martes, 23 de abril de 2013

NEW GOOD BYE KITTIE

Adiós Lisbeth. Ya me voy. Nada me ha satisfecho como un instante de seguridad por tener los pies sobre la tierra, y no levitantes como siempre...Mis castillos de arena se fueron al carajo, he vuelto sobre mis pasos buscando un lugar, un punto donde echarme y olvidarme de todo, pero no hay ninguno, todo ha sido una mierda, puro desacierto, puro mentalizar positivo, anoche te oí sabes...desde mi locura caótica, te oí, sonaste a silencio, el redoble de tu perfume y la estela de tu nombre yéndose, haciéndose suspiros que pronto desaparecieron....

Con Humberto confirmé algo enhorabuena: hallarlo al acudir a su llamado de auxilio a las 2am, puro magnetismo tóxico, en un estado bastante parecido a lo que se llama imposible: desnudo en la azotea, saltando la fogata hecha de los muebles de su casa....ha enloquecido totalmente.....me dio la última de mis penas y solo atiné a sonreír complacido con la concreción de mis expectativas, gracias y por culpa de este camino, uno tiene la posibilidad de ver la mierda detrás de lo que superficialmente ves...Mi pie siempre  dubitativo supo más que mi emoción ciega que necia trataba de embadurnar la fachada del muro de los lamentos, sobre el por qué de esas palpitaciones con respecto de mí, de ti, de lo que podría yo hacer o dejar de hacer, o ser, una mierda Lisbeth....no lo logré....desde los 7 que me fui al colegio y empecé esta carrera contra la soledad, contra la resignación, he notado que me salí del circuito de competencia, perdí noción de todo lo que vine a hacer, si estoy escribiendo es porque de no hacerlo el moho borrará mis dedos...mis ojos ya están secos, mis labios...un tajo bajo la nariz.....feo?,jajaja, si supiéramos qué es bello podríamos saber de lo feo, pero esa cuestión ya no atañe a cuerpos sin savia....sin sin, sin...............Humberto me dijo: eso que veo que hubo alguna vez en tus ojos, ves que tampoco yo lo tengo?, y aun así podemos contemplar extasiados, sin apuros ni rabia ni sentimientos ajenos, el espectáculo de la miseria humana, desde la miseria misma, desde lo humano como central nuclear 
...animales?....salvajes!.... No bastó un cuerpo, nunca bastaría...... Estallarlo fue digamos, lo peor, lo mejor?, para quién.... pura mierda, preguntas, respuestas, afirmaciones, sentencias, me dejas, te dejo, te vas, me voy, vuelves, vuelvo, miras, desmiras, amas desamas y siempre, siempre, habrá sobre la ignorancia de la gloria, de lo eviterno, un pedazo de mí, un instante de mis palabras buscándose entre sí....confundidas pero radiantes de poder.....nulidad....reducción....bueno, se acabó el show............BE HAPPY...........Por cierto......Ciudad Constitución te dice algo?.........ya te dirá...........tssssss. cerritos, callecitas, gentecita, libracos, amorcitos, no basta, no basta.......................escritorcitos, jajajaja, nada existe, todo un vil engaño, todo era mentira, todo, me llamo Ronny, tengo 26 y estoy muerto desde hace 5.....te maté cuando llegué ese viernes a casa y comprobé lo inútil de la rehabilitación, y de todo lo que nos interesó..., no lo recuerdas?.......ahora vas a llorar, implorar....vas a gritar, mira, te voy a dejar sola, apagaré la luz, no volveré nunca, te pudres acá, tus  huesos también, sobre el cemento, sin sepultura, ah, y antes que lo olvide,....yo también te amo.......

