sábado, 14 de junio de 2014

EL PORTATROPAS


Cómo decirles a todos ustedes lo que siento ahora que soy transportado a mis setenta años rumbo hacia el asilo final para viejos como yo. Podría decir por ejemplo que tengo miedo, pero solo sería una patraña más contra mí mismo, pues durante toda mi vida aprendí a olvidar el miedo, a ignorarlo, entre otras cosas porque aprendí a ver en la oscuridad, a no temerle a las sombras ni a los hombres, que son el mayor terror y peligro para los otros hombres. Lo que sí tengo es ansiedad por llegar a dónde sea, bajarme de este cacharro y desparramarme sobre el pasto a ver el cielo, tenga el color que tenga, incluso si está nublado y no pueda obnubilar la visión con los rayos solares. LLegar y ver qué más, pues llevamos viajando casi todo un mes, la raya del culo se me debe de haber borrado y ya olvidé cómo caminar, o hablar con el resto. No es que no hable con nadie, a veces le digo algo a mi compañero de asiento, que para variar es una señora viejísima que todo el día duerme y cuando está despierta, solo atina a suspirar y sollozar de nostalgia por sus nietos, hijos y toda la cofradía que compone su familia.

Nada puede durar tanto como para siempre, así pues hemos llegado por fin. No entendí bien el plan gubernamental cuando hicieron la publicidad casa por casa, sin embargo algo presentí. Imaginé que nos llevarían a campos de concentración para viejos y una vez allí darnos kaput como a reses o a gallos viejos, para ser emparedados o hamburguesas. Pero ahora que estoy aquí solo veo bungalows por todas partes, además de árboles y jardines. 

Me asignaron una habitación pequeña y escueta, está demás describirla, es como caulquiera, una cama, una mesita y una ventana, el baño es tan pequeño que debo orinar desde afuera, no sé cómo haré con las otras necesidades, a lo mejor hay uno más grande. Al rato me visitaron los enfermeros, o lo que vendrían a serlos, trayendo una hoja con los horarios, reglas y todo tipo de textos de aliento para nuestra última morada. Dijeron muchas frases de aliento pero lo último fue lo mejor; justo antes de dejarnos acostados y afeitados, desde el umbral de la puerta, sonriendo y guiñando uno de sus ojos han dicho: No se preocupe, usted no estará solo nunca más, ésta es la plataforma hacia una mejor estancia. No me hubiera sorprendido para nada el comentario final a no ser porque una vez que se marcharon, puede observar desde mi ventana, por una rendija entre las persianas, que había un gran movimiento tras uno de los extramuros del lugar. Habían helicópteros y toda suerte de luces pero nada de ruido, como si trataran de ser discretos en extremo. No me preocuparé por nimiedades, serán cosas de ellos, me dije. Lástima por mí, de haberme dado cuenta entonces incluso hubiera podido salir corriendo ese instante, rumbo a la densidad de la selva, a refugiarme de esta sarta de inhumanos, o muy humanos, que solo nos tenían preparado una especia de revelación que difícilmente podríamos sobrevivir para contarlo o decidir un juicio al respecto.

Les tomó tan solo un par de días aclimatarnos al ritmo de vida en ese lugar, al tercero estábamos acostándonos cuando de pronto comienza a sonar por todas partes la irrupción de agentes enmascarados y armados hasta los dientes, tirando puertas y haciendo señas con la mano: tú, tú y tú también. Entre ellos estaba para mi mala suerte, yo mismo. Así en pijama y descalzos muchos de nosotros nos obligaron a correr hacia el lugar donde antes había visto el espectáculo de luces y helicópteros.
Había una gran fila que llevaba hacia un hangar, donde aparentemente se daba el asunto en sí. Bueno, no me alarmé, qué podría ser lo peor que pudiera pasarnos, ¿morir? De eso estaba tan seguro que pasaría pronto que no me inquieté en lo absoluto. Al parecer eran rápidas las atenciones, cuando por fin me llegó el turno, noté que mis manos sudaban a raudales y mi corazón brincaba de emoción, como si en instantes volviera a ver a mi madre o algo así.

- Verá, usted dio la vida, mejor dicho, la existencia, a ver, déjeme ver, a nada menos que 500 personas durante toda su vida, sin contar a los prehumanos producto de sus masturbaciones. ¿Tiene algo que acotar o cuestionar?
- La verdad no, dije y respiré resignado, al parecer estaba mi suerte echada.
- Bien, ahora usted tendrá la fortuna de conocerlos, ellos lo esperan ansiosos por saldar cuentas con usted.
- Bueno, que así sea.
- Adelante.

En una especie de portatropas habían dentro centenares de sombras ataviadas entre bajo sombreros ampulosos y bufandas negras. Eran mis hijos, así me lo dijeron. Subí al vehículo valido del brazo de uno de ellos, y fue cuando comprobé que no era un brazo propiamente, sino la idea de una, una especie de sombra alargada que sugería eso.
Hola a todos le dije, perdonen que llegue tarde, pero ya estoy aquí con ustedes. Oí un murmullo como respuesta, como de gansos en alboroto, después partimos. Me senté en algún lugar cerca de ellos, y poco a poco fui sintiendo cómo mi cuerpo se llenaba de afecto, de ternura, de calor, hasta que finalmente dejé de sentir. Me sumí en un profundo sueño del cual no tengo noticia de haber despertado. Es todo, así acabé con mi estancia en la tierra de al venganza y el arrebato, en medio de mis tantos hijos no  habidos, no llegados a ser hombres. Y créanme, agradezco al gobierno por tal gesto, aunque para ellos haya supuesto esto un castigo, no para mí.


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