A instantes, a segundos sin causa, impúdicos desvaneciéndose, nada, y en sus ojos la sombra del pensamiento flagelo de no querer subirse al avión; no me importa perderlo todo, no subo a esa cosa otra vez. A Juliet le dijeron, le advirtieron siempre que podían verla cruzar la calle claro, envuelta en su colcha marrón, arrastrandola mas bien: No cabía posibilidad alguna de saber qué harían, por una lado el hechizo, las ganas de haberlo, por otro la nostalgia de lo gris, de la burbuja submarina, la lata donde te metías y hundías semanas enteras en ese charco. Desvariar, ideas como municiones disparadas a demencia, luego tal vez algo, ordenarlas, hacerles dibujitos, sátira de sus mensajes o simple conversión a puente o medio para hilvanar algo, algo como qué, ya se vería. A Billy m le pasarían la voz al bajar por Humbolt, cerca del Busto a Cerfer, esa mierda de mole, de paloma y brisa marina. Todos juntos más abajo, en la autopista, sin saludo alguno, lo que suceda no contempla el plan, mas de surgir la posibilidad de estar disponible para la siguiente fase, quizá cuerdas u hojala propulsada y uno cabalgándolas, y uno o dos, depende, se establecerían categorías. Por otra parte, está lo de el transporte de los instrumentos, las largas horas de corrosión en el espacio, viajando, pone en riesgo la integridad de los mismos; de hecho están ya jodidos, pero no por eso dejaré llevármelos. Voy.
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