con esa tristeza muerta de la que les hablé. Él me vio y vi que también tenía esa mirada, pero mi arma ya estaba disparando, llenándole de plomo cada espacio vivo de su cuerpo; de inmediato sentí cómo algo perforaba la tapa de mis sesos, fue fugaz, me dispararon a quemarropa y me arrancaron de mí, y caí, grité, pero no pude oírme siquiera, mi sangre salpicó en el piso y la puerta, y por fin, a ti, eterna sombra me uní.

Por: Krandog Grenhas

miércoles, 16 de junio de 2010

PURA VANIDAD



Un individuo esquizo, una niña secuestrada, una elite de policías mórbidos, una noche fugaz, disparos, sangre, sombras....PRISIONERO DE LA SOMBRA.

Finalista, finalizado y finalizador; el cuento va muy bien con una Salamandra de Morris West, o quizá algo del mundo confuso de los antagonistas de Stanley Earl Gardner, en fin...este es el acta, además de los resultados generales.


CUENTO: “MONSIEUR WYLIE”
SEUDÓNIMO: REBECA
AUTOR: LUCÍA ZORRILLA CARRIÓN

2do puesto:
CUENTO: “EL TÉ DE LA TARDE”
SEUDÓNIMO: GUILLE Milkyway
AUTOR: CÉSAR PALACIOS OLIVERA.

3er puesto:
CUENTO: “UN CÁLIDO CAMINO”
SEUDÓNIMO: HOZINGUERA
AUTOR: ERIK ROBLES JANAMPA

Finalista
CUENTO: “UN ÁNGEL”
SEUDÓNIMO: WEREKO
AUTOR: JORGE GARCÍA PONCE


Finalista
CUENTO: “EL OTRO”
SEUDÓNIMO: CARLOS FRANCO
AUTOR: HAROL GASTELÚ PALOMINO

Finalista
CUENTO: “BREVES MEMORIAS AJENAS”
SEUDÓNIMO: PIOVASCO
AUTOR: ROBERT ALVIN BERNEDO NAVARRO

Finalista
CUENTO: “Las hojas siempre caen en otoño”
SEUDÓNIMO: MATÍAS PALOMINO
AUTOR: LUIS ALBERTO TORRES VARGAS.

Finalista
CUENTO: “El regreso del marinero”
SEUDÓNIMO: EL ABUELO
AUTOR: LUIS MARTÍN VALDIVIEZO

Finalista
CUENTO: “Prisionero de la sombra”
SEUDÓNIMO: Krandog Grenhas
AUTOR: KEVIN MENDOZA VILLAFUERTE

viernes, 11 de junio de 2010

ES PARA TI, PERO YA NO


Mentiría si digo que la cordialidad, la simpatía, lo cortés o cual fuere otro sinónimo, que abunda en el vetusto diccionario que tengo en mi empolvada biblioteca, me define; miento si afirmo que me fascina tener a mi lado a esa estirpe de extraña gente que te husmea el culo torciendo el hocico con falsa apariencia de buen individuo para lanzarte alguna murmuración o vaya ser que yo esté equivocada, tal vez estén invirtiendo mi suposición. Sería que a esta estirpe la cordialidad ante mí no les nace, y en este caso yo terminaría pateando sus culos.  

No deseo prostituir mi ¿qué sería? llamémosle: podrida y fétida amistad, les confieso que estoy defecando risas… ni al diablo le interesaría mi posición, esa facilidad con que expulso las heces de mi cabeza, no me interesa saber cuántos calificativos me lancen con respecto a uno u otro punto personal quien en este momento se encuentre leyéndome y diga ¡qué es esto! y yo, créanme no les serviría de nada. Basta con devanarme los sesos revueltos y saber que los errores nos tienen en sus manos, por ahí desde un repugnante rincón aquella supuesta verdad, observa, lo sé pero ese es otro asunto.  

En esta escurrida tarde me veo adormecida y no me dispongo a decorar textos, o quizás sí uhmmmm, qué más da, sólo los expulso a mi antojo tras inspirarme al verme atacada por la lluvia en esta fría tarde de sábado.
Estoy dejando fluir mi torpe estado de querer escribir algo en este detestable tiempo (sobre algo que hable de aquel dolor, de cómo caracterizarlo; vaya que es tan difícil) No sé qué decirte -querido lector- me tengo cogida del cuello, me retuerzo ferozmente, apenas puedo pensar… ya deberías haber acabado conmigo, se me hace tortuoso el instante, eterno, ¿no lo ves?, dejo de respirar mas aún no puedo visualizarte, ¿eres intensamente infatigable no?, sacudes con harta furia mi impaciencia, dejo asquerosos surcos verbales a tus restos humanos, se me desparraman, palabras y más palabras mías querrás leer para ti. Imposible, acabé contigo…y conmigo.


lunes, 7 de junio de 2010

VAYA VIOLATOR





Torment in fire, 
power and pain,
total disaster, 
the plague... never dies!



