viernes, 1 de enero de 2016

HOTLINE

Al ingresar nuevamente en la habitación que la empresa les daba a todos sus trabajadores, Graciela desfalleció y al unísono con su petaca se desplomó en la cama. Al rato decidió sentarse y mientras recababa imágenes y recuerdos de sus vacaciones, le fue dificil tomar una que le satisfaciera de manera tal para olvidar aquellas cuatro paredes vacias donde pensaba alguna vez pegar afiches de sus artistas favoritos o quién sabe, de los de él. Él todavía no llegabba, y no nos referimos al hecho de que su ausencia fuera interrumpida en cualquier momento, no, él todavía no sabía nada, estaría en alguna parte de planeta aguardando dar, sin saberlo, con ella. Su mirada recorrió de cabo a cabo la habitación lúgubre y sin hacerse esperar más, la melancolía volvió a apresarla. Era como si una parte de ella se anulara en si misma y dejara a la otra parte con la carga enorme de arrastrar con esa parte muerta. Sin embargo estaba el trabajo, los veinticinco días de despertarse, trabajar, dormir, despertarse... Y las recompensas placenteras de ingerir, consumir, despilfarrar, ahorrar, gastar, invertir, perder, ganar, etc. Con todo se sentía tan sola en aquel momento que el cuerpo se le puso rígido, sintió cómo desde adentro se le petrificaba el alma, aquella sustancia inmaterial que da el ánimo; quizá fuera la voluntad o la fe, quién podría afirmar que incluso la esperanza, lo cierto es que comenzó a oscurecérsele todo, desmayó y no pudo, no quiso mas bien despertar. Pero no se trata de su muerte, para nada, solo de un vahído producto del encierro continuo. Ya le habían dicho: ganas bien pero te aqueja un síndrome caracterizado por vahidos continuos y repentinos a los cuales o te acostumbras o te curas renunciando y viendo otros empleos. Ella no necesita tanto el dinero como sí el resto de su familia: sus padres ancianos, su tío Jorge con retraso mental su hermanita con tumores, su hermano en la cárcel, su hermana y los juicios con la SUNAT, toda esa basura en su mente que le impedía abanonar ese empleo, que al fin y al cabo lo pagaba todo, incluídas sus nuevas esperanzas. 

De todos modos es fin de año, ella se recupera y asiste a su escritorio y su computadora con toda la dedicación y voluntad posible. Se sienta, respira, se acomoda en el sillón y descuelga la bocina del teléfono:

Aló, hola papi, ¿qué quieres hacer hoy? Yo ya estoy mojadita y mis tetas tiemblan de la arrechura....

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