miércoles, 5 de febrero de 2014

VORÁGINE



Jamás, nunca hice nada que pudiera conllevarme a líos con la justicia, esto es un completo error, venganza de mis acreedores ante la bancarrota que me arruinó. Siempre he sido ciudadano modelo de conducta y acato. Yo qué sé el tipo de infierno que hay ahí dentro, no me incumbe ni interesa pues yo me iré antes de que cante el gallo, mis abogados se están encargando de todo, ¿tú sabes quién soy yo? Te digo que no, ni por cultura general, no me interesa sencillamente. No estoy molesto, solo que no me gusta que se refieran a mí como un recluso, no lo soy, es decir, no soy un delincuente, y si tanto insistes, está bien, especularé: yo creo que la gente, de antemano lacra, que está en las cárceles, se merece castigos peores, es cosa sabida por medio planeta que aquí adentro no es sino una temporada de alojamiento ceñido a ciertas normas fantasmas que hay que costearse uno mismo, temporada unas veces vivida como vacaciones, deben trabajar o hacer algo, ellos, los presos. No digo que sea algo fácil, pero se puede. No creo,  por qué habrían de hacer eso esos grandes hombres de poder que usted menciona; en nuestro caso es pura corrupción del gobierno de turno; y la mala pata de creer que una cárcel reforma, no amigo, la cárcel no sana, solo condensa, afuera estallan, pero bueno, en cuanto salga podemos conversar de esto con más soltura, yo ya me voy, le aseguro que esta noche no dormiré más en esta olla de insectos; ¿no cree lo que digo, piensa que me podriré como tal vez usted lo haga aquí dentro verdad? Cuán equivocado le demostraré que está, pronto recibirá cartas de mí, pero desde afuera, no olvide leer el remitente, Lic. Estevarría, sociólogo, educador, ya sabrá de mí joven.

Lo peor es que dice no recodar nada; no es que desconfíe de él, pero por qué no, si yo hubiera estado en sus zapatos sé que la cosa salía peor; mejor para mí. Casi lo lapidan la cuadra entera, si no llegaban los de seguridad ciudadana lo quemaban vivo. Debe estar ahora en la carceleta del Poder Judicial, hecho un amasijo de preocupaciones y mortificaciones, y de dolo cómo no. Lo último que le dijo al que me contó, fue que todo es por culpa de la maldita droga, aunque sea contradictorio para su sentencia personal, que estuviera totalmente ebrio y pasado de vueltas cuando cometió el crimen; mañana supongo que lo bajan, de manera que por la tarde podré visitarlo en su celda, es mi amigo de colegio, lo estimo mucho, es una pena (y a la vez una alegría) que haya caído en cana, ¿pero así es la vida no? Bueno, para algunos. La pederastia, qué puedo decir: lo peor que un hombre puede cometer, y no es porque sea muy allegado de los niños, sino que a mí personalmente me parece que las mujeres hechas son pues lo que un hombre cabal necesita, en toda su vellosidad, voluptuosidad y sensualidad que ellas puedan desarrollar. ¿Pero peladas?, ¿oliendo a orines o colonia infantil? ¿planas, sin relieves importantes?, no, paso, no conseguiría excitarme ni así estuviera muy necesitado, definitivamente, esa gente está zafada, habría que castigarlos y a la vez tratar de curarlos. A mi colega no sé lo que le espere, ojalá no lo sodomicen ni le den mucho tiempo como para que se sugestione existencialmente con su supuesto no crimen y haga del resto de su vida, tortuosa penitencia que probablemente devenga en la realización objetiva y a voces de un crimen peor, aún en el plano de la suposición.

