martes, 4 de junio de 2013

Quiroga se las cobra toditas

“Año de César Vallejo y del Encuentro de Dos Mundos”

Evaluación final para el curso de Lengua Y Literatura

Rayados 


-SEMIÓTICA DE CONSTRUCCIÓN Y MÉCANICA DE REINVENCIÓN DESDE EL CUENTO “LAS RAYAS” DE HORACIO QUIROGA-

Por: Daphne Mendoza Padilla
 Tercero de secundaria

Citas y subRayas:

Se precisará un estado especial
Una vigilancia enfermiza de los libros como si aquella cosa lúgubre pudiera repetirse. ¡Los libros!...
Bajo y de pelo cortado al rape, que usaba siempre con botines amarillos.
El otro, encargado de los libros, era un hombre hecho ya, muy flaco y de cara color paja. Creo que nunca reírse, mudo y contraído en su Mayor con estricta prolijidad de rayas y tinta colorada.
Alquilado un caserón con sombríos corredores de bóveda, obra de un escribano que murió loco allá.
Poco después comenzaron, cada uno a su modo, a cambiar modo de ser.
La charla delirante, los estornudos de Figueroa, y cada dos días un fulminante y frustrado ataque de gripe.
El vendedor entre las tablas, y Figueroa con su pluma gótica.
Estaba cruzada en todos sentidos de rayas
Me miraron atentos; pestañeo rápido, pero se retiraron sin decir una palabra.
Comenzaron a enflaquecer visiblemente.
Cambiaron el modo de peinarse
Amistad recrudecida; juntos y sin hablar (como las rayas)
No había duda; estaban completamente locos, una terrible obsesión de rayas que con esa precipitación productiva quién sabe a dónde los iba a llevar.
Rayar a toda costa, como si las más íntimas células de sus vidas estuvieran sacudidas por esa obsesión de rayar.
Las rayas se cruzaban vertiginosamente, apretándose de tal modo al fin, que parecía ya haber hecho explosión la locura.
Y doblándonos, vimos en el agua fangosa dos rayas negras que se revolvían pesadamente.

Y para reforzar lo subliminal de mi propósito, a continuación, esto de Walser señor profesor:
Para el autor de estas líneas hubo un momento en que, en efecto, se vio preso de una terrible, de una espantosa aversión hacia la pluma, un momento en que estaba tan harto que apenas soy capaz de describirlo, en que, por poco que empezara a utilizarla, se convertía en todo un estúpido y, para librarse de este tedio de la pluma, empezó a lapicear, a esbozar, a garabatear.

 No es que quiera actuar como rayada, ya que el término en nuestro medio alude a un energúmeno en lugar de un artista fanático; pero bueno, he ahí mis consideraciones al respecto, lo resaltado es lo que me interesa, lo citado es para usted, es decir, para el curso, que aunque no venga al caso decirlo, ando al filo de perderlo por cuarta vez. Sabe, no tengo excusas para mis prolongadas ausencias, mi eterna ausencia en realidad, mas bien tengo argucias, así como lee; por ejemplo en casa, como usted sabe, las cosas no andan tan bien, por un lado, el que da al jardín, la habitación de papá lacrada por dentro y él encerrado desde hace seis meses sin que nada podamos hacer contra la niebla de humo que se empeña en producir quemando sus papeles, su ropa, sus barbas, sus heces, todo! Y por otro, el que da a la calle, la de mamá, donde no para ella de hilar, tejer, enhebrar, como sea que se llame esa necia actividad de hacer ropa, imagínese, ropa, ¿para quién diga usted? No es que el frío sea mi mejor aliado contra toda esta ¿violenta realidad?, pero de algo estoy segura, no voy a tolerar más el hedor ni las prendas ni una noche más, me largo hoy de casa, luego de clases, y ya que perdí también yo el sentido de esta evaluación, pues es obvio que a donde voy no hace falta aprobar cursos de literatura ni sentir frío, ni cosa parecida –no voy a morir si es lo que cree- , me voy al sur, tomo el autobús de las cinco y parto, antes una última cosa: ¿Verdad que Quiroga se las cobra toditas al infortunio a través de cuentos como ése?







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