Jamás, nunca hice nada
que pudiera conllevarme a líos con la justicia, esto es un completo error,
venganza de mis acreedores ante la bancarrota que me arruinó. Siempre he sido
ciudadano modelo de conducta y acato. Yo qué sé el tipo de infierno que hay ahí
dentro, no me incumbe ni interesa pues yo me iré antes de que cante el gallo,
mis abogados se están encargando de todo, ¿tú sabes quién soy yo? Te digo que
no, ni por cultura general, no me interesa sencillamente. No estoy molesto,
solo que no me gusta que se refieran a mí como un recluso, no lo soy, es decir,
no soy un delincuente, y si tanto insistes, está bien, especularé: yo creo que
la gente, de antemano lacra, que está en las cárceles, se merece castigos
peores, es cosa sabida por medio planeta que aquí adentro no es sino una
temporada de alojamiento ceñido a ciertas normas fantasmas que hay que
costearse uno mismo, temporada unas veces vivida como vacaciones, deben
trabajar o hacer algo, ellos, los presos. No digo que sea algo fácil, pero se
puede. No creo, por qué habrían de hacer
eso esos grandes hombres de poder que usted menciona; en nuestro caso es pura
corrupción del gobierno de turno; y la mala pata de creer que una cárcel
reforma, no amigo, la cárcel no sana, solo condensa, afuera estallan, pero
bueno, en cuanto salga podemos conversar de esto con más soltura, yo ya me voy,
le aseguro que esta noche no dormiré más en esta olla de insectos; ¿no cree lo
que digo, piensa que me podriré como tal vez usted lo haga aquí dentro verdad?
Cuán equivocado le demostraré que está, pronto recibirá cartas de mí, pero
desde afuera, no olvide leer el remitente, Lic. Estevarría, sociólogo,
educador, ya sabrá de mí joven.
Lo peor es que dice no
recodar nada; no es que desconfíe de él, pero por qué no, si yo hubiera estado
en sus zapatos sé que la cosa salía peor; mejor para mí. Casi lo lapidan la
cuadra entera, si no llegaban los de seguridad ciudadana lo quemaban vivo. Debe
estar ahora en la carceleta del Poder Judicial, hecho un amasijo de
preocupaciones y mortificaciones, y de dolo cómo no. Lo último que le dijo al
que me contó, fue que todo es por culpa de la maldita droga, aunque sea contradictorio para su sentencia
personal, que estuviera totalmente ebrio y pasado de vueltas cuando cometió el
crimen; mañana supongo que lo bajan, de manera que por la tarde podré visitarlo
en su celda, es mi amigo de colegio, lo estimo mucho, es una pena (y a la vez
una alegría) que haya caído en cana, ¿pero
así es la vida no? Bueno, para algunos. La pederastia, qué puedo decir: lo peor
que un hombre puede cometer, y no es porque sea muy allegado de los niños, sino
que a mí personalmente me parece que las mujeres hechas son pues lo que un
hombre cabal necesita, en toda su vellosidad, voluptuosidad y sensualidad que
ellas puedan desarrollar. ¿Pero peladas?, ¿oliendo a orines o colonia infantil?
¿planas, sin relieves importantes?, no, paso, no conseguiría excitarme ni así
estuviera muy necesitado, definitivamente, esa gente está zafada, habría que
castigarlos y a la vez tratar de curarlos. A mi colega no sé lo que le espere,
ojalá no lo sodomicen ni le den mucho tiempo como para que se sugestione
existencialmente con su supuesto no crimen y haga del resto de su vida,
tortuosa penitencia que probablemente devenga en la realización objetiva y a
voces de un crimen peor, aún en el plano de la suposición.