Yo no tengo la culpa, ella sabía con quién se metía, qué tal concha decirme ahora que le molesta esto o el otro. No, ella está mal, yo sé todo lo que dice saber y sé que está equivocada, no sabe ni mierda. Pero yo qué tengo que ver con sus miedos de mujer, huevadas, si quiere que se largue. ¿Ahí está ves?, no puede, no quiere, ambos en simultáneo, mientras mi comida y mi droga esté puntual como acordamos, a las cuatro en punto todos los días, no me hago problemas, ella tiene que darse cuenta, o qué, o es que prefiere que me ponga gris, rabioso y jetón, ah, la mato con las mismas, vuelvo a cana y me pudro el resto de mis días; por eso mírala, se larga haciéndose a la cojuda, al rato vuelve y caleta se acuesta creyéndome dormido, es cuando me rio en silencio, tapando con mi puño cerrado la boca y doblando las rodillas hacia mi pecho, riendo no sé bien si de su majadería o de hacerle creer tan fácilmente que duermo. Anoche le dije pues, que no pasa nada, y ella dale con el miedo a supuestos agentes de inteligencia que nos siguen, que saben todo, ¿qué todo a ver?, no tenemos nada que ocultar, no estamos violando ninguna ley, solo usamos el derecho a la autodestrucción, y eso, solo yo, de qué tiene miedo, no la entiendo, y sigue con la cantaleta que no esto, o el otro, ya llega al pincho. Caramba, cómo te explico, estoy en el infierno ya, donde tengo todas mis perversiones, placeres, etc. pero sin algo que a veces siento me hace claudicar y morir de a poquitos, la ausencia del amor, no amo, no puedo amarla. Claro, en parte por la droga y en parte porque simplemente nunca hubo nada. Seguí, porque tú sabes cómo es esa droga, seductora, fascinante, exclusivista, degenerante, corrosiva y letal finalmente. A Rebeca la extraño tanto que mejor hablemos de otra cosa. ¿La hija de ella?, todo bien, tiene doce, se entiende bien conmigo en positivo y negativo, no se hace problemas y eso es lo que más me agrada; si me ve mordiéndome las orejas me dice te ves gracioso y se marcha corriendo, sin increpar ni hurgar donde no le importa, prudencia, eso es. Nada que ver, ¿cómo crees, tú estás loco no?, es una niña, jamás, ahora que cuando arribe a los dieciocho no sé… mi opinión siempre será paterna, punto. Ya debe llegar, esperémosla, a ella misma le preguntas y sacas tu línea. Ahí está, ¿está tocando oyes?


Una cosa sería decirle irónica al apuesto joven amigo del Bocas, que no me importa el maltrato del que soy víctima porque lo amo, y olvidarme de asunto escurriéndome entre las risas, incluyendo la mía, hacia mi habitación, pero no, ahora quiero decir que detesto lo que hago, pero sobretodo odio tener que soportar sus desaires, burlas, desméritos, aires de grandeza, actitud déspota; y sí lo hago y tal vez  siga haciendo es por mi hija, como cualquiera, de modo que me importa un pito lo que se piense al respecto, la vergüenza para mí ya no existe, junto con ciertas esperanzas, las perdí durante mi estancia en la cárcel.  Claro que sabía con quién me metía, claro que sabía, me cree idiota, bien por él, sé lo que soy, eso me basta. Cómo se molesta, mira, pero cuando él agrede, que conchatumare esto o hijoeputa el otro, ahí sí, hay que estarse de buen ánimo y tomárselo con gracia, sino eres una resentida, que ni entiendo lo que me quiere decir y me molesto, y luego, cuando ve que no funcionan sus alegatos, ven godita, mi chanchita, te amo, y como tampoco funciona, ¡lárgate mierda, india burra, lárgate!  Yo me voy igual, cuando vuelvo está en su cama (porque dormimos separados como verás), totalmente doblado, como un feto, respirando afanoso, como si no pudiera hacerlo, y cómo no, si se tapa hasta la cara con sus seis frazadas, y espera a que me acueste y haga como que duermo, respirando lento y sin moverme, entonces lentamente descubre primero su cara, luego, sintiendo su expectación extremada hacia mí, descubre uno a uno los cobijos del resto de su cuerpo, mueve sus piernas hacia el piso con la paciencia de un anciano paralítico, donde con el mismo cuidado, ubica sus sandalias, las calza y luego de varios minutos, durante los cuales es inevitable no ceder al sueño ante lo lerdo de sus movimientos, se marcha de la habitación, supongo que maldiciendo los huesitos de sus pies que no paran de sonar como quejumbrosos cuando camina, y que por más empeño que le ponga, siguen sonando como para despertarme del más hondo de los sueños. No vuelve hasta la verdad no sé qué hora, cuando por la mañana me levanto para hacer el desayuno, a veces está en su cama, igual de doblado o hasta peor, como un gato, o en todo caso aún no vuelve de su travesía al balcón, donde se droga. Hemos hablado del asunto, que nunca le moleste cuando esté consumiendo, y que actúe como si no pasara nada, a veces es difícil no verlo con una mezcla de compasión y repulsión incluso sin verlo, ¿entiendes lo que digo?, oírlo intentar hacerse pasar como ausente con todos esos ruiditos y cosas raras que no puede evitar hacer cuando está drogado, es como verlo; y hacer como si nada, desviar la mirada que cada vez se pega más a su cara retorciéndose o asumiendo muecas verdaderamente horribles con manos y piernas contrayéndose, no es tarea fácil, por ratos pienso si debería hacer algo más, no sé, ayudarlo, ¿pero yéndome, dejándolo, o quedándome y soportándolo todo? Pienso que también debo estar mal de la cabeza como para vivir en el infierno de otro como si fuera el mío. Pero bueno, hay comida y techo y puedo vivir con esto, no para siempre obvio, pero por ahora no tengo otra opción mejor.

Le preguntaste sobre los tipos de reacciones que tenían los presos durante la ingesta de drogas en la misma cárcel, dices que primero dijo con respecto de él, que le sorprendía que incluso afuera, para le gente común como tú, o yo, fuera cosa sabida el problema de drogas dentro de la cárcel; y bueno, te contó que un sujeto ni bien le daba el primer toque se iba enroscando conforme iba consumiendo hasta luego de un par de horas desplazarse a rastras, con las rodillas como pies y los brazos cubriendo enteramente la cabeza y rostro, el tronco, en algún lugar entre las piernas y el cuello, y la voz de ultratumba que solo se hacían palabras para comprar más dosis al vendedor que a su vez, en su estado de contemplación psicótica, no veía la hora de ver nacer de esa bola informe y parlante, algún alienígena o cosa parecida; otro comenzaba a sacudirse de cada prenda, las supuestas arañas e insectos que trataban de subir por sus piernas; otro que se olía las manos ni bien terminaba de ingerir su dosis, y las hallaba con hedor a heces, dando inicio a una desaforada contienda contra una probable fuga fecal en su organismo sin su conocimiento, por lo que se marchaba a limpiarse y pues si volvía era a lo mismo, a olerse y volver a irse; mencionó también sobre el tipo que llenaba hormigas a su cigarrillo para dotarle de cierto sabor exquisito según él a su droga; se supo, te dijo luego, que hubo una vez un tipo que no pudiendo más con su adicción comenzó a comerse a sí mismo, primero sacándose pedacitos de piel, luego haciéndose cortes en los que al tiempo de beber su sangre iba mordiendo la carne, finalmente lo hallaron con todo el antebrazo carcomido por sus dientes negros y puntiagudos, que a veces escupía junto a la flema y que solo eran dos para cuando murió desangrado, dijeron que nunca pareció sufrir mientras se comía, más bien parecía disfrutarlo. Tantas cosas que tuvo que contarte si no fuera por la urgencia de su propio consumo, evento que lo idiotizó y enmudeció hasta lo insoportable. Me dices que le dijiste que el principal problema de las cárceles en nuestro país es la falta de atención a la salud mental de los reclusos, pues si no se atiende sus necesidades mentales, nunca se podrá disponer de acertadas políticas o decisiones en torno a sus delitos y a su posterior reinserción social; lástima que tal opinión no fuera tomada en cuenta ni por ti mismo, no me digas que te quedaste a acompañarlo, ¿y?, cómo es, vamos, ¿nada?, ¿mil veces siquiera?, así volverse adicto parece tan difícil, bueno, cuenta más…

