lunes, 3 de marzo de 2014

TRAVESURAS DE NIÑO MADURO




Corroboré que la obra diarística de Pizarnik estaba orientada en su mayor magnitud a configurar el viaje de un artista hacia la locura, a pesar de la muerte que esto le conllevaría. Eso me pareció definitivamente genial, aparte de ella y sus grandes versos, el viaje en sí, la aventura inmersa y los tratos entablados entre los géneros alternando y saltando de arriba abajo, de adentro afuera, etc. Pues develaba lo que hasta hace unos años fue para mí, mientras fui él, el misterio de ciertas existencias abocadas a propósitos menos frecuentes que el resto. La necesidad de arribar a un lugar común, exento de razón y lógica, llámese locura o muerte o ambas. Desde entonces acabó para mí un modo de existencia, dando lugar a este otro en el que ahora habito: ella.

Probablemente hubiera pensado si fuera yo quien leyera esto en alguna parte, que se trata de las palabras de un bisexual o alguien entregado a sus desvíos sexuales; pero la realidad no es esa, sino que además de lo aparente hay entre las consideraciones comunes al respecto, un término intermedio que denota una suerte de hibridez anómala. Anómala quiere decir fuera de serie según tengo entendido; y creo que lo que me pasa a partir del nuevo ser que decidí ser es precisamente eso: anómalo. Ahora, no podría ser esto no haber sido lo otro, ni el término intermedio que refiero de no ser por los detalles en el disfraz interno y externo. Desde pensar hasta parecer y verme como lo que pretendí ser o fui, los detalles fueron nimios y fáciles de sortear, puesto que se trataba solamente del decorado. Y no pecaré de arrogante al decir que esas cosas son para mí, tan fáciles como atarme las agujetas del zapato u orientar mi cabello hacia uno u otro lado; no tengo problema alguno. De manera que la época en la que fui él, mantuve estricta relación con la rudeza de carácter y holganza en la imagen; no tanto por determinar que así fuera o tenía que ser, sino por saberme presto a la modestia de uno y lo otro. Me importaban muy poco los moldes o estereotipos como ya se habrán dado cuenta, sin embargo era como mejor me sentía. Usar zapatillas y parecer rudo.

Así, los años que conté como él, fueron de algún modo, de aprendizaje muy útil para esta nueva etapa que atravieso, donde ser ella me es un tanto más dificultoso. Y es que hay que decirlo, ser ella es más trabajoso, menos divertido, pero sí más gratificante, si a los halagos y consideraciones del resto se refieren. Para el aspecto externo me bastó solamente reemplazar ciertas prendas y modos de ser, pero lo más jodido fue el ser desde mi sexualidad. Sé pensará que mudé del dar al recibir, ¿ustedes comprenden verdad?, pero no es así, la verdad es que sigo dando, me hace sentir mejor conmigo mismo; pero por otra parte, el recibir se añade a mi nuevo ser de un modo más sutil y hasta podría decir, extraño. Recibo toda suerte de atenciones de parte de ellos, y eso me conmueve desde la satisfacción personal hasta las carcajadas solitarias que me atacan cada que recuerdo las atenciones de ellos por esta nueva yo.

No sé cuál sea el riesgo después de todo; evoco algún cuento de Caicedo, mi compadre y hermano de cuando era él, y mi amor platónico ahora que soy ella, y me veo siendo lapidado en alguna zanja por las manos frustradas y furiosas de algún incauto. Aunque también me veo asfixiándome de la risa junto a un él que por toda reacción llora como un niño, al saber de mis labios y formas (pues yo tengo un pene, eso es imposible de negarlo y solaparlo, y no me interesa transformación alguna) que en realidad soy tan o más él que él mismo. Eso sí que dolería, descubrirse menos masculino que la mujer que pretendemos. Horrible nada más de pensarlo. Pero bueno, el final que halle al final de este viaje, pues todos los viajes tienen un final, o en todo caso un cambio de ruta, un alto en el camino para reconsiderar las huellas o los nuevos zapatos a usar, ese momento será mi propósito para continuar, el mero interés por conocer cómo es que llegaré a ese momento. Por ahora sonrío y hago ojitos a quienes trasuntan las barrera de lo obvio (pues es obvio que soy un él más que un ella; ¿o será cuestión de tiempo?) y se hacen ideas para conmigo, y sobre todo con ellos mismos. No tengo reparos en considerar a la especie humana exenta de piedad, y el derecho que me infunde hacerlo, se compone básicamente de la libertad desmesurada que me tomo para con mis acciones. Allá las reacciones. ¿Irresponsabilidad social? Tal vez, lo cierto es que dejaron de importarme en absoluto las consecuencias de mis perversiones, si de algún modo habría de nombrar a mis actos, aunque claro yo las llame travesuras de niño maduro y no sea más ni menos que eso.




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