Yo no tengo la culpa,
ella sabía con quién se metía, qué tal
concha decirme ahora que le molesta esto o el otro. No, ella está mal, yo
sé todo lo que dice saber y sé que está equivocada, no sabe ni mierda. Pero yo
qué tengo que ver con sus miedos de mujer, huevadas, si quiere que se largue. ¿Ahí
está ves?, no puede, no quiere, ambos en simultáneo, mientras mi comida y mi
droga esté puntual como acordamos, a las cuatro en punto todos los días, no me
hago problemas, ella tiene que darse cuenta, o qué, o es que prefiere que me
ponga gris, rabioso y jetón, ah, la mato con las mismas, vuelvo a cana y me pudro el resto de mis días;
por eso mírala, se larga haciéndose a la cojuda, al rato vuelve y caleta se
acuesta creyéndome dormido, es cuando me rio en silencio, tapando con mi puño
cerrado la boca y doblando las rodillas hacia mi pecho, riendo no sé bien si de
su majadería o de hacerle creer tan fácilmente que duermo. Anoche le dije pues,
que no pasa nada, y ella dale con el miedo a supuestos agentes de inteligencia
que nos siguen, que saben todo, ¿qué todo a ver?, no tenemos nada que ocultar,
no estamos violando ninguna ley, solo usamos el derecho a la autodestrucción, y
eso, solo yo, de qué tiene miedo, no la entiendo, y sigue con la cantaleta que no esto, o el otro, ya llega al
pincho. Caramba, cómo te explico, estoy en el infierno ya, donde tengo todas
mis perversiones, placeres, etc. pero sin algo que a veces siento me hace
claudicar y morir de a poquitos, la ausencia del amor, no amo, no puedo amarla.
Claro, en parte por la droga y en parte porque simplemente nunca hubo nada.
Seguí, porque tú sabes cómo es esa droga, seductora, fascinante, exclusivista,
degenerante, corrosiva y letal finalmente. A Rebeca la extraño tanto que mejor
hablemos de otra cosa. ¿La hija de ella?, todo bien, tiene doce, se entiende
bien conmigo en positivo y negativo, no se hace problemas y eso es lo que más
me agrada; si me ve mordiéndome las orejas me dice te ves gracioso y se marcha
corriendo, sin increpar ni hurgar donde no le importa, prudencia, eso es. Nada
que ver, ¿cómo crees, tú estás loco no?, es una niña, jamás, ahora que cuando
arribe a los dieciocho no sé… mi opinión siempre será paterna, punto. Ya debe
llegar, esperémosla, a ella misma le preguntas y sacas tu línea. Ahí está,
¿está tocando oyes?
Una
cosa sería decirle irónica al apuesto joven amigo del Bocas, que no me importa el
maltrato del que soy víctima porque lo amo, y olvidarme de asunto escurriéndome
entre las risas, incluyendo la mía, hacia mi habitación, pero no, ahora quiero
decir que detesto lo que hago, pero sobretodo odio tener que soportar sus
desaires, burlas, desméritos, aires de grandeza, actitud déspota; y sí lo hago
y tal vez siga haciendo es por mi hija,
como cualquiera, de modo que me importa un pito lo que se piense al respecto,
la vergüenza para mí ya no existe, junto con ciertas esperanzas, las perdí durante
mi estancia en la cárcel. Claro que
sabía con quién me metía, claro que sabía, me cree idiota, bien por él, sé lo
que soy, eso me basta. Cómo se molesta, mira, pero cuando él agrede, que conchatumare esto o hijoeputa el otro, ahí sí, hay que estarse de buen ánimo y
tomárselo con gracia, sino eres una resentida, que ni entiendo lo que me quiere
decir y me molesto, y luego, cuando ve que no funcionan sus alegatos, ven godita, mi chanchita, te amo, y como
tampoco funciona, ¡lárgate mierda, india
burra, lárgate! Yo me voy igual,
cuando vuelvo está en su cama (porque dormimos separados como verás),
totalmente doblado, como un feto, respirando afanoso, como si no pudiera
hacerlo, y cómo no, si se tapa hasta la cara con sus seis frazadas, y espera a
que me acueste y haga como que duermo, respirando lento y sin moverme, entonces
lentamente descubre primero su cara, luego, sintiendo su expectación extremada
hacia mí, descubre uno a uno los cobijos del resto de su cuerpo, mueve sus
piernas hacia el piso con la paciencia de un anciano paralítico, donde con el
mismo cuidado, ubica sus sandalias, las calza y luego de varios minutos,
durante los cuales es inevitable no ceder al sueño ante lo lerdo de sus
movimientos, se marcha de la habitación, supongo que maldiciendo los huesitos
de sus pies que no paran de sonar como quejumbrosos cuando camina, y que por
más empeño que le ponga, siguen sonando como para despertarme del más hondo de
los sueños. No vuelve hasta la verdad no sé qué hora, cuando por la mañana me
levanto para hacer el desayuno, a veces está en su cama, igual de doblado o
hasta peor, como un gato, o en todo caso aún no vuelve de su travesía al
balcón, donde se droga. Hemos hablado del asunto, que nunca le moleste cuando
esté consumiendo, y que actúe como si no pasara nada, a veces es difícil no
verlo con una mezcla de compasión y repulsión incluso sin verlo, ¿entiendes lo
que digo?, oírlo intentar hacerse pasar como ausente con todos esos ruiditos y
cosas raras que no puede evitar hacer cuando está drogado, es como verlo; y
hacer como si nada, desviar la mirada que cada vez se pega más a su cara
retorciéndose o asumiendo muecas verdaderamente horribles con manos y piernas
contrayéndose, no es tarea fácil, por ratos pienso si debería hacer algo más,
no sé, ayudarlo, ¿pero yéndome, dejándolo, o quedándome y soportándolo todo? Pienso
que también debo estar mal de la cabeza como para vivir en el infierno de otro
como si fuera el mío. Pero bueno, hay comida y techo y puedo vivir con esto, no
para siempre obvio, pero por ahora no tengo otra opción mejor.
