miércoles, 5 de febrero de 2014

BAQUEDANO DECIDE NO CENAR



Una vela dentro de un vaso de vidrio, todo cuanto se tiene para desviar la atención y colgar la voluntad y crear en un instante un mundo con palabras, circunstancia donde vidas dotadas de la capacidad de trascender de la imaginación de alguien capaz a su vez, de crearlas, se hacen realidad mediante la escritura particularmente.

Un vaso vomitando una vela, una noche al filo de su inicio, silencio como telón, las teclas sonando cada vez más alto, hasta el aturdimiento, y ese vaso con la vela casi en su lengua, pero todavía dentro, resistiéndose; enjuga para comunicarse, la cera de su cabeza pidiéndome clemente la deje correr con el fuego de mi dedo índice. Me rehúso, niego a la vela el fuego. Entonces sucede que el fuego salta de mi boca, al parecer estaba escondido esperando pronuncie la A, para saltar, pretende ir de inmediato donde la susodicha, pero mi pie derecho se interpone, mejor dicho se superpone. El pisotón basta para convertirlo en humo, en humito más bien, que agonizante trata de salir al espacio sideral a unirse a sus diosas, las nubes, pero esta vez mi boca, abierta desde esa A hasta el punto D - onde cual Jonás, desaparece entre mis cónicos dientes y al fondo de mi roja cavidad bucal.

Mi amo fuma su pipa, yo descanso a sus pies, trago el humo que trata de huir como dije, y a las velas las ignoro, el fuego de mi dedo ha muerto y dejado una quemadura en forma de F, pero más chiquita, dentro de una O que me duele cuando le digo con la P-unta de un lapicero: ¿hay alguien ahí? Nadie, solo el dolor y la piel chamuscada, negra y sin pelaje.

Me conformaría con que digan ya volverá, pero solo salen y se secan antes que termine siquiera de saludarlos, así de imposibles son los seres en las heridas, para que vean. Bueno, mi amo pone un disco y apaga la luz del hall, se irá a dormir, ojalá, parece ser que olvidará echarme fuera, será cuestión de mantenerme quieto para pasar la noche sobre esta cálida alfombra y verlo transformarse sin temer hacerle daño, mi amo tiene cientos de años y soy mascota desde una oruga hasta la estalactita que fui el verano pasado, mi amo es sencillamente un mago… ¡Oh no, me vio!


Tengo que marcharme. ¿Pulgoso?, ¿perro de mierda? Mi amo está a punto de ser mi cena otra vez, la baba se me chorrea y mis patas traseras se disponen a propulsarme a la caza. Lo veo venir pavoneándose con su sombrero de huesos trenzados a la psicomanía, blandiendo por los aires su estela deliciosa de olor o según dicen, del brillo de la comida; me lo comería, ¡qué dicha si lo hiciera!, así no fuera más que un bocado que no tendría tiempo de darle dentellada alguna, ¡directo al buche! Pero no, mi naturaleza ya saben, además me gustan los humitos, perseguirlos y masticarlos, además si al amo lo digiero, ¿cómo hago humitos? 

No hay comentarios: