jueves, 4 de abril de 2013

REPORTE S/N



Ya no hay dolor y la melancolía se permite de a ratos darse un respiro en su dezliz, qué digo dezliz, precipitamiento. Es cuando aprovecho para escribir, como quien saca la mano mientras se ahoga irremediablamente, a este punto puede llegar el creerse las cosas intangibles, y si hay más puntos, les voy a todos, porque como he visto durante esos instantes que voraces fueron míos, como un torbellino de circunstancias, hay mucho, muchísimo más, es tan basto todo esto que ni lo pienses...sigue cayendo...

Me ha pasado lo del manual, irme de a poquitos haciendo exclusivo sumosacerdote del culto al chakal.
La elección fue mutua, validos de alguna forma por el aliciente mortal, pero condenados ambos a esa fusión irreversible, que vomita al mundo un cuerpo sin persona, un saco de huesos y carne podrida que aunque siga en su silueta como el resto con los que colinda, ya no es más que un espectro, en el sentido propio de la palabra. La soledad moral, he llegado a ella, y en el sótano del clautro, la muerte como manía, como monomanía, apretujada al fondo del horno, entre brasas que hacen su rubor, fulgurando sus lenguas de fuego hacia la hipnosis que gracias al pasmo, sucede a cada instante, hipnosis que bien podría ser teletransporte, transmutación de contenido corpóreo, y espiritual si se quiere.

No hay ninguna diferencia entre saber, de ahora en adelante, si la madrugada o la tarde es primero, o si soy quien veo en el reflejo o quien se acuesta destruido por la confusión; el extravío se ha dado, en el tiempo y el espacio, lo que suelen llamar demencia, anclada, prefigurada por la manía en en la estupefacción o sacra observación, lo que Poe cuenta en Berenice, exactamente así, pero a mi estilo, creo. Sin embargo todo el cúmulo de situaciones, aunque algunas recurrentes hasta el hastío, me están empezando a hacer creeer en algo mayor, un lago bajo este suelo que me llama a sepultarme, un engañoso suelo que esconde un basto océano para morir en milenios. Ahora que la sospecha se consolida en esta oración, a lo mejor es el precio, lo que se tiene que ofrecer a cambio. Siempre me pregunté si la oruga al hacerse mariposa experimenta el dolor de la mutació, o sea dejar de ser algo para ser otra cosa, aunque mejor o peor no viene al caso, solo el dolor, la sensación aquella de sentirse vivo en tu agonía, en el estrujamiento de una necesidad orgánica, y hasta de una de índole subjetivo, de esas trampas para la especie que no nos permite extinguirnos, o salirnos de la rueda.

Anoche, en la cima de la ingesta, el descubrimiento de esa nueva sensación de abandonar un cuerpo, pero no por la vía mental, sino física. Empezó como una fractal en lo negro de mi panorama mental, una suerte de big bang que en instantes parecía desollar por dentro mi cuerpo, la sensación era una mezcla entre la navaja nadando en la carne y la inoculación de un antibiótico en el cráneo, o para ser más precisos: como cuando te extraen un clavo de acero del hueso. 

Recogidas las particulas de mi cordura, noto que todavía puedo escribir algunas cosas para hacer tiempo en esta carrera contra la locura, o a favor de ella, ya no sé. Si mi imaginación perdurara más allá de este universo y pudiera digamos, regir sobre un multiverso (como creo se merece), entonces el sentido de responsabilidad que necesariamente tendría que infringirme, por fin llegaría a mis manos para hacerme útil? Qué estupidez acabo de escribir, ser útil?, soy un objeto entonces, de modo que estuve programado para todo esto, dónde quedó la magia, y los brujos, y el infinito? Saben que las arañas blancas en mi cabeza ya no son ningún secreto para mí, dejenme entrarde una vez, todavía no he logrado anular ninguna de mis dimensiones más que la social sí, que es la más fácil, pero no concibo lo que quizá nunca suceda a no ser que cambie el lente bifocal o la manera de conducirme, eso ya no cuenta está bien, no hay modo, tiene que ser desde este yo. He practicado con severidad, hacerme una línea, un haz, escribí un cuento sobre la extrema delgadez devenida en ascendencia extracopórea hacia lo astral, donde a una mujer capaz de sacrificar su aspecto, su superficie, corresponde a un haz de luz tan bello y efímero como el destello de chasquido de soles al final de sus megaciclos. Pero en mi caso no funciona, el hambre como artista, el artista como hambre, ni siquiera hombre, hambre, se muere, se hace polvo en su ilógica práctica de negarse a la comida. Tampoco el no dormir parece suficiente, aunque por instantes pareciera por fin perder control sobre las últimas amarras, siemrpe hay un mañana que parece emviado por alguna agencia secreta para echarme a la cara la cubeta llena de hielo, diciéndome: A despertar, a comer, a bañarse, a salir, a habla, a desear, a sucumbir, a aletargar, a volver a dormir, y mañana vuelvo, ya sabe...

Bueno, quizá en los siguientes días logre de una vez pasar la barrera, y juro que cuando lo haga, les escribiré algo desde allá, si es que hay dedos o lenguaje parecido al que tenemos acá, a lo mejor ser otra cosa implica entre otras cosas, la inutilidad absoluta de escribir o decir o ser, y entonces sí me anima la idea, dejar todo lo que imaginable e ir más allá, a costa de todo, de todos, ni modo....

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