miércoles, 6 de enero de 2016

Un adiós, un renacer


La noticia la recibí con total incredulidad, pero no era falsa, Dennis había partido, la leucemia había retornado con más brutalidad y no hubo manera de salvarlo. José Carlos pensó que podría establecer contacto. Hizo unas llamadas y partió. El cabaret ya no existía, ahora vendían tortas, como antes de la llegada de su amigo. Pide una torta de chocolate y la come afuera, viendo desde el frente el ex local de su amigo, recordando viejas noches gloriosas ahí dentro.
Un cumpleaños sin noción de nacimiento, aquel día era precisamente el suyo, y de Dennis no sabría ni quiera dónde lo habrían enterrado. Un amigo que acudió al funeral de más de la mitad de su vida y trató de establecer lazos con el pedazo que arrastraba desde entonces José Carlos, se había ido, su ausencia sería definitiva, pero quedaban sus relatos y las recetas de varios tragos exquisitos, también la imagen retransmitida de un Valparaíso brumoso y añejo, con casas de madera mohosa y acantilados profundos. También habían botas de soldados y cascos nazis, máquinas de escribir y toda suerte de chucherías coleccionables; pero lo más radiante en toda esa sucesión de imágenes era un cuadro de Tolstoi enorme en el que el ruso lucía como uno de los mendigos del Aqualung de Jetro Tull. Mas, con todo esto, José Carlos era incapaz, a estas profundidades de su vida, de sentir pena, su indolencia era tal que acaso podría reírse o tan solo escupir como si aquella desaparición le importara tanto como la de una mosca en el almuerzo aplastada con la palma de su mano. Entonces sucede lo imposible, y toma forma lo que no existe:
Alguien ingresa a la cuenta de mail de José Carlos desde su ciudad natal (él vive ahora a cientos de kilómetros al sur), y ese alguien emprende rápidamente el vaciado de todo el material literario de José (olvidamos mencionar que ambos eran escritores antes de, ya saben, el holocausto de la mente) y desaparece defintivamente. Ese alguien no es otro que Dennis, y José lo sabe, no puede evitar sentir rabia, todo su trabajo, quince años de escribir y escribir sin tregua, pero le pasa, por lo de su indolencia, y crea otra cuenta, abre su blog y comienza a escribir nuevamente, desde cero.

viernes, 1 de enero de 2016

HOTLINE

Al ingresar nuevamente en la habitación que la empresa les daba a todos sus trabajadores, Graciela desfalleció y al unísono con su petaca se desplomó en la cama. Al rato decidió sentarse y mientras recababa imágenes y recuerdos de sus vacaciones, le fue dificil tomar una que le satisfaciera de manera tal para olvidar aquellas cuatro paredes vacias donde pensaba alguna vez pegar afiches de sus artistas favoritos o quién sabe, de los de él. Él todavía no llegabba, y no nos referimos al hecho de que su ausencia fuera interrumpida en cualquier momento, no, él todavía no sabía nada, estaría en alguna parte de planeta aguardando dar, sin saberlo, con ella. Su mirada recorrió de cabo a cabo la habitación lúgubre y sin hacerse esperar más, la melancolía volvió a apresarla. Era como si una parte de ella se anulara en si misma y dejara a la otra parte con la carga enorme de arrastrar con esa parte muerta. Sin embargo estaba el trabajo, los veinticinco días de despertarse, trabajar, dormir, despertarse... Y las recompensas placenteras de ingerir, consumir, despilfarrar, ahorrar, gastar, invertir, perder, ganar, etc. Con todo se sentía tan sola en aquel momento que el cuerpo se le puso rígido, sintió cómo desde adentro se le petrificaba el alma, aquella sustancia inmaterial que da el ánimo; quizá fuera la voluntad o la fe, quién podría afirmar que incluso la esperanza, lo cierto es que comenzó a oscurecérsele todo, desmayó y no pudo, no quiso mas bien despertar. Pero no se trata de su muerte, para nada, solo de un vahído producto del encierro continuo. Ya le habían dicho: ganas bien pero te aqueja un síndrome caracterizado por vahidos continuos y repentinos a los cuales o te acostumbras o te curas renunciando y viendo otros empleos. Ella no necesita tanto el dinero como sí el resto de su familia: sus padres ancianos, su tío Jorge con retraso mental su hermanita con tumores, su hermano en la cárcel, su hermana y los juicios con la SUNAT, toda esa basura en su mente que le impedía abanonar ese empleo, que al fin y al cabo lo pagaba todo, incluídas sus nuevas esