No es que no haya querido bailar y olvidarme de la vida; no, la batalla no termina, nunca lo hará, y yo todavía sigo vivo y sano, y culeando y mutilando; de modo que hay para rato de mí y mi soledad. Sin reputación que cuidar, ni gente por la que preocupar, queda sobrevivir en esta tundra de almas en pena, de gente ciega y carente de inquietudes desmedidas como darse por vivo estando muy muerto o lo contrario. El Lobo estepario camuflado en mí aúlla y emprende la caminata otra vez, total, nos hacemos fuertes y solo hay que cazar y matar para seguir existiendo. El invierno ha llegado y por eso los huesos duelen pero la sangre más caliente incita a movernos, a trepar la cima y lanzarnos sobre la presa y clavarle los colmillos y comernos hasta los huesos. Quedarnos con el alma y el recuerdo de la mejor época y condición de alquien. Robarle al mundo, arrebatarle lo poco que le quede y echarme a dormir bajo la sombra de mi alucinaciones, que por decirlo de algún modo, son todo lo que me queda en este mundo real, en esta realidad desconectada de mi imaginación. Adentro es otra cosa, por ejemplo yo llegando y diciéndoles a ellas, vamos, nos esperan en el puerto, saltando de la alegría y compartiendo fresas con ellas, a una en la boca a otra en las manos, vamos por favor, no vuelvan a dejarme solo, no lo toleraría y destruiría este reino delirante, último refugio de los malditos!
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