miércoles, 17 de abril de 2013

SENTENCIA




Para Jaav Pierre, Reptiliano nato

Ya no había segundo en el cual dejara de pensar en lo que experimentaría y seguiría al morir, con tal ahínco que le daba miedo incluso dejar de hacerlo, creyendo en vano que tal evento podría tener una oportunidad con el fracaso, es decir, con su no muerte. Albergando en su mente tal pensamiento que le infundía algo de sosiego y morbosa esperanza, como si viera  a su esperanza de supervivencia esbozar una mueca sonrinolente; pero por lo demás era inconcebible separar de ahora en adelante a la muerte de sus planes más cercanos, no gozaba más de la irresponsabilidad general que tiene la gente con su no muerte, tendría que enfrentarla como en un duelo al que iría sin arma alguna.
Lo trasladarían muy pronto al penal, solo era cuestión de que lunes llegara con su habitual modorra para que el rechoncho y calvo juez dictaminara la sentencia final, mientras tanto sus manos inquietas iban de la banca a sus pómulos, de su cabeza al muro y luego a encontrarse entre ellas y frotarse vehementemente en pos de calor, sosiego o quién sabe qué aparte de hacer dilatar el tiempo hasta desaparecer de su percepción, cosa que sería mejor en su situación, donde cada segundo transcurrido era una puñalada a su equilibrio mental, su mesura, su cordura… era insoportable, sentía estallar una bomba de clavos dentro de su cabeza
La lluvia parecía arreciar violenta allá afuera, pero él no podría verla nunca más, moriría además sin poder embadurnar sus botas con el glorioso barro poblano donde sus ancestros se anclaron hasta su generación. Esto era la fatalidad absoluta, de modo que no era perder la casa, o el trabajo, o la mujer, se trataba de la libertad, y claro, también estaba la vida, pero sin libertad, de qué servía la vida más que para sentarse y podrirse lentamente. Lo más preciado del hombre es su capacidad para desplazarse, hacer y ser lo que él decida, pero en el forzado encierro, justo o no, desaparecía el derecho inherente a la condición humana, todo se tornaba absurdo; ya no tenía sentido ni siquiera soñar, mucho menos hacer planes, o tan solo imaginar, nada tenía el más mínimo propósito o chispa de voluntad, el futuro hecho pedazos, la certidumbre del final aclarada al punto de dañar la conciencia.
Le dirían lo inapelable, su condena, y para entonces, lo único que tenía pensado como escudo ante la desesperación, era mostrarse indiferente, con un gesto de total desapego por cuestiones definitivas como ser sentenciado a ser ejecutado, gesto que incluso podría tornarse soez insulto a quien osase preguntarle sobre su crimen, como si no importara nadita saber que morirá sin más consideraciones que decírselo frente a un jurado y demás gente que nada tiene que saber al respecto. Sin embargo el miedo que parecía invadirlo totalmente desde los pies hasta la coronilla, le hacía temblar, sudar, llorar a mares, transportándolo con la memoria a los brazos delgados de su padre que constantemente se obstinaban contra las cuerdas de una guitarra que jamás lograba arrancar sonidos gratificantes almenos para sus oídos,sus juegos que constituían un légamo misterioso al disfrute de cualquiera, inclusive los suyos, saltar como cabra sobre raíces gigantescas de eucaliptos arrancados del todo para la construcción de carreteras, o arrojarse discos de plásticos aludiendo a viejos juegos mayas; también sus enseñanzas durante sus travesías en el campo, sobre cómo algunos insectos iban dejando algunos hábitos para adaptarse a otros, debido a condiciones incluso menos favorables para ellas a causa de los obstáculos que solía fabricarles él mismo, como ponerles un bidón de ácido al goteo cerca de sus guaridas, obligándoles a bien mudarse o tolerar la sustancia y hacer de ella hasta su alimento; le mostró grillos que nadaban en kerosene o sapos capaces de soportar explosiones de hasta cincuenta cuetecillos en su boca, tan solo recubriéndolos con una delgada capa de silicona líquida. Recordaba también cuando juntos lanzábanse a cazar pichones con perdigones lanzados con propulsores caseros, o su casa de adobe de la época colonial con tejado ocre, donde recuerda halló una curiosa ave de la que a nadie dio mayor razón debido a lo extraordinario de su rareza, esto en parte porque su padre permanecía si bien la mayoría del tiempo atento a sus deberes de padre, asistencia y esas cosas, a veces parecía ensimismarse y se encerraba en su habitación durante largas horas en las que el mutismo absoluto asolaba la atmósfera dotándole un perturbador sonido agudo más allá de lo perceptible, pero dañino, como si con electrodos perforaran la cabeza de oreja a oreja; y también porque  en su niñez el contacto y descubrimiento de seres ajenos a su cotidianeidad le eran tan frecuentes que consideraba que los misterios del mundo eran tan habituales como la llegada del sol cada día, no poseía la delgada telita que cubre la visión normal del mundo tal como real y alternamente los es, asumía todas las posibilidades ilimitadas de realidad comoverdaderas, se las creía todas por así decirlo, consideraba extraordinario la simple apreciación de un tornillo desencajado de su cavidad, le parecía maravilloso poder contemplarlo, metálico, ligeramente torcido, con sus ranuras finas y su aspecto corroído, sumergido en la madera casi hasta la cabeza, como si se tratase de un sujeto tratando de salir de alguna ciénaga, a punto de sacar los brazos y estirar la voz para pedir auxilio.
Con esta, digamos cualidad, en materia de animales, solía hallarlos a todos tan extraños que la fascinación era lo único que su mente y cuerpo experimentaban ante cualquiera que pudiera presentársele, por eso cuando una tarde sombría en la que no pudo echarse a andar entre los densos matorrales para cazar con su resortera cualquier cosa que se moviera entre las ramas, o hurgar con narices y todo bajo las piedras o entre los recovecos más insólitos, se le ocurrió subir al tejado e ingresar al palomar, desde donde parecía surgir desde días antes los chillidos de algo que definitivamente no era una paloma; así, empecinado en saber a toda costa de quién se trataba, alargó su infantil cuerpo y reptó vigoroso hasta chocar con su cráneo contra el límite del palomar, donde la oscuridad era absoluta, precisa para darle utilidad al tacto y la valentía, pues era tan posible hallar al misterioso ser como dar con una peluda y venenosa tarántula que podría hacerle pasar un mal rato de dolor intenso.
Como quien busca sus zapatos en la oscuridad, palpó en diversas partes que su ubicación le permitía, y luego de estrujar plumas, excremento de palomas y uno que otro pichón muerto, se dio con una extraña forma de diamante, de consistencia corrugada y áspera, era la terminación que conducía a través de una especie de manguerilla, más parecida a una pata de ñandú, hacia algo mucho más grande y extraño. Confundido, porque miedo jamás aprendió a sentir, salvo cuando su padre se encerraba y creía que la soledad lo devoraría cuando ese no sonido se iniciaba, haciéndolo humo y perdiéndolo en lo desconocido, decidió ser prudente y retirar la mano y darse para atrás, evento que hubiera aliviado a cualquier padre, mas no era su definitiva decisión, pues una vez liberado del palomar, armóse de picahielos, soguillas y linterna para volver a la misión que le permitiría saber de quién se trataba aquella cola, pues estaba claro que lo era, el rabo de algo que pronto descubrió.
Logró saber sobre el hallazgo, a juzgar por los detalles palpados, que se trataba de un Dimorphodon, extraña especie de dinosaurio volador extinto hace millones de años. La sorpresa era tanta como lo era su fascinación, por consiguiente depositó todos sus esfuerzos en documentarse más acerca del animal para cuando le diera caza, saber qué clase de mascota criaría en adelante. Decidió adoptarlo, no había otra opción, la única forma de hacerle afrenta a la soledad era inventándose hallazgos e inclusive creándolos, y si sucedían en realidad, mejor, Él adoraba a los dinosaurios, es más, sintió en adelante que en el fondo era uno de ellos camuflado en el cuerpo de un niño, esto último le producía sendas exaltaciones del ánimo, sentía que llegaría su momento de salir de su caparazón humano.
Se informó que una tal Mary Anning, allá por el siglo diecinueve había hallado cerca de su casa los fósiles de uno de estos animales, acerca del ejemplar hallado por la inglesa señora, decía el libro, teníaun metro y cuarenta centímetros, databa del periodo jurásico y líneas más abajo uno que otro detalle sobre su fisonomía, como que tenía el pico bastante similar al de un tucán gigante y que con sus garras lograba asirse de las rocas mientras no volaba; imaginó un gigantesco cocodrilo pegado a la pared de su habitación, enjugado en sudor por no lograr trepar a causa de las baldosas sumamente lisas, a donde él dirigía el chorro de su orina desde su camarote, sonrió por la ocurrencia.
El ceño se le contrajoabruptamente al releer la época de cuando existióel primitivo ave; eran tantos que bastaba recapacitar en los que la humanidad llevaba sobre la tierra para sentirse insignificante, y volviendo la mirada hacia el cielo raso, donde seguramente estaría el dinosaurio, comprendió que su hallazgo era tan insólito como los huesos de un tal cristo de dos cabezas o el cráneo perforado de un australopitecos muerto a quemarropa por un gatillo fácil del futuro. Entonces, cerrando el libro, cogió otra vez sus herramientas, constató la ausencia de su padre y emprendió nuevamente la subida al palomar, esta vez a cogerlo y hacerlo su mascota.
Pero como cuando se tiene un exquisito pedazo de mujer jadeando extasiada, a instantes de lograr el estallido y se es brutalmente interrumpido por el inminente despertar, así de grande fue su frustración cuando llegó al lugar y buscó con tal ímpetu al dinosaurio, sin lograr hallarlo incluso cuando consternado decidió deshacer el tejado de esa parte del techo para agotar posibilidades de escondite, no podía creer que a quien trataba de coger no era lo que había creído, sino su padre en persona, desnudo y contorsionado al punto de tener todos los dedos del pie metidos en la boca, excretando a raudales una materia viscosa por los ojos. Está envenenado pensó.  Qué será de mí, pobre huérfano, pensó fatalista.
No tuvo tiempo para saber qué pasó o porqué estuvo allí su padre en lugar del dinosaurio, o si efectivamente el envenenamiento lo mató o qué, lo cierto es que una vez enterada su madre del evento mediante una desesperada llamada del niño, escandalizada y convencida de haber tenido la razón siempre con respecto del gran error que fue ese hombre, no solo para ella, sino ahora para su hijo; rauda acudió en su búsqueda y se lo llevó ipso facto. Que se lo coman las ratas o las palomas o lo que sea, vociferó la implacable mujer mientras tomaba  a su hijo de la solapa de la camisa y lo introducía a su automóvil con rumbo a la ciudad donde ella vivía y de la que aparentemente huyó el padre. ¿Huyó?, se preguntó el niño, cómo no se le había ocurrido antes semejante hipótesis, quizá a causa de la influencia hipnótica del silencio perturbador que emitía su vástago desde su encierro.
Hubo juicio, el padre no hubo muerto, pero tampoco se supo qué le pasó en el palomar; todo el proceso legal lo ganó la madre aduciendo que el padre era el perfecto modelo de fracaso a seguir hacia la decadencia y desbaratamiento de una vida llena de expectativas como la de su hijo, aparte de ser un maniático y loco. Llevándoselo luego al extranjero para hacer de él cualquier cosa, menos algo que tuviera que ver con lo que fue o quiso que fuera su padre. Lo del dinosaurio quedó sepultado con la tierra del olvido selectivo del muchacho, quedándose tan solo con lo bueno que hubiera sido criarlo y volar en él de no ser por la irrupción de su padre; a lo mejor se lo comió, pero ¿un hombre a un dinosaurio?, quién sabe qué misterios ocultaría su padre tras su  silencio filudo.

Sin lugar a dudas la mujer tuvo de qué jactarse frente al mundo pasados los años, había hecho de su hijo un mojigato y títere de la gente tuerca racionalizada hasta la necedad, nunca dejó que nada referente a su padre ejerciera sobre él influencia alguna, se obstinó ilusamente en alejarlo lo más posible de su memoria infantil, llenándolo de frivolidades y superficialidades propias de la incivilización occidental y luego, cuando el muchacho dejó de serlo pasando a ser joven, notó que la barba oscura forestada en el ochenta por ciento de sus mejillas, más el rasgo sombrío en su mirada y su encorvado y lento andar, sugerían que a pesar de todos los esfuerzos maternos, la herencia genética pareció primar. I
Igual de idiota que su padre, sospechaba que pensaba su madre mientras se marchaba de la casa que decidió dejar una vez que ellaconsiguió un empleo para él en el edificio de ensamblaje de computadoras. En adelante la frecuencia de visitas fue dilatándose al punto de no verse en meses, años, finalmente, cuando una mañana le avisaron de una llamada urgente, el muchacho hecho adulto caminó como queriendo evitar dañar el piso con sus insufribles y medrosos pasos, la mirada encajada en los cuadrados que poblaban el piso, en las gradas blancas que conducían al locutorio, en las paredes llenas de cuadros de gerentes y sus familias, de fiestas, de congratulaciones, de festejos, hasta en las espaldas fantásticamente blancas de sus colegas, también en el vacío que parecía gobernar en cada espacio de las oficinas de la empresa, hasta que al llegar supo que algo tenía que ver con su madre, y nada más coger el auricular deshizo sus dudas y concretó sus sospechas.
Lo sentimos y le ofrecemos nuestras más sinceras condolencias. Lo sé y gracias. Fue todo cuanto se conversó, colgó precipitado y contrario a la mirada de quien pudiera estar  observándolo, enderezó la espalda, resopló y escupió ufano sobre un gran cuadro del gerente general una plasta casi sanguinolenta de esputo que resbaló urgido a lo largo de todo el cristal que recubría la fotografía donde un rechoncho hombre posaba luciendo la medalla al mérito otorgada por el presidente de la nación años antes.
Fue cuando realmente retomó su vida, como si despertase de un prolongado aletargamiento que se extendió desde el rapto, porque así lo consideró él a partir del primer año de convivencia con su madre, ante la indiferencia gélida y falta absoluta de interés en nada más que el sonido de sus peticiones básicas: hasta ahora cuando quitándose la chaqueta visualizaba evocando la figura de su padre, de su casa en medio de la nada, de sus veladas de lenta e hipnotizante tertulia a la luz de una vela negra, del humo de su pipa, de sus desmesurados pies sumergidos en bateas, dejándose cortar, o mejor, comer las uñas en pura complacencia por ciertos pececitos orientales, ya que ni uñas tenía, solo carne pelada en la punta de los dedos y unos extraños callos que sobresalían como huesos curvos, o mejor, como garras de gavilán.
No tuvo que decirle a nadie, total, tampoco les interesaba a juzgar por la manera como sostenían sus conversaciones, todos con miradas evasivas, haciendo cualquier cosa mientras alguien les hablaba, menos conversar como realmente se hace, mirándose de frente y con interés. De modo que dejando su guardapolvo sobre el escritorio, marcó un número, pronunció un sí casi inaudible, como para evitar despertar a toda esa bola de robots adormilados, y colgando con la misma delicadeza, oteó en su derredor buscando un posible espectador, mas nada, solo cabezas negras estupefactas, todo perfecto para proceder con su decisión.