Estaba duro, como ellos dicen, pero en realidad estaba constricto, como si algo tirara de mí hacia dentro, siendo por momentos, insoportable la sensación de presión hacia el centro. Además de la seca claro, como si hubiera echado un puñado de polvo a mi boca en pleno desierto del Sahara; seca que según dicen, es tan común como el humo que necesariamente el viento toma para sí. Pero lo más recurrente es la paranoia, por todo y a casi todos de la misma forma, variando solamente en grados de intensidad; el miedo puro hasta de los pensamientos circulando en la cabeza, pensamientos nocivos que sin motivo racional y hasta por pura reacción a la hipersensibilidad arraigada en psicosis obsesiva por el miedo de cualquier índole y bajo cualquier circunstancia y/o pretexto, se hacen peligrosos y de alto riesgo. El resto, pura estupidez, incapacidad para enhebrar palabras y corresponder charlas, torpeza física en demasía, como si el mundo te hubiera quitado las amarras y estuvieras a las tres de la mañana, en altamar, a oscuras, en aguas heladas, desnudo y apoyado con un brazo en un pequeño leño podrido del barco que fuiste, tuviste, o pudiste ser. Demencia, uno siente la locura de volverse loco clínicamente, y en ese sentir radica al tiempo que la emoción por las emociones fuertes, el sufrimiento por no poder controlarlo, por no poder saber cuál fondo elegir como definitivo, y es que la sensación de caer es tan real, que los vórtices a los que de pequeño me caía en el umbral del sueño, son como caricaturas de lo se experimenta con la ingesta de esa droga. Ya no me interesan sus modos a nivel orgánico, me tienen sin cuidado, solo uno que otro malestar como la cefalea, o pulsos bajo las costillas, o los dientes cada día más roídos y amarillos oscuros; por lo demás solo la involución de mi resistencia al respecto y los lapsos cada vez más duraderos de estar sin saber por qué, caminando sin rumbo, despojándome sin motivo, de mis prendas, o dando volteretas consecutivas y maniacas a cada segundo, mientras me desplazo, a mis espaldas, tratando de verle la cara a mi muerte, que sé, es quien me sigue con pisadas más fuertes conforme camino sin darme cuenta de ello.

Ya no tienes que hacer tantas preguntas, ya estás acá, solo mírate y recaba en ti, olvida eso de registrarlo, ¿para qué? No tiene ninguna importancia, es un secreto a voces, y la vergüenza ajena que fácilmente pudieras sentir desde afuera, ahora que estás con nosotros, tendrás que convertirla en orgullo mórbido o morirte con ella. Olvida tener que saber detalles, a nadie le hace falta saber de las miserias humanas, o bueno, a muy pocos les interesa, porque no tiene finalidad práctica, ¿o qué? ¿Piensas crear un antídoto, eres científico acaso? No te molestes, aquí solo tienes que preocuparte por sobrevivir, tu miseria es el aire que respirarás, y el del resto, el aire que habrás de compartir con ellos. Esta sala por ejemplo, somos treinta, contigo treinta y uno, no tenemos baño, me cuentas sobre Garan… ¿qué? Garandiru claro, yo creo que la realidad supera a la ficción, mira al Chancrótido meando junto a su cama, es que no tiene otra opción; digamos que voy y le saco la puta a golpes por haberlo hecho, él bien gracias, dormirá una buena siesta por mis puños y de todas formas se orinará, no solo en el piso, sino en cualquier otra cosa donde deposite su cuerpo y no solo eso, su asquerosa sangre morada y los mocos verdosos que le salen cuando le da por llorar cada que le pego, no, qué espectáculo; entonces para qué, sé que la pestilencia jode a todos, por eso utilizamos botellas, pero nada podemos hacer con respecto de nuestras miserias. Cuánto nos gustaría ser distintos…no, estoy expresándome mal, cuánto les gustaría a los de afuera que fuéramos distintos. Olvídate del asunto y coge tu escoba y tu trapo, es hora de hacer limpieza en los baños de toda la prisión.
Ok, pero que alguien me quite las malditas cefaleas por lo menos, pesadillas o lo que sea que son, estoy harto. ¿Cuáles? Éstas:
PESADILLA DEL REO N° 675

Iba relatándome alguien que supongo haber visto en mi rutina diaria, cómo a veces ellos lograban vengarse de sus celadores cogiéndolos por sorpresa de una manga o de la solapa de sus uniformes, y tirando de ellos hacia las barras de acero con todas sus fuerzas, dábanles con lo que se les ocurriera y pudieran con una sola mano, ambos pies, boca y/o rodillas.

Así, cautivado por la narración y la pasión con que lo hacía, perdí noción del espacio y creo que a fin de cuentas, de todo, pues de pronto atravesé una desvencijada puerta* y di con un adentro...

*Creo que de roble puro, tan añejo que podía oírse el crujido/alarido y envilecido de un viejo árbol hecho mueble; poroso hasta la obsesión por ignorar sus rejas (pues tenía varias) y obstinarse con los dedos jugando ida y vuelta, entra y sale, a través de ellos; macizo como la roca y oscuro como el lecho de un pantano.

Todo a oscuras, sin oportunidad para las sombras en plural, una sola: la del narrador todavía para mí: inconsciente, incorpóreo, asido no sé bien si de las barras de la puerta o de las hebras de madera que la porosidad formó en el roble. Y yo cada vez más adentro del ¿claustro, cueva, túnel? Ya ni sé pues estoy tomando asiento muy lejos de la puerta, sobre una enorme piedra cúbica, más grande de lo que pude ver y saber por el tacto, no por mis ojos (oscuro, muy oscuro, ¿recuerdan?) pensando si no sería una suerte de punta de iceberg es decir, por su frialdad, su forma y porque no podía asociar en ese instante otra cosa a la experiencia…

Enseguida o después, ahora sí sé, casi y/o exactamente, cuando se me ocurre lo del iceberg comienzo a enterarme de la figura de mi narrador/ex reo: enjuto hasta lo cadavérico, como esas hebras de madera de la puerta o peor incluso, barbudo de musgo en la cara y de barba propiamente en la cabeza, como si la tuviera afeitada, hablándome cada vez más fuerte; al principio quizá por no saber cuán lejos (profundo) me hallaba de su presunción de cercanía o posibilidad de contacto; pero luego – y estoy siendo imparcial con la crueldad (¿o naturaleza?) humana, por puro gusto en el griterío, y más aún, por hacerme daño con su brutal discurso/bramido; y peor todavía, con la recreación a través de gestos y mímicas de lo que fue narrándome al inicio, diciendo con tono maligno y contorsionándose todo:

Así y asá, ¿ves?, ¿comprendes lo que hago, lo que dije y digo?

Simplemente exasperante, como si alguien con su voz te aturdiera y conforme fuera pronunciando cada sílaba te asfixiara hasta ya no poder/querer seguir oyendo/resistiendo, haciéndole sentir a la cabeza como la convulsión al cuerpo del epiléptico en la fase terminal de su violenta agitación.

Mientras tanto su sombra alargándose tanto como la intensidad de su histrionismo e histeria, persiguiendo la invisible silueta de mí sentado en esa piedra o dando truncos saltos de pescado fuera del agua/luz, tratando con tal frenesí de cogerme para darle el toque de realidad que faltaba a su recreación/alusión; pero cediendo a la desesperación ante lo inútil de su propósito/estímulo.

A todo esto, quedarme sentado, firme y sin tiempo ni espacio, es cuanto decido evacuar lo digerido; fatal decisión sin embargo, pues estoy notando fuera de mí, algo que sale de mis adentros, no solo eso, ya saben. Y ya no haciéndolo como un simple mortal; es que no estoy sentado ni nada parecido, sino soñando y delirando, sudando a mares por el ajetreo e intensidad de las emociones oníricas, al compás de la emersión del iceberg sobre el cual estuve pensando y deseando antes de acostarme leyendo en la página del diario con el  planeaba limpiarme, acerca de la realidad penitenciaria de nuestro país… “Cárceles del infierno” recita el título y no puedo sino tirar de la cadena perpetua y ahorrarme cefaleas pagando un delito inexpugnable y desconocido para el yo de mis pesadillas.

¿Entienden mi queja verdad? Ya pues, hagan algo entonces. Yo cómo desde este agujero. Ahí está pues, no pensaron en eso, creyeron que encerrándonos se acababa el asunto, ya ven que no, tenemos derechos, seguimos siendo seres humanos, ¿les queda claro?



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