martes, 3 de junio de 2014

SENTADO EN UN BAR

Bien, justo cuando nuestro querido amigo Romualdo se disponía a restituirse violentamente sobre las heces de su nombre, honra, honor, reputación, etc; ella se larga. Entonces surge en su cabecita pequeña para sus ideas, ni modo, si así lo ve, y así lo hace, pues qué más da, un par de tragos a la luz de las velas que iluminan el rostro de la Madonna dípsoda que regenta en espíritu y un poco de carne, un barsucho de porquería, a donde acudirá ahora que se lo permite el ánimo, a dejarse roer por las horas detenido frente a las luces que surgiendo de variopintos lugares, serán la delicia de sus ojos separados de su mente, pues ésta al hallarse en completo trance por los últimos sucesos, con las justas logrará perderse en constantes  ideas sobre todo y nada, una parte de aquello que conocerá luego como universo caótico. A las manos las dejará sueltas y libres para dibujar en el aire figuras de su día desfilando entre rostros y modos nada singulares de la gente, salvo claro y por ejemplo, las revelaciones del grandioso Chomsky, o de los chunchos aguarunas y sus mitos. Por eso justo cuando la madrugada inicie su danza en apariencia inmóvil, justo entonces otra mano probablemente se aboque a sostener la suya para paliar el caos asolando el espacio de Romualdo, entrañable y triste soñador que con sus súbitos impulsos logró llegar a este punto de su vida en el que ya no la duda ni el miedo son sus enemigos, sino la parálisis devenida en soltura en el parloteo o mutismo del mismo modo que la laxitud de sus despertares durante los últimos días. Enseguida, ebrio y dando tumbos a través de calles desérticas, acudirá al lecho a tratar de lograr digamos que tener un hijo mediante los sueños, y mañana a seguir con un día más de esta larga sucesión de repeticiones inclementes y nefastas que solo lo inducen a querer no querer, a desamar lo amado y desatar los nudos sobre los que detenerse para no caer.

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