Desde que seguimos rumbos distintos, he notado que en tu ausencia todo se me hace tan vano, artificial, todo, desde mis amaneceres hasta mis más simples sueños de siesta. No hay un solo instante en el que no piense con lágrimas y deseos de aniquilamiento, en ti, en ella, en nosotros tres. Y ahora que practicamente todo está quebrado irreversiblemente, añoro, vuelvo a esos días en los que alumbrados a la luz de una mortecina vela, confiabamos nuestras desavenencias a la esperanza de un mañana pleno de luz, de alegría.
Hoy me siento perturbadoramente solo, como confinado a una celda de inacción y desasosiego, sintiendo con rabia cómo el llanto no me deja ni alimentarme, ni sonreír, ni dejar el lecho donde trato de envolver mis pesares.
Desde que te fuiste, no deseo despertar cada mañana, y pues espero que se haga la tarde, para obligado por la modorra y el hambre, depositar mis pies sobre el suelo, pesadamente, con la rapidez del tiempo detenido, para recorrer a paso cansino los dos o tres metros que me apartan del inodoro, a donde me dirijo sin objeto alguno, más que a seguir el curso ineludible de mi agonía.
Llevo a mis labios pequeños bocados de harina y agua, casi no mastico y de inmediato trago el pequeño bolo, despierto a mi organismo, que a veces cree que ya no hay nada por hacer en este deteriorado cuerpo, y le obligo a trabajar un día más, con la promesa de no continuar mañana...
Se me hace extraño escribir sobre esto, ya que por lo general pretendo olvidarlo todo, y empezar de nuevo, pero no lo sé...te extraño tanto que me siento impotente de pensar y hacer algo, por ti, por mí, por ella... Hasta cuando dure esta situación, quizá las palomas dejen de asolar nuestros parques, y en lugar de ella vengan buitres a comerse toda nuestra podredumbre, y de esta forma, dejarnos solos, a la intemperie, libres de penas y enfermedades...
Seguiré durmiendo, para tentar a la muerte, a la vida, a sus retornos....para seguir mi inexistencia, para no dejar de amarte, de extrañarte...para dejarnos ir sin ataduras que nos aferren y comprometan a nuestras pequeñas vidas...
Hoy me siento perturbadoramente solo, como confinado a una celda de inacción y desasosiego, sintiendo con rabia cómo el llanto no me deja ni alimentarme, ni sonreír, ni dejar el lecho donde trato de envolver mis pesares.
Desde que te fuiste, no deseo despertar cada mañana, y pues espero que se haga la tarde, para obligado por la modorra y el hambre, depositar mis pies sobre el suelo, pesadamente, con la rapidez del tiempo detenido, para recorrer a paso cansino los dos o tres metros que me apartan del inodoro, a donde me dirijo sin objeto alguno, más que a seguir el curso ineludible de mi agonía.
Llevo a mis labios pequeños bocados de harina y agua, casi no mastico y de inmediato trago el pequeño bolo, despierto a mi organismo, que a veces cree que ya no hay nada por hacer en este deteriorado cuerpo, y le obligo a trabajar un día más, con la promesa de no continuar mañana...
Se me hace extraño escribir sobre esto, ya que por lo general pretendo olvidarlo todo, y empezar de nuevo, pero no lo sé...te extraño tanto que me siento impotente de pensar y hacer algo, por ti, por mí, por ella... Hasta cuando dure esta situación, quizá las palomas dejen de asolar nuestros parques, y en lugar de ella vengan buitres a comerse toda nuestra podredumbre, y de esta forma, dejarnos solos, a la intemperie, libres de penas y enfermedades...
Seguiré durmiendo, para tentar a la muerte, a la vida, a sus retornos....para seguir mi inexistencia, para no dejar de amarte, de extrañarte...para dejarnos ir sin ataduras que nos aferren y comprometan a nuestras pequeñas vidas...
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