viernes, 13 de junio de 2014

HERE WE GO AGAIN

Nos acordamos de esa canción, por supuesto, para darnos aliento y recibir los rayos del sol con mayor ímpetu y en general, para que nos sea más provechoso. El tiempo está fuera de nuestro alcance y consideración, pero sabemos que es poco, antes de estallar en mil pedazos o deshacernos en corrupción total de la carne putrefacta. Bueno, con todo, estamos aquí de nuevo, no sé cuánto hayamos cambiado, supongo que solo lo sabremos cuando hable con otros, mis semejantes, análogos seres que si bien nos son ajenos casi en todas las cosas, no lo son tanto respecto de las cualidades y defectos de un ser humano. Han pasado dos generaciones desde que íbamos libres a la luz de la noche, sorteando charcos y conversaciones mórbidas sobre cadáveres de jovencitas o señoras apuñaladas por la espalda mientras recogían los tubérculos que hacían secar en la puerta de sus casas. 


Qué épocas corriendo junto al río, pelo suelto, descalzo y sin mayores remordimientos que los referidos al cambio de ruta o tontería parecida; creyendo en la música y la literatura más que en nosotros mismos; y ahora, luego de haber dado mil vueltas a la rueda y no haber obtenido ni avanzado casi nada, volvemos al principio, al momento en el que acabábamos de decir: bien, como decíamos ayer... Y siempre. Han pasado muchos libros y redescubierto mucha música para volver a erigirnos sobre esta húmeda tierra desde donde escribo, para decir que una vez más no está de más volver a intentarlo, pues al fin de eso se trata existir, intentarlo sin tregua hasta no poder más; seguir dándole a la roca para que pueda el agua imposible de la vida.

Aunque por otra parte el miedo casi ya no esté instaurado dentro de nosotros, el miedo de ningún tipo, salvo al vacío, ese miedo eterno a impalpable y remoto; de modo que podríamos no sé, pensar en una muerte digna, tal y como debimos habernos concedido hace un lustro. No podremos saberlo, a lo mejor aquel día que caímos hacia las criptas de la catedral, perdimos el impulso vital, y solo anduvimos por ahí, meneando la cabeza y trastabillando entre vahídos imparables y de pura espasmódica mortalidad; quién podría decirnos afirmando con la certeza del ciego en el sonido, que todos lo hicimos, toda nuestra collera, jauría, escolta, que de todas formas el juego estaba perdido, la guerra y con ellas nuestros sueños de hacer música hasta todas las vidas, de crear comunidades desligadas de tanta vanidad humana y mas bien sumadas a la construcción de una nueva condición humana, nos referimos a la funcionalidad como unidad, como bloque, como entidad superior, hacia la elevación astral, etc. O por el contrario, quién va negar que descendimos y degeneramos a más no poder, y solo dejamos que nuestros cuerpos descompuestos, pululen sin reparo a través de calles sórdidas y miradas oblicuas del resto de gentes.

Lo cierto es que si vemos bien, todo sigue igual, solo que más viejo, eso sí; pero nosotros volvimos esta vez con un haz bajo la manga, un haz de copas en el que visualizamos un futuro inmediato en el cual iniciamos la respectiva relación extrahumana con nuestra vástago, ese ser extensión de nosotros mismos que ahora existe en nuestra misma realidad, ese hombre al que dedicaremos todo nuestro pensamiento, olvidándonos de viejos saldos con la existencia y gracias a los cuales, o por culpa de, estamos aquí. Nuestra tarea será una y ninguna más, fusionar y sumar fuerzas, ideas, gestos de ternura y amor para trascender, atravesar este valle de lágrimas y llegar a la otra orilla para despedirnos con la certeza de la continuidad, de la realización, del buen obrar, bien vivir. Y para eso dejamos un poco de lado a nuestro buen amigo el Yo, aquel por el que diseñamos la manera escapista de desvivir, olvidarnos de él y conservarlo solo en la memoria infinita del colectivo.

Y aquí estamos dejando de pensar en nosotros para pensar a tiempo completo en él, y sobretodo a hacerlo absolutamente. Sabiendo o teniendo muy en claro a qué nos atendremos, a esos instantes de la ncohe fría en la que nos gustará poder decirle a alguien, oye te quiero, dame un abrazo, toma un beso, bebe de mi taza, compartamos nuestras almohadas; y del placer, ni hablar, olvidarnos del placer solitario y tratar de hallar uno colectivo, uno en bien de muchos, y por supuesto seguir empeñoso en escribir, aunque mal salga o no de nada, ni siquiera la incitación a la lectura, seguir, como dice el gran Dumas padre, a nuestra mariposa piroclástica hasta el fin.

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