martes, 18 de noviembre de 2008

COLMADOS

-¡Puta mare!, dijo Grant, al revisar la guantera de su toyota “Station “; no estaban; estaba totalmente seguro de haberlos dejado ahí por la noche, se pasó las manos por la cara y los llevó hasta la nuca, luego golpeó el volante con ambos brazos, tomó aire y suspiró derrotado.

-Entonces señor corríjame si estoy mal; el carro es suyo, pero los papeles los tiene en casa, y está sugiriendo que me suba a su auto y vaya a su casa a verificar. ¿Estoy en lo correcto?
- Bueno, si no tiene inconvenientes, pero si es así, no me molestará para nada dejarlo todo así, y sacaba del bolsillo de su camisa un billete de cincuenta lukas, -UD sabe, el tiempo apremia, y los pasajeros ya se ven molestos, ¿siempre es necesario algo extra no?, y le alcanzaba el billete.
La mujer policía era desde lejos, mucho más alta que Grant, su enorme cuerpo era de temer; los borseguis negros estaban como espejos azabache, realmente llamaban la atención, incluso más que esas modernas gafas negras que protegían sus ojos del sol de la una; el tráfico era horrible, el sonido de los claxon se mezclaba con los de los motores corroídos por el combustible adulterado, el griterío de la gente ensordecería a cualquiera, no había espacio para un alfiler más; y el sol…, en todo su esplendor ahí arriba, carcajeándose de todos.
Ella estaba dispuesta a escribir una papeleta usual, hasta que vio el brazo extendido de Grant; entonces colocó su talonario sobre el techo del auto, también su bolígrafo, las gafas y el gorro; se remangó la chaqueta y…
Grant cayó sobre su asiento, los pasajeros se alteraron y se bajaron, tenía el tabique fracturado y comenzó a sangrar a chorros. La oficial se le acercó, le arrojó un pañuelo diciendo: -UD me cae bien, es muy gracioso, cuide sus arrebatos corruptos para la próxima, ahh, me olvidaba, tiene razón, lo extra no me caerá nada mal, recogió el billete y lo flameó en su cuello, coqueta, sabe, estoy pensando en qué invertir este dinero extra, y no se me ocurre nada, qué me dice UD?, se rió entonces con sarcasmo, se dirigió a su moto, la montó, encendió y se marchó dejando tras de si, una estela negra.

- Perra…, me las pagarás, pensaba Grant. Estos dos días no habían sido los mejores para él, la noche anterior, mientras iba llevando a una pareja, cometió el error de sugerir: -hacen una bonita pareja, en serio. –Váyase a la mierda, le contestaron ambos, ¡detenga el auto!, ¡ahora!, y antes que él termine de oír esto, una bella navaja le sonreía bajo el cuello, de lado a lado; detuvo el auto. Se llevaron hasta la llanta de repuesto, mientras a él lo tuvieron besando el suelo, con las manos a la nuca, enmarrocado. Con el poco combustible que le quedaba logró llegar a casa, y a penas pudo bajarse e irse a dormir como a las cuatro de la mañana. Al amanecer se despertó con el estómago adolorido, y es que el hambre le había pateado toda la noche, - a trabajar nomás, se dijo a si mismo y salió otra vez al infierno de la hojalata. Ahora, siete horas después, con cinco soles en el bolsillo, y diez más en el monedero del auto, limpiaba y trataba de acomodar su torcida nariz, muy molesto.

Estacionó el auto frente a un grifo, se quedó allí sorbiendo una gaseosa de mala muerte y fumando sus últimas reservas de tabaco cubano, de cuando era exitoso; cuando de pronto oyó: -oiga, ¿está en servicio?, él miró a través de la ventana, un jovenzuelo de unos cuatro lustros estaba fuera, sosteniendo en sus hombros una guitarra eléctrica, mirándolo con fijeza.

-¿Será este el que me mate por fin?, pensó Grant, acomodándose para encender el auto; el joven ya estaba sentado atrás, mirando por la ventana el intenso tráfico, Grant cogió el retrovisor y enfocó en el, el rostro del joven; -te madrugaré, dijo Grant a regañadientes y arrancó.

Mirko, al igual que Grant y miles de gente más, tampoco estaba de buenas, sus padres lo habían echado de su casa por sus excesos, se lo habían advertido miles de veces, ultimátum tras ultimátum, pero esta vez si iban en serio, le dijeron: - te vas, así de simple, te vas y ahora, ¿me oíste?,- claro que te oí, acaso piensas que soy sordo como tú, me largo, luego no me extrañen, soy su único hijo, recuérdenlo,¡me largoooo!, subió a su habitación, empacó con rapidez, mientras lo hacía su madre entró, cerró la puerta, se pegó a la pared y sin mirarlo comentó con brusquedad; - ni siquiera lo que empacas es tuyo, deberías largarte desnudo, siempre trajiste desgracias a la vida de tu padre y la mía, sé que no nos pesará esto, por que le hemos dado muchas vueltas; vete ya; él no se calló, cogió su maleta y su guitarra, se acercó a su madre y estando a unos centímetros de sus mejillas le gritó: - jodanseeee, púdranse solos, siempre anhelé esto, por fin lo hago sin que llores o el otro se ponga romanticón, hasta nunca, mamiii... Salió de la casa, no volteó en ningún instante, su madre, seria, lo veía desde la ventana de su ex cuarto, -no lloraré, me lo prometí, pensaba, no lo haré; se desvaneció, juntó sus rodillas, apoyó en ellas su cabeza y se puso a llorar como nunca, maldiciéndose.


-¿A dónde le llevo?, preguntó Grant, no oyó ninguna respuesta, bajó el volumen a la música de Grand funk, y volvió a preguntar lo mismo, Mirko se sacó los audífonos y se hizo al desentendido, sólo quería ir muy lejos, lejos de sus recuerdos, así que pensó un instante y no se le ocurrió algo mejor que: -lléveme a donde duerme el sol, sí, ahí voy, pero acelere por favor…
- Esto es suficiente, comentó Grant, aceleró el auto, casi a cien por hora, frenó en seco a unos tres kilómetros , los neumáticos chillaron, aparcó el auto junto a la carretera, en un lugar escampado, se bajó de inmediato, abrió la puerta gruñendo: -maldita bazofia, no sabes lo que he pasado estos días, ¿y me vienes con bromas estúpidas?, ahora sentirás la ira de un hombre en crisis; abrió la portezuela, y se dispuso a sacar a rastras a Mirko, pero él también estaba en la misma situación, lo recibió con un tabazo en toda la cara y salió con rapidez a su encuentro, Grant se enfureció más, se abalanzaron ambos, se trenzaron, se retorcieron, cayeron, rodaron cuesta abajo, unos diez metros, ambos quedaron tendidos, exhaustos, y entonces, comenzaron a llorar y a reír como niños, cubriéndose el rostro, ahogándose, recordando a sus dioses, a sus madres, lloraron y rieron horas enteras, hasta que la noche los cubrió, y cada uno tomó su rumbo.



Kevin.

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