jueves, 5 de mayo de 2016

Sigo leyendo

I

Cinco cinco del dosmil diesiséis, casi la una de la mañana, casi todo lo que escribo en este blog se hace de madrugada, eso lo hace especial, supongo, por lo menos eso me parece, por lo demás, lo hago sin miramientos, y casi a la velocidad con que pienso lo que escribo. Me gustaría pensar por ejemplo que llego a hacerlo en simultáneo, aunque sea obvio que no, que primero maquino algunas cosas y luego recién estoy dándole a las teclas. 
En fin, estoy a punto de dar una ligera impresión acerca de un relato de Anna Starobinets, escritora rusa envuelta ante mí en un terciopelo de halagos que me urge corroborar o desechar. 
Lo haré en un instante, quizá luego de referirme a eso de que es mejor (solo para uno) pedir disculpas que permiso. Sucede que mañana a esta misma hora estaré intentando, o debería decir, trataré de estar acorde con la serie ininterrumpida de sombras y sonidos luego de la ingesta postapocalíptica de ideas que siendo primero latencias, se hacen de pronto a menazas serias, a esta hora estaré intentándolo contra mí mismo, es decir, eso de recoger mis pedazos que me encargué de explotar antes.
Ultraparanoia supersónica a velocidades translúcidas, y me pareceré tan ajeno que con el simple asomo y desplazamiento de una gigantesca araña macho tras de otra minúscula y de sexo femenino, actuaré y pensaré que todo está jodido, que de inmediato aquellos dos seres pegarán el brinco hacia mis cavidades nasales o auditivas y será el principio de mi final, o el final de un principio que vengo arrastrando con denodada necedad desde hace quince años.
Bueno bueno, leamos...


II

Lo hice, trataba  de un gato vengativo que solo quería comida de verdad y no patrañas de niños jugando a las comidas. Me gusta este tipo de literatura, la que no puede ser de nadie más que de una mujer, de esta mujer, Anna, para el caso. Su detallismo me resulta preciso y exquisito, recuerdo entonces a Samantha Schweblin y por supuesto, a Patricia Highsmth, y cómo no, a Shirley Jackson. La seguiré leyendo...

III

No hay tres porque sigo leyendo.


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