Ni un mes pudiste aguantar sin soltar la rienda, los hilos de tu sujeción al mundo. Eso está muy mal porque no te permite visualizar un futuro mayor, pero está bien porque en sincronía con tu agonía, establece una armonía con tus deseos más fehacientes. Los mismos de siempre.
Cada vez preguntas menos por ti mismo, pareciera que dejó de importarte saber si sientes o ves el mundo como ayer, o si lograste cambiar algo. Ciertamente lo dudamos, creemos que nada de lo que hagas resultará bien para ti; porque estás maldito, condenado, sentenciado, etc. Pero vamos, no vamos a pasarnos la noche hablando de lo jodido que te mantienes. Mejor hablemos de literatura, la otra vez descubriste un libro acerca de la Modernidad líquida; y corroboraste la sospecha que tenías sobre las redes sociales como redes de pesca en las que estamos atrapados todos, prestos a ser triturados o utilizados con propósitos menos alentadores para quienes creen que no, que todo está bien y siempre lo estará. No será así amigos míos, amigos idos, amigos nulos; nada está bien, soy precisamente ese síntoma, el símbolo de odio gestado para alarmar sus detenidas y triviales vidas; acaso no ven cómo es que ha degenerado el ser humano a niveles nunca antes visto; o es para menos recabar en la falta de ánimo voluntario para cualquier cosa; sé bien de las consecuencias de una enfermedad que ataca con presteza la voluntad, pero sé también de una sociedad que mutila, arrebata y sume los sueños e ilusiones (todo con lo que realmente cuenta un hombre) de la gente, sobretodo de jóvenes, que más tarde, al hacerse adultos y luego viejos, tienen que arrastrar con ese cúmulo de costras devenidas en resignación y tedio, en actitudes nada envidiables para puercos o ratas ambiciosas.
Sin embargo ya sabemos prisionero de quién eres, de qué, y por qué; y no ahondaremos más en ese tema; por ahora es mejor pensar negro, visualizarlo todo en gris y oírlo azul. Mientras tanto, tu sed se desmide, descontrola y arrebata contra los grifos, y tus pies arrancan saltos vertiginosos contra los muros, contra los rostros de las sombras de tus enemigos; los cuales consideran nimia tu existencia, tu trabajo, tu ser. Pobres de ellos que no saben lo que se viene, la gran guerra, la gran hecatombe, en la que tú tendrás un puesto especial en el caldero, por puro placer y goce mórbido, arrojar cuerpos frescos al magma y escupir flema negra en sus rostros pidiendo clemencia y rogando por sus vidas. Pero bueno, ya llegará el momento, mientras tanto a seguir siendo mierda.
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