Le
preguntaste sobre los tipos de reacciones que tenían los presos durante la
ingesta de drogas en la misma cárcel, dices que primero dijo con respecto de
él, que le sorprendía que incluso afuera, para le gente común como tú, o yo,
fuera cosa sabida el problema de drogas dentro de la cárcel; y bueno, te contó
que un sujeto ni bien le daba el primer toque
se iba enroscando conforme iba consumiendo hasta luego de un par de horas
desplazarse a rastras, con las rodillas como pies y los brazos cubriendo
enteramente la cabeza y rostro, el tronco, en algún lugar entre las piernas y el
cuello, y la voz de ultratumba que solo se hacían palabras para comprar más
dosis al vendedor que a su vez, en su estado de contemplación psicótica, no
veía la hora de ver nacer de esa bola informe y parlante, algún alienígena o
cosa parecida; otro comenzaba a sacudirse de cada prenda, las supuestas arañas
e insectos que trataban de subir por sus piernas; otro que se olía las manos ni
bien terminaba de ingerir su dosis, y las hallaba con hedor a heces, dando
inicio a una desaforada contienda contra una probable fuga fecal en su
organismo sin su conocimiento, por lo que se marchaba a limpiarse y pues si
volvía era a lo mismo, a olerse y volver a irse; mencionó también sobre el tipo
que llenaba hormigas a su cigarrillo para dotarle de cierto sabor exquisito
según él a su droga; se supo, te dijo luego, que hubo una vez un tipo que no
pudiendo más con su adicción comenzó a comerse a sí mismo, primero sacándose
pedacitos de piel, luego haciéndose cortes en los que al tiempo de beber su
sangre iba mordiendo la carne, finalmente lo hallaron con todo el antebrazo
carcomido por sus dientes negros y puntiagudos, que a veces escupía junto a la
flema y que solo eran dos para cuando murió desangrado, dijeron que nunca
pareció sufrir mientras se comía, más bien parecía disfrutarlo. Tantas cosas
que tuvo que contarte si no fuera por la urgencia de su propio consumo, evento
que lo idiotizó y enmudeció hasta lo insoportable. Me dices que le dijiste que
el principal problema de las cárceles en nuestro país es la falta de atención a
la salud mental de los reclusos, pues si no se atiende sus necesidades
mentales, nunca se podrá disponer de acertadas políticas o decisiones en torno
a sus delitos y a su posterior reinserción social; lástima que tal opinión no
fuera tomada en cuenta ni por ti mismo, no me digas que te quedaste a
acompañarlo, ¿y?, cómo es, vamos, ¿nada?, ¿mil veces siquiera?, así volverse
adicto parece tan difícil, bueno, cuenta más…
Estaba
duro, como ellos dicen, pero en
realidad estaba constricto, como si algo tirara de mí hacia dentro, siendo por
momentos, insoportable la sensación de presión hacia el centro. Además de la seca claro, como si hubiera echado un
puñado de polvo a mi boca en pleno desierto del Sahara; seca que según dicen,
es tan común como el humo que necesariamente el viento toma para sí. Pero lo
más recurrente es la paranoia, por todo y a casi todos de la misma forma,
variando solamente en grados de intensidad; el miedo puro hasta de los
pensamientos circulando en la cabeza, pensamientos nocivos que sin motivo
racional y hasta por pura reacción a la hipersensibilidad arraigada en psicosis
obsesiva por el miedo de cualquier índole y bajo cualquier circunstancia y/o
pretexto, se hacen peligrosos y de alto riesgo. El resto, pura estupidez,
incapacidad para enhebrar palabras y corresponder charlas, torpeza física en
demasía, como si el mundo te hubiera quitado las amarras y estuvieras a las
tres de la mañana, en altamar, a oscuras, en aguas heladas, desnudo y apoyado con
un brazo en un pequeño leño podrido del barco que fuiste, tuviste, o pudiste
ser. Demencia, uno siente la locura de volverse loco clínicamente, y en ese
sentir radica al tiempo que la emoción por las emociones fuertes, el
sufrimiento por no poder controlarlo, por no poder saber cuál fondo elegir como
definitivo, y es que la sensación de caer es tan real, que los vórtices a los
que de pequeño me caía en el umbral del sueño, son como caricaturas de lo se
experimenta con la ingesta de esa droga. Ya no me interesan sus modos a nivel
orgánico, me tienen sin cuidado, solo uno que otro malestar como la cefalea, o
pulsos bajo las costillas, o los dientes cada día más roídos y amarillos
oscuros; por lo demás solo la involución de mi resistencia al respecto y los
lapsos cada vez más duraderos de estar sin saber por qué, caminando sin rumbo,
despojándome sin motivo, de mis prendas, o dando volteretas consecutivas y
maniacas a cada segundo, mientras me desplazo, a mis espaldas, tratando de
verle la cara a mi muerte, que sé, es quien me sigue con pisadas más fuertes
conforme camino sin darme cuenta de ello.
Ya
no tienes que hacer tantas preguntas, ya estás acá, solo mírate y recaba en ti,
olvida eso de registrarlo, ¿para qué? No tiene ninguna importancia, es un
secreto a voces, y la vergüenza ajena que fácilmente pudieras sentir desde
afuera, ahora que estás con nosotros, tendrás que convertirla en orgullo
mórbido o morirte con ella. Olvida tener que saber detalles, a nadie le hace
falta saber de las miserias humanas, o bueno, a muy pocos les interesa, porque
no tiene finalidad práctica, ¿o qué? ¿Piensas crear un antídoto, eres
científico acaso? No te molestes, aquí solo tienes que preocuparte por
sobrevivir, tu miseria es el aire que respirarás, y el del resto, el aire que
habrás de compartir con ellos. Esta sala por ejemplo, somos treinta, contigo
treinta y uno, no tenemos baño, me cuentas sobre Garan… ¿qué? Garandiru claro,
yo creo que la realidad supera a la ficción, mira al Chancrótido meando junto a su cama, es que no tiene otra opción;
digamos que voy y le saco la puta a golpes por haberlo hecho, él bien gracias,
dormirá una buena siesta por mis puños y de todas formas se orinará, no solo en
el piso, sino en cualquier otra cosa donde deposite su cuerpo y no solo eso, su
asquerosa sangre morada y los mocos verdosos que le salen cuando le da por
llorar cada que le pego, no, qué espectáculo; entonces para qué, sé que la
pestilencia jode a todos, por eso utilizamos botellas, pero nada podemos hacer
con respecto de nuestras miserias. Cuánto nos gustaría ser distintos…no, estoy
expresándome mal, cuánto les gustaría a los de afuera que fuéramos distintos. Olvídate
del asunto y coge tu escoba y tu trapo, es hora de hacer limpieza en los baños
de toda la prisión.
Ok,
pero que alguien me quite las malditas cefaleas por lo menos, pesadillas o lo
que sea que son, estoy harto. ¿Cuáles? Éstas:
PESADILLA
DEL REO N° 675
Iba relatándome alguien que
supongo haber visto en mi rutina diaria, cómo a veces ellos lograban vengarse
de sus celadores cogiéndolos por sorpresa de una manga o de la solapa de sus
uniformes, y tirando de ellos hacia las barras de acero con todas sus fuerzas,
dábanles con lo que se les ocurriera y pudieran con una sola mano, ambos pies,
boca y/o rodillas.