Iré en retrospectiva, ahora estoy demasiado extasiado como para narrar desde el principio todo con respecto de aquel día memorable, me parece que incurriré en la divagación, poco importa sin embargo.
Sabía del suceso desde varios meses antes, pero el auspicio para yo poder asistir era reciente, de cuando creía perderme uno más de los grandes sucesos que venían –odio la redundancia- acaeciendo en nuestro país. Los brasileños volvían luego de un tiempo sumamente corto me pareció, supongo porque ambos afiches no diferían uno del otro, los dos anunciando: VIOLATOR en Lima, la banda que llevaba la batuta en cuanto al cuasi estilo Retrothrash que algunos incautos se atrevieron llamar: la segunda ola del thrash metal mundial. Estos señores son de la tierra de Attomica, Metralion, Overdose, Sepultura, etc. y los más importantes, para mí, del país carioca -escuela de escuelas- Korzus. En realidad no nos –en plural por que hablo de varios maniacos que coinciden conmigo-convencía del todo el trabajo de los que llegarían; al principio, al menos a mí sí, recuerdo que llegaron cuando me encontraba sumergido en un tal www.texasmetalunderground.com descubriendo otra cuna de headthrashers que daba gusto seguir viviendo para oírlos; Los grandes Morbid Scream o los siempre brutales Exhorder o los criminales Rotting Corpse; fue entonces, cuando un título bastante peculiar: “La plaga nunca morirá” interceptó mi atención, me atrajo de tal manera que no quedó sino darle a la bajada y oír un increíble thrash metal puro, de escuela californiana, con solos rockandrollers a más no poder; era una pieza de ingeniería thrasher perfecta, nada parecía faltarle; pero como no todo es perfecto, a excepción de Overkill o Razor, el resto de los temas, si bien mantenían esa propuesta de rescatar riffs ya casi olvidados y que atrajeron justamente por eso, por su carácter de producir plácidas reminiscencias, llegaban a ser aburridos, o sea, no perdían brutalidad ni maestría ojo, pero no era como oír una y otro vez y miles de veces más una pieza como “Parasital Epitaph” de los newyorkinos Demolition Hammer o “Resurrection” de los canadienses Leprocy, en resumen, se hicieron tediosos. 
A todo esto, no obstante, había que considerar que ellos estaban en una explosión ascendente, en la mejor época de sus carreras, el mundo ya los había colocado en un lugar privilegiado para los seguidores del estilo, añejos y nuevos conjuntamente; por lo tanto no sería como verlos celebrando sus treinta años de música, o como siempre, verlos ya acabados, en sus últimas, sino más bien en su primera década de asaltos de metal, de energía pura y efervescente, en toda su magnitud.
Fue por eso que una vez instalados en los ridículos asientos del bus que nos transportaba a la ciudad en la que darían el show, sentíamos ansias casi desesperadas por llegar, por hacer ¡que el día se haga noche ya!
Durante nuestra estancia en la capital estuvimos oyendo Torture Squad, un tema que me pareció una maquinaria magistral de metal extremo, al igual que los Violator, eran de Brazil –este país lo tenía todo, fútbol, música, mujeres, playas, películas, literatura, todo- me refiero a la canción Living for the Kill, del disco Hellbound. Me Llamó la atención por sus estructuras complejas, riffs inusuales, percusiones maravillosas, demencialmente matizadas y sincronizadas, y la vocalización de un tío que desbordaba en actitud y dominio de las cuerdas vocales guturalizadas y desgarradas. Sumamente enérgica y destrabadora esta banda.
Nos hallábamos en la morada de un viejo amigo que padecía de una crónica mitomanía, pero que según dijo iba superando –tremenda paradoja si habría que decidir si creerle o no, o sea si el mentiroso dice: estoy mintiendo, qué podríamos inferir, ¿que dice la verdad o miente?- Él, debido a su negocio de ropas o algo así, tuvo que dejarnos el piso a nosotros solos, pero antes había que desayunar, así que de prisa una cacerola con leche hirviente, una cesta de veinte panes, jamón, mermelada y queso, todo listo para ser devorado luego de conducirnos a la azotea a contemplar el paisaje: casas, casas y más casas, ah y uno o dos cerros que más parecían enormes montículos de desechos nucleares. Mientras nuestras miradas se posaban en tanta monotonía, él extraía un curioso llavero de bronce que rápidamente separaba en tres piezas que presto reformaba, quedando finalmente hecho una hermosa pipa que lucía ante nuestros anonadados ojos. Atestó los tres centímetros de diámetro por dos de profundidad con la mejor grifa que según dijo pudo conseguir durante el fin de semana. Hizo una flama y exhalamos con fuerza durante casi cinco minutos y ¡pum! Todos empezamos a divergir. Él indagaba por el Aguardientoso, le decíamos que su padre lo tenía, desde que había recaído en el alcohol, sujeto del cuello con la suela de sus zapatos, haciéndole morder el polvo y advirtiéndole que de incurrir una vez más en lo mismo, el centro de liquidación, perdón de rehabilitación lo esperaba con los cuchillos afilados y las correas balanceando de los rudos brazos de los enfermeros encargados de esa institución. Mientras tanto él parecía oírnos, pero no fue así, pues la cháchara continuó con el informe detallado de la gira que avecinaban unos metaleros colombianos y que él estaría gestionando sus presentaciones por nuestras tierras.
Tremendo dilema se inició sin embargo, cuando tuvimos que decidir qué hacer el resto de la mañana una vez que él partió, y del día en general, mientras él no estuviese, más nada podíamos aún hacer sin antes comer, así que casi corriendo nos dirigimos al comedor e iniciamos una voraz merienda de las once.
Después, rascándonos las panzas y extrayéndonos con grotescos mondadientes las migas del pan de entre los dientes, despedimos a nuestro edecán, quien antes se echó un trago de ron que guardaba celosamente bajo su colchón, dejándonos el resto. Bebimos casi hasta las tres de la tarde, cuando de pronto nuestras cabezas nos condujeron a reposar dulcemente, canturreando metal sudaka, que era el mejor, y del cual tendríamos una muestra en un show espectacular dentro de unas horas.
Dormimos hasta que él llegó casi a las seis. Despertamos creyendo que ya todo había pasado, que el concierto ya se había dado y que nos lo habíamos perdido, felizmente no fue así, y es que no pudimos distinguir si eran las seis de la mañana o de la tarde. A todo esto un buen baño con agua gélida, una acicalada y varias reincidencias a la pipa para salir presurosos y sedientos de metal brasileño; un bus enorme que viajaría con nosotros a cuestas durante dos horas hasta el local que se hallaba frente a un parque. Demasiado temprana nuestra llegada, así que a pasear, otro ron, cigarrillos, voces de júbilo y gente nueva que iba llegando y que al vernos lanzaban miradas de reconocimiento, de saludo, de emoción por ver tantos maniacos conglomerándose por una sola causa: la música.
Caminamos varios minutos por la playa, pateando la basura que a nuestros pies llegaba y carcajeando sin discreción por nuestras estupideces, un loco quitándose la ropa y zambulléndose en plena noche, retando al resto y viendo cuán maricas éramos según él por no seguirle el juego. Finalmente ya era hora, subimos por el puente que dicen era de los suspiros, pero que para nosotros fue de los jadeos, doblamos más calles y luego otras, el parque se hallaba lleno de espectros pululantes que cargaban con chamarras de cuero y chalecos jean, pantalones ceñidos, cadenas y melenas enormes que se mecían con la brisa del mar que hasta allí llegaba. El concierto ya se había iniciado, pero la mayoría prefería llenar sus venas con alcohol barato en las afueras, caña, ron, pisco, anisado, vodka y hartos porros corrían de mano en mano, frenéticas parlas y saludos estrepitosos que iban de aquí allá y por todas partes. Había que entrar o perderse por completo el show.
Una banda que evocaba a los grandes Testament con Over the wall muy bien interpretado, otros temas de speed metal que llegaban a cansar y luego otra banda que abusaba en tedio con la influencia del metal gaucho, fétidamente aburrido, por fin la siguiente banda hacía las cosas en serio, un thrash metal corrosivo y rápido, unos músicos con mucha energía, pero con poca presencia, un tema rescatable llamado Muere mierda y por fin Violator subía al escenario.
Una cerveza que circulaba con regular velocidad por nuestras manos se secó en un ¡zas! al ver que la banda principal ya estaba saludando a la gente y se disponía a presentar su primera descarga de la noche. Un amotinamiento fenomenal, puños al aire, cabezas agitándose al ritmo del doble bombo y los blastbeats inmisericordes que destruían nuestras tristezas y crisis existenciales en segundos. Maniacos arrojándose sobre otros que los recibían solo por esperar ahora ser ellos quienes se arrojen, aplausos, muchos ¡de la puta madre cariocas! sonando por cada rincón del local. Durante nuestros descansos, en los cuales limpiábamos nuestras heridas y recobrábamos el aliento nos percatamos de la presencia de unas pigmeos que la hacían de mozas, quizá por la emoción del momento o por simple idiosincrasia no dudamos en arrebatarles las cervezas que transportaban ganándonos de paso con sus jugosas y pequeñas carnes, emprendiendo de inmediato la fuga hacia el interior del moshpit, del foso de la danza violenta, como prefieran. Al principio llevábamos la cuenta de los temas que tocaban, pero conforme pasaba el tiempo y la embriaguez nos embargaba nos importaba un pincho cuántos iban o qué horas eran, pero se tuvo que terminar con un: -Muchas gracias Perú, este es el mejor concierto que hemos tenido, seguramente algunos inocentes les creyeron, el resto salíamos del local exhaustos, con todo el alcohol destilado por cada poro de nuestros cuerpos y con distintas ideas para el resto de la noche que recién asomaba por las tres de la madrugada.

De los cinco que fuimos volvimos solo dos, el resto se perdió entre las mil cabezas del monstruo que es la capital, quizá ebrios divagaban por equis lugares, o yacían muertos y cubiertos de moscas capitalinas, quién sabe; solo volvíamos dos, como dije, en un bus barato, a media tarde, luego de despedirnos con un fuerte abrazo de él, quien nos garantizó su morada para cualquier otro evento. Así fue como pudimos presenciar lo que se llama un concierto de puta madre, de los mejores a los que pudimos asistir. Arribamos a nuestra ciudad a medianoche, casi muertos y hundimos nuestras cabezas balbuceando: ¡Vaya Violator, qué tal destrucción!




domingo, 6 de junio de 2010

¿Y AHORA?

¿Tardé demasiado en volver a escribir algo verdad?, creo que sí, por que ya no queda nadie. Para qué me engaño, nunca hubo nadie, pero imaginé que sí y eso me mantiene vivo, por lo que vuelvo al ataque.
Hace meses instauré un círculo literario con la finalidad básica de estimular el trabajo literario de los adeptos y miren con lo que me hallé, como si fuera novedad por cierto:
-Todos tenían la razón, es decir, no sé por qué carajos de pronto conversábamos de temas como la existencia o dios; si se suponía que solo compartiríamos nuestros trabajos.
-Todos eran importantes e indispensables; a nadie le importaba una mierda el círculo en sí, sino solo su beneficio personal o su etiqueta y porquerías como su reputación.
-Todos eran mejores que todos; así que no había razón para continuar, por eso dejé de asistir, y como es lógico, para cuando yo decidí hacerlo ya todos habían desertado.
Pongo en consideración mía estos problemitas para nunca olvidar que estamos plagados de gente mierda, incluyéndome tal vez, por eso vuelvo a cerrar mi burbuja y a hablar de lo que me interesa mucho ene stos días:
Recientemente leí un compendio de los cuentos que apasionaron a Ernesto Sabato, entre ellos encontré uno que me hace decir algo; se trata de LAS NOCHES BLANCAS de Fedor Dostoievski; una apasionante novela corta en la que el autor encarna a un joven que vive encerrado en una burbuja, y que de pronto alguien irrumpe su aparente paz, una mujer faltaba más, y bueno éste se ve obligado -no sé si por voluntad o por que así realmente sucedió- a hablarle, comunicarle sus sentimientos, que de pronto pensó se trataba de amor, "qué linda la literatura no?" y nada, le dice algo que me dejó perplejo, no usaré las palabras del maestro ruso, pero mas o menos decía así: "Con cada mujer que conosco imagino novelas enteras"; al leer esto comprendí que todo lo que se vive no es más que una vil repetición de sucesos ya vividos, y por eso decidí que no servía seguir escribiendo historias que solo yo creía originales hasta que las hallaba impresas en libros de todas partes del mundo, incluso siglos antes; por eso dejé de escribir.....
Ahora integro un club extraño, todos nos sentamos en círculos y nos contamos nuestros problemas, yo asisto a estos grupos, que dicen son terapéuticos, para compartir mis historias, haciéndoles creer, a ellos y amí mismo, que son reales, o sea, de este mundo, que suceden en este planeta; y bueno , me va bien , hasta me aconsejan , se comprometen con mis personajes y discuten sus psicopatías y obsesiones, es genial, y lo mejor de todo es que tengo un público selecto que se queda anodadado cuando les hablo-a veces les leo, pero ya no desde que dijeron que era mejor no usar papeles, por eso memorizo mis historias- estos tíos son de lo mejor, algunos babean, otros gritan ,otros lloran, pero lo mejor de todo es que consideran que mis historias son originales, y e sque ellos nunca se preocuparían por contrastar mis historias, ya que las asumen reales.
En fin, este grupo me gusta, seguiré asistiendo hasta que descubran que soy un escritor y que los uso de estimulantes; por ahora les narro la historia de un tío que se cree escritor por tener un blog.