La autopista se hallaba desolada, con ciertas alimañas cruzando suicidas de lado a lado, su mirada recaída sobre la línea en el horizonte del asfalto, donde parecía que el fuego fatuo emergía insólito del barro mecánico con que se hacen las carreteras, recordó alguna improbable borrachera que tuvo con anisado, en la que miraba todo como a través de ese fuego fatuo, pensó seguir deslizándose en esos recuerdos cuando a los lejos un camión petrolero se avecinaba a toda velocidad, estiró la mano e hizo autostop, el conductor se detuvo, le requirió unos centavos a cambio del servicio, éste aceptó y con su valija llena de algunos papeles y una que otra prenda depositó su cuerpo en el roído asiento del copiloto. Charlaron de temas triviales y sin norte ni pulpa, se hizo la noche, a la mañana siguiente, cuando el claxon estridente de otro vehículo le hizo despertar, comprobó que arribaban a su destino.
Bajó del camión dando un grato apretón de manos despidiéndose del conductor, y al pisar el suelo se dio cuenta sin creerlo que sus ropas le colgaban como las carnes a un leproso, y su sombra se proyectaba pequeña, como la de un niño, ¡un niño! y al moverse y enhebrar los pasos comprobó que los zapatos se le caían de grandes, entonces sí se le ocurrió que algo sumamente extraño le había sucedido, como con el dinosaurio y su padre, ahora era él, otra vez niño.
Despojóse pues de sus prendas, y desnudo, con la maleta inmensa tirando de él, corrió raudo a la casa paterna; corrió es un decir, ya que a cada paso que daba se detenía a descansarpensando con más pesadez en su padre, a ese paso llegó cuando la noche cubrió con su antifaz el rostro de la tierra. La casa lucía igual, solo que con más arrugas y canas, los aleros exponían su esqueleto y las ventanas y puertas despojadas de color, exhibían grueso polvo y entrañas mobiliarias en total abandono. Detenido frente a ella, el otra vez niño dudó por un instante en hacer algo más, pensó volver a la carretera y enrumbarse a cualquier otro sitio, pero recapacitando en su actual mutación, le sería imposible valerse por sí solo, de modo que lo único era entrar. Mas cuando se dispuso, oyó que alguien lo llamaba de alguna parte a gritos, como tratando de evitar que haga lo que se disponía, volvió la mirada y halló a una niña de unos diez años, vestida de falda corta y blusa azul, haciéndole con la mano señales para detenerse, para esperara que le diga algo; el niño hombre se detuvo extrañado, esperando con la maleta junto a sus pies, hasta que en un par de minutos que duraron siglos, respiró abundante aliento de su interlocutora, quien no paró de pronunciar palabras metralla que versaban acerca de lo peligroso que sería para él entrar a esa casa abandonada hace tanto, y qué es lo que hacía un niño solo por esos lares, encima desnudo y cargando semejante maleta y mil cosas más que el niño hombre desistió en su afán de comprenderla y se dedicó exclusivamente a contemplarla embriagado por la fascinante belleza que la niña con su larga cabellera y sus mejillas rosadas irradiaba, mientras su melodiosa voz corroboraba semejante hermosura.

Los contundentes golpes de un cuerpo contra la reja y el concreto, seguramentede algún reo resistiéndose al inminente vejamen del cual estaría siendo víctima, lo sacó de sus recuerdos, detestó despertar en medio de la madrugada, por lo que se sentó impávido, lelo, percatándose gradualmente de su ubicación, sombras, luces pálidas, rechinar de metal, vagos rumores a lo lejos de voces, lamentos, risotadas, agonías. Y no, no soñaba, seguía dentro de esa horrible cárcel, a horas de saber su destino final de labios del juez. Resignado a estas alturas de la noche, pensando en que algo habrá de seguirle a la muerte, no cree que solo se apaguen las luces de la consciencia y ya, quizá haya algo más luego, quizá, mientras tanto, ante la imposibilidad de volver a conciliar el sueño, cruza por su mente a través de rápidas imágenes disparadas por su morbosa memoria, la niña de cabellera rizada y pómulos rosados, retorciéndose entre sus manos, dibujando horrendas muecas de dolor cada que sus labios y basilisca lengua calcinaban su infantil piel, y deseó no haber nacido, ansió la condición de una araña que justamente devoraba a una mosca envolviéndola en seda letal y chupándole la vida, sin embargo, incluso el insecto le recordaba a él mismo, es más, era la fiel representación de su acto, era insoportable ver incluso sin proponérselo, la recreación de su delito por todas partes. El remordimiento avasallaba su cordura, sus nervios, sumiéndole en segundos en oscuros pantanos de irreconciliable pesar, desde donde solo avizoraba el justo castigo que sería su muerte una vez dictada la sentencia.
No supo cómo retomar y asimilar las acciones recientes de su yo siendo niño otra vez, una vez dentro de la casa, y con la niña tomada de los cabellos, siendo arrastrada mientras con los pies no escatimaba en propinar sendas patadas a cualquier parte del cuerpo que inútilmente trataba de desasirse de sus compresas manos, curiosamente nada infantil quedaba en esos pies, ni en esa fuerza, ni en ese goce absoluto por sentirse poderoso, dueño de sus placeres y acciones, incluso cuando él mismo era quien actuaba bajo influencia de algo mayor, quizá un demonio, quizá un trauma, una vocación descubierta, puesta en evidencia, o simplemente un ser que despertaba regurgitado a la consumación de una vida.
Una vez atravesada la vetusta puerta de rechinantes y oxidados goznes con rumbo hacia el núcleo de la casa, pensó hallar a su padre, pero en lugar de ello, halló su verdadero yo pedófilo, desviado y enfermo sexual, el cual, sin miramientos de ningún tipo, le obligó a doblar la rodillas y postrarse a sacrificar en aras del crimen y la lujuria descontrolada, la inocencia y vulnerabilidad de una niña incapacitada de hacer otra cosa que chillar garganta en mano dejando su integridad sucumbir al estupro.
Cuando la prematura mañana asomó su cabellera por alguna rendija del claustro, imaginó una nave espacial destinada a cazarlo disparando misiles radioactivos en todo su cuerpo, sobre todo en sus genitales, pero no, otro día de brutal espera a la luz de sus torturas mentales. Aquel día no pudo mirar a la cara de ninguno que le dirigía la palabra, solo sus lágrimas enfrentaban el escrutinio con que las voces y siluetas se le dirigían, solamente su llanto pudo ser sincero con su caída sin estrépito sobre el piso sanguinolento y humedecido a punta de extrema angustia y desesperación; alguien susurraba: mátate basura humana, alguien que quizá fuese él mismo escondido tras su estructura ósea. Y así, pasadas las horas, las caras, las comidas y horarios, determinó que no había motivo alguno que impida su autoejecución en pro la redención de un alma atormentada por la realización de sus más oscuros deseos, un alma que quizá jamás supo a la siniestra familia que pertenecía, pero que sí deseó nunca haberlo hecho. Cogió sus pasadores, hizo una gran cuerda con ella, la ató a la viga de donde se distribuían los barrotes, e impulsándose con todas sus fuerzas trató de quebrar su cuello de golpe, sin embargo, al ceder el algodón a su peso, pudo notar horrorizado que estando con las rodillas dobladas y las manos pegadas al gaznate herido por la cuerda, en actitud de sumisión a un dios, su figura asumía la perfecta postura del dinosaurio que mucho tiempo antes halló en la casa paterna. Entonces el remordimiento dejó de ser su verdugo para dar paso al miedo a lo desconocido, el pavor de perderse en sus pensamientos orientados en saber si el animal existió, es decir, como lo recordaba, o si por el contrario, todo había sido producto de la confluencia de muchas casualidades a la vez, entre las cuales estaban el absoluto hermetismo del padre, la indiferencia de la madre, o su imaginación infantil exacerbada, casi surreal, no podría saberlo, ya que de pronto una ráfaga de metralla se cernió sobre él y sus ojos sin brillo, sus sesos devanados, alma corroída por la sensación de agonía, sus garras asesinas y patas de reptil volador posados sobre la enmohecida madera y roca que compone el suelo de ejecuciones del presidio, anulando y reduciendo a todo un héroe de la perversión y cobardía a mera carroña vertiginosamente pulverizada y cocinada a la pólvora.
Lo ejecutaron la mañana de hoy, su último deseo fue un vaso con agua helada, no pidió clemencia, por el contrario, instó a que el sufrimiento que debería dársele fuera con más esmero que las balas letales, y mientras los soldados empuñaban sus rifles, muchos vieron que tras esa silueta inofensiva y aparentemente humana, se escondía y traslucía la primitiva esencia y hasta apariencia del reptil come niñas que suelen ser algunos en tiempos donde la represión hormonal los convierte en despiadados artífices criminales de la ejecución y sometimiento alevoso de una infante.

