martes, 20 de agosto de 2013

Días buenos, día malo, harto de ambivalencias, harto de renuencias

Estamos comprobando que la rueda está en perfectas condiciones, estamos afirmando que ni bueno ni malo la hacemos, entonces puta madre, por qué continuamos con el empeño de asirse de ideas vagas, imprecisas, de figuras en sumo aborrecidas por nuestras mentes, do it y ya nos decimos, nos dicen, como con el pastor mentiroso, déjenme ir les digo, dejen de decirnos esto o el otro, ya no queremos más de nada, no queremos ni podemos con nadie más, ni ellos con nosotros, descansar sin medida hasta ser por lo menos alimento de gusanos o tierra fértil para las flores o el césped o tan solo lodo que la lluvia se encargará de llevar al río y de ahí al mar. Sin embargo siguen los aletazos de ahogado, siguen las historias aunque pequeñas sobre niños, tíos o abuelos, mujeres y noches encalladas en las ganas de componerlas bellas en papel o pantalla de ordenador...


TÍO IGNACIO CASTIGA COMO EL ABUELO

A Cabrera Infante, por sus Bustros


Por la apertura al mundo interno del ser humano, que muchos llaman boca, te introdujiste el paño verde que tía Olga te dio esa mañana no para ese propósito, sino para que limpiaras el polvo que casi sepulta en su totalidad el color de la calva del busto de Bustrófedon, como llama a esa pedazo de yeso amorfo que tuviste que cincelar tratando de rehacer ojos, orejas y boca, a petición del esposo de ella, o sea tío Ignacio; ya que la pobre anciana, su esposa, cada mañana se detiene entristecida a verle el rostro borrado a su querido busto, derruido por la inclemencia del polvo y el tiempo; y como a él que le gusta verla siempre contenta, no señor te dijo/y eso que en noviembre recién cumples doce, o bueno, trece, según Carmen, nuestra prima, la mayor de todos los primos que tenemos por parte del hermano de papá, y la que más te habla, incluso en estos últimos días en los cuales ya cicatriza del todo lo que te hice/Mudar de ubicación tu boca a la garganta me dicen que fue lo peor que se me ocurrió en este invierno donde sentí que con el pequeño orificio que tenías bajo la nariz, terminarías asfixiándote, quiero decir ahogándote, en esta ciudad - acuario que es Lima por esta época del año, y como ya sabes lo mucho que te quiero porque a pesar de todo sigo siendo la extensión de lo que vendría a ser tu hermano/.

Mañana mismo le rehaces los ojos primero, después las orejas a los costados, y no te olvides de la boca, ordenó el anciano tío. Quisiste decir algo a favor de los agujeros de la nariz, pero antes de que pudieras decírselo ya se marchaba apresurado con lo que todavía le permiten sus arqueadas piernas a seguir balanceándose en la hamaca recientemente recompuesta por las mismas manos retirando el paño verde de tu boca, manos pequeñas y por eso mismo, fáciles de introducir libremente de afuera hasta casi el estómago y más adentro, y rascarte suavemente las tripas y a veces un riñón o las páncreas, según me dijiste se llamaban y hallaban dispuestos tales órganos en las figuras de tu libro de Anatomía. En fin, tenías que hacerlo, yo me aburrí con solo imaginar el resto de tu día sumido en tan horrenda y monótona actividad que me fui a liberar al gato del mismo problema con su boca, sin decirte nada, retrocediendo uno a uno mis pasos hasta chocar de espaldas contra el muro y recién entonces girando con mis talones para desaparecer ni bien vi al gato asomándose por la ventana que da al patio y a la hamaca con el tío balanceándose en él. E-M-B-O-S-C-Á-N-D-O-L-O creo dijo el tío se dice. Ya vuelvo, te dije pero no alcanzaste a oír o es que no te funcionó más tu vieja boca, como sea, me fui y mira lo que haces y te pasa:

Antes de hacerlo no pensé ni un segundo en mis motivaciones/Me pregunto si actuar antes de pensar está mal, aunque más me inquieta si estar mal o bien tenga que ver con actuar o pensar, sea cual sea el orden entre ambas acciones/pero entonces veo la mancha beige en el paño; es cuando libero mi mano izquierda del cincel aferrado a ella hasta cuando duermo, para ver afuera en el patio, de qué se trata aquello.

Sarro, hediondo sarro impregnado en todas las paredes interiores de tu organismo, por estar comiendo piedras sin lavarlas o por lo menos triturarlas un poco, dice Tío Ignacio ni bien se acerca a ver qué ando viendo con tanto empeño en lugar de hacer lo que me dijo. ¡Sarro! susurro emocionado, nunca antes me había pasado, es cuando te busco con la mirada para mostrártelo, y como no te veo, corro de prisa hacia el último muro donde te vi dar la vuelta con el gato colgando muerto de tus gruesas y enormes manos, y limpio el paño frotando con frenesí todo ese sarro/Me gusta cómo suena la palabra y por qué negarlo, también como huele, H–I-E-D-E ha dicho tío Ignacio que se dice/. Espero vuelvas pronto y me des tus opiniones al respecto, ya sabes dónde estaré y haciendo qué.


Te cortas el cuello, matas al gato cercenándole también a él el gaznate, te comes el trapo, lo vomitas y enseguida ensucias las paredes, y encima le haces ojos de gallo a Bustrófedon, uno a cada lado, ¿y quieres que te dé propina? Olvídalo, se lo cuento a tu padre y qué sea él quien te castigue como debe ser, igual que nuestro padre a nosotros: sin hamaca ni cincel ni propina todo el fin de semana, ¿te queda claro? ¡Ojalá y aprendas la lección muchacho malo! 

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