Así, cautivado por la narración y
la pasión con que lo hacía, perdí noción del espacio y creo que a fin de
cuentas, de todo, pues de pronto atravesé una desvencijada puerta* y di con un
adentro...
*Creo que de roble puro, tan
añejo que podía oírse el crujido/alarido y envilecido de un viejo árbol hecho
mueble; poroso hasta la obsesión por ignorar sus rejas (pues tenía varias) y
obstinarse con los dedos jugando ida y vuelta, entra y sale, a través de ellos;
macizo como la roca y oscuro como el lecho de un pantano.
Todo a oscuras, sin oportunidad
para las sombras en plural, una sola: la del narrador todavía para mí:
inconsciente, incorpóreo, asido no sé bien si de las barras de la puerta o de
las hebras de madera que la porosidad formó en el roble. Y yo cada vez más
adentro del ¿claustro, cueva, túnel? Ya ni sé pues estoy tomando asiento muy
lejos de la puerta, sobre una enorme piedra cúbica, más grande de lo que pude
ver y saber por el tacto, no por mis ojos (oscuro, muy oscuro, ¿recuerdan?)
pensando si no sería una suerte de punta de iceberg es decir, por su frialdad,
su forma y porque no podía asociar en ese instante otra cosa a la experiencia…
Enseguida o después, ahora sí sé,
casi y/o exactamente, cuando se me ocurre lo del iceberg comienzo a enterarme
de la figura de mi narrador/ex reo: enjuto hasta lo cadavérico, como esas
hebras de madera de la puerta o peor incluso, barbudo de musgo en la cara y de
barba propiamente en la cabeza, como si la tuviera afeitada, hablándome cada
vez más fuerte; al principio quizá por no saber cuán lejos (profundo) me
hallaba de su presunción de cercanía o posibilidad de contacto; pero luego – y
estoy siendo imparcial con la crueldad (¿o naturaleza?) humana, por puro gusto
en el griterío, y más aún, por hacerme daño con su brutal discurso/bramido; y
peor todavía, con la recreación a través de gestos y mímicas de lo que fue
narrándome al inicio, diciendo con tono maligno y contorsionándose todo:
Así y asá, ¿ves?, ¿comprendes
lo que hago, lo que dije y digo?
Simplemente exasperante, como si
alguien con su voz te aturdiera y conforme fuera pronunciando cada sílaba te
asfixiara hasta ya no poder/querer seguir oyendo/resistiendo, haciéndole sentir
a la cabeza como la convulsión al cuerpo del epiléptico en la fase terminal de su
violenta agitación.
Mientras tanto su sombra
alargándose tanto como la intensidad de su histrionismo e histeria,
persiguiendo la invisible silueta de mí sentado en esa piedra o dando truncos
saltos de pescado fuera del agua/luz, tratando con tal frenesí de cogerme para
darle el toque de realidad que faltaba a su recreación/alusión; pero cediendo a
la desesperación ante lo inútil de su propósito/estímulo.
A todo esto, quedarme sentado,
firme y sin tiempo ni espacio, es cuanto decido evacuar lo digerido; fatal
decisión sin embargo, pues estoy notando fuera de mí, algo que sale de mis
adentros, no solo eso, ya saben. Y ya no haciéndolo como un simple mortal; es
que no estoy sentado ni nada parecido, sino soñando y delirando, sudando a
mares por el ajetreo e intensidad de las emociones oníricas, al compás de la
emersión del iceberg sobre el cual estuve pensando y deseando antes de
acostarme leyendo en la página del diario con el planeaba limpiarme, acerca de la realidad
penitenciaria de nuestro país… “Cárceles del infierno” recita el título y no
puedo sino tirar de la cadena perpetua y ahorrarme cefaleas pagando un delito
inexpugnable y desconocido para el yo de mis pesadillas.
¿Entienden mi queja verdad? Ya
pues, hagan algo entonces. Yo cómo desde este agujero. Ahí está pues, no
pensaron en eso, creyeron que encerrándonos se acababa el asunto, ya ven que
no, tenemos derechos, seguimos siendo seres humanos, ¿les queda claro?
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