Jimmy sospechó con
mayor firmeza y convicción que antes, cuando la única idea era la de irrupción
común de insecto volador en claustro reducido y a causa de agente atractivo y
eficaz para el arribo de tal desagradable ser; sospechó pues que las moscas,
una por circunstancia, eran todas tú. Así de simple. Por lo que rápido
emprendió la caza y en su afán de eliminarlas aplastándolas, movíase como lunático,
dando zancadas, lanzando palmas abiertas con desaforada fuerza al vacío, donde
la estela del insecto sugería su permanencia, y lo casi mágico de su capacidad
de zafarse y salirse con la suya hacían de toda la coreografía en conjunto un
evento casi tan raro como observar a una persona intra-actuando consigo y su entorno sin que ésta lo sepa.
A ti esto no te
importó, sin embargo, casi nada. Pues para que lo sepa Jimmy, no solo en moscas
podías alojarte encarnando forma y cualidades, sino hasta en muros y/o fuego si
es que el caso lo requiriera. Y arrogante, esquivabas como quien juega con un
niño lactante, el lerdo y torpe ataque de Jimmy, zumbando con mayor volumen
junto a sus orejas y nariz, contaminando además con tus patas de silo, todo lo
que pudiera llevarse a la boca.
A todo esto los muros
expectantes, impávidos, añorando el fuego de sus sueños, el que entre brinco y
zanco dejaba bonitos sellos de hollín en su piel de esmalte crema descascarada
y raída, con sus cabellos dorados refulgiendo tierno unas veces y otras
abrazando hasta el carbón más rojinegro. En medio de tanto ensueño, las moscas
posándose sobre el muro soñador con ventana y vista al mar, dándole tregua y
oportunidad a Jimmy, quien con el encendedor hacía sin querer, realidad el
sueño del muro con ventana y mar, mientras encendía el cigarrillo orientado a
reducir la tensión de la infructuosa caza.
Luego, cansada y
aburrida tú, del juego/castigo que das a quien te dejó por otra, dejabas cada
uno de tus alojamientos, incluyendo los muros y el gusto por la vista marítima,
para despertarte en la cama donde junto a ti, duerme aún, angelical e inocente,
el hijo de ambos antes del quiebre.
También él, Jimmy,
ahora que te fuiste, por fin enfila su deseo a las plácidas profundidades de su
lecho, arrancándose raudo la jornada noctámbula íntegra y tirándola al fondo de
la habitación para descalzo y sin remordimientos, darse de lleno a la nada en
el mundo del no sueño.
Raya el alba, su día es
su noche y viceversa, Tú lo sabes, lo soportarías y hasta te acostumbrarías, se
lo dijiste, pero él prefirió otra opinión, por eso harías del resto de sus
noches, vanos intentos de dar caza a un insecto, y al amanecer volverías a tu
condición humana para seguir sufriendo su ausencia y decisión.
Y el fuego entre ambos,
recogiéndose también, sigiloso, entre los poros del muro, quien ya no podrá
saber nada al respecto hasta el crepúsculo, cuando Jimmy volverá a sospechar,
más que hoy, que las moscas y tú algo se traen…o peor, como ya lo pensó cientos
de veces, que las moscas son todas tú.
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