miércoles, 10 de abril de 2013

Demonio del atardecer

El Chakal luego de disfrutar de una ácida noche y mañana de melancolía, por su infierno suponemos, o quién sabe, por una hembra, como sucede con todos ellos, se puso a caminar haciendo muecas de desprecio a cuanta persona veía, la cosa se hubiera salido de control si no fuera por la repentina irrupción de un viejo amigo, descendiente de Luciferian, los perversos transexuales de la avenida Rocca, devenido a miseria absoluta a causa de su alcoholismo. Luego del fuerte apretón de nalgas que el Chakal le dio, transaron a  propuesta del viejo amigx, una sodomía ipsofacto. Billetes querido amigo, a bueno, como quieras, cuánto, a ver, que sean pues... 

Caminando ambos bajo la luz de faroles tan opacos como la forma exacta de sus rostros, se les veía al filo del delirium tremens, trastabillando y apoyándose en los muros de las calles o las aceras cuando no daba para más el equilibrio... Llegaron al solitario botadero, donde unos caserones harían de barricadas a la mirada de cualquier ser viviente que pudiera escandalizarse con semejante despliegue de atrocidad homosexual, pues el Chakal, mal que bien, era macho, al menos por esta temporada, le dijeron que a los cuarenta asomaría la vagina, pero él prefería no decir nada al respecto, y guardaba un silencio de culpa bastante parecido a la ignorancia. 

Sin embargo, el Chakal andaba además, dando tumbos con su corazón a causa de una  mujer Francesa, de modo que las atrocidades le eran por ahora, un poco ajenas, y con un subterfugio de lo más huevón, se escabulló cabeceándole al marica, todo su dinero y especatación o arrechez. 

Como no había remordimiento en toda la maquinaria del Chakal, se paseó fresco por calles aledañas al lugar donde lo esperaría hasta decidirse a matarlo, el descendiente de la siniertra tribu urbana y fálica Luciferian....
Ya con la noche encima, nuestro querido amigo, exhausto, decidió tomar asiento en un parque lleno de abedules y alamos que con la luz dotaban al lugar de un aire psicodélico. Como la luz era tan clara, pensó que escribir algo no sería mala idea; así lo hizo y sin proponerse nada en concreto, comenzó a garabatear en lenguaje humano a su amada:

A journey to the center of the mind, es la primera canción que compuso Ted Nugent, y trata de ir en retrospectiva, introspectiva o como sea, hacia el centro de la galaxia, universo, planeta, estrella o simple asteroide que el hombre puede tener en el techo; ahora, para qué?, con qué objeto. Ninguno, no hay objetos en este tipo de empresas, misiones, como sea, no hay, existe una conjugación entre ir por naturaleza y por consecuencia. Es lo que sale cuando tratas de explicar lo inexplicable...ya bueno, Lisbeth.....te añoro....decía, estando ahí, en medio del círculo de piedras, hay una voz que se multiplica en millones, es tu escencia, una palabra o a lo sumo dos, en mi caso fue: Y AHORA?!!!!!! Ese momento comprendí muchas cosas: Con la muerte se acaba todo, todo mi amor, absolutamente, una siniestra y eterna nube que te ciega en cuerpo y mente, no, demasiado...,lo corroborè cuando en voz no sè si alta, baja o ausente, gritaba por mamá (En la oscuridad las posibilidades son mayores, al menos para la fantasiosa mente humana, para su sangre ilusa, en fin, yo veía un poco de sus mejillas por acá, uno de sus dedos por allá, y hasta sus labios sobre mi frente en forma de fresco vientecito que sin mayor ternura me alucinò un beso suyo, pero cuando pretendiò mi cuerpo reaccionar, notè, notamos nosotros, que las piedras no estábamos permitidos para tal accionar. Miré en todas partes, nada, pura piedra, círculos de piedras. Maldita la hora que fui a Huarivilca, o bendita?.....bueno, al volver, una suerte de paz autoinfundida, pero no por ello, artificial, sabía a ti, no lo sé, como ahces que un recuerdo tenga sabor a alguien?, tú debes saber, no sé no sé.....I will survive....Я тебя люблю

POST: Hallé cartas Lizzyta, de mi viejo a mi madre, porqué nunca me las mostró?, son hermosas, ese cabrón escribía de la puta madre...Estoy reestableciendome (jajaja?, es cierto), y leo a Camus, batsante ayuda, aceptando algo decidí ver qué más, son un hombre absurdo según su ensayo (fabuloso por cierto, que empieza con una advertencia: este libro si no te mata a quemarropa, te hará llegar a muy viejo, pues se trata de una apología existencialista al suicidio). Esto es para resucitar, no crees?:

"La única verdadera salida está precisamente allí donde no hay salida alguna para el juicio humano. Si no, ¿para que necesitaríamos a Dios? no se vuelve a Dios sino para obtener o pretender lo imposible, pues en cuanto a lo posible, bastan para ello los hombres"

La novela está al bordé de ser conluida, como mi razón, y valió la pena el viaje, y luego de comprender aquello líneas arriba, decidí volver a trechos, por lo sinuoso del camino, y estoy ahora escribiéndote, desde una nostalgia pura, limpia ya de distorsiones, sigo yendo, te hallaré?, tal vez no?, ya te tengo mi amor, para lo imposible Dios o mi imaginación, el resto, nos bastamos!!!


Nada, el Chakal se fue a  fumar pasta, y el puento es su único consuelo, y eso, estando debajo....ya casi amanece, el Chakal va despertar y oh por dios!, se dispone a escribir!!!!

jueves, 4 de abril de 2013

REPORTE S/N



Ya no hay dolor y la melancolía se permite de a ratos darse un respiro en su dezliz, qué digo dezliz, precipitamiento. Es cuando aprovecho para escribir, como quien saca la mano mientras se ahoga irremediablamente, a este punto puede llegar el creerse las cosas intangibles, y si hay más puntos, les voy a todos, porque como he visto durante esos instantes que voraces fueron míos, como un torbellino de circunstancias, hay mucho, muchísimo más, es tan basto todo esto que ni lo pienses...sigue cayendo...

Me ha pasado lo del manual, irme de a poquitos haciendo exclusivo sumosacerdote del culto al chakal.
La elección fue mutua, validos de alguna forma por el aliciente mortal, pero condenados ambos a esa fusión irreversible, que vomita al mundo un cuerpo sin persona, un saco de huesos y carne podrida que aunque siga en su silueta como el resto con los que colinda, ya no es más que un espectro, en el sentido propio de la palabra. La soledad moral, he llegado a ella, y en el sótano del clautro, la muerte como manía, como monomanía, apretujada al fondo del horno, entre brasas que hacen su rubor, fulgurando sus lenguas de fuego hacia la hipnosis que gracias al pasmo, sucede a cada instante, hipnosis que bien podría ser teletransporte, transmutación de contenido corpóreo, y espiritual si se quiere.

No hay ninguna diferencia entre saber, de ahora en adelante, si la madrugada o la tarde es primero, o si soy quien veo en el reflejo o quien se acuesta destruido por la confusión; el extravío se ha dado, en el tiempo y el espacio, lo que suelen llamar demencia, anclada, prefigurada por la manía en en la estupefacción o sacra observación, lo que Poe cuenta en Berenice, exactamente así, pero a mi estilo, creo. Sin embargo todo el cúmulo de situaciones, aunque algunas recurrentes hasta el hastío, me están empezando a hacer creeer en algo mayor, un lago bajo este suelo que me llama a sepultarme, un engañoso suelo que esconde un basto océano para morir en milenios. Ahora que la sospecha se consolida en esta oración, a lo mejor es el precio, lo que se tiene que ofrecer a cambio. Siempre me pregunté si la oruga al hacerse mariposa experimenta el dolor de la mutació, o sea dejar de ser algo para ser otra cosa, aunque mejor o peor no viene al caso, solo el dolor, la sensación aquella de sentirse vivo en tu agonía, en el estrujamiento de una necesidad orgánica, y hasta de una de índole subjetivo, de esas trampas para la especie que no nos permite extinguirnos, o salirnos de la rueda.

Anoche, en la cima de la ingesta, el descubrimiento de esa nueva sensación de abandonar un cuerpo, pero no por la vía mental, sino física. Empezó como una fractal en lo negro de mi panorama mental, una suerte de big bang que en instantes parecía desollar por dentro mi cuerpo, la sensación era una mezcla entre la navaja nadando en la carne y la inoculación de un antibiótico en el cráneo, o para ser más precisos: como cuando te extraen un clavo de acero del hueso. 

Recogidas las particulas de mi cordura, noto que todavía puedo escribir algunas cosas para hacer tiempo en esta carrera contra la locura, o a favor de ella, ya no sé. Si mi imaginación perdurara más allá de este universo y pudiera digamos, regir sobre un multiverso (como creo se merece), entonces el sentido de responsabilidad que necesariamente tendría que infringirme, por fin llegaría a mis manos para hacerme útil? Qué estupidez acabo de escribir, ser útil?, soy un objeto entonces, de modo que estuve programado para todo esto, dónde quedó la magia, y los brujos, y el infinito? Saben que las arañas blancas en mi cabeza ya no son ningún secreto para mí, dejenme entrarde una vez, todavía no he logrado anular ninguna de mis dimensiones más que la social sí, que es la más fácil, pero no concibo lo que quizá nunca suceda a no ser que cambie el lente bifocal o la manera de conducirme, eso ya no cuenta está bien, no hay modo, tiene que ser desde este yo. He practicado con severidad, hacerme una línea, un haz, escribí un cuento sobre la extrema delgadez devenida en ascendencia extracopórea hacia lo astral, donde a una mujer capaz de sacrificar su aspecto, su superficie, corresponde a un haz de luz tan bello y efímero como el destello de chasquido de soles al final de sus megaciclos. Pero en mi caso no funciona, el hambre como artista, el artista como hambre, ni siquiera hombre, hambre, se muere, se hace polvo en su ilógica práctica de negarse a la comida. Tampoco el no dormir parece suficiente, aunque por instantes pareciera por fin perder control sobre las últimas amarras, siemrpe hay un mañana que parece emviado por alguna agencia secreta para echarme a la cara la cubeta llena de hielo, diciéndome: A despertar, a comer, a bañarse, a salir, a habla, a desear, a sucumbir, a aletargar, a volver a dormir, y mañana vuelvo, ya sabe...

Bueno, quizá en los siguientes días logre de una vez pasar la barrera, y juro que cuando lo haga, les escribiré algo desde allá, si es que hay dedos o lenguaje parecido al que tenemos acá, a lo mejor ser otra cosa implica entre otras cosas, la inutilidad absoluta de escribir o decir o ser, y entonces sí me anima la idea, dejar todo lo que imaginable e ir más allá, a costa de todo, de todos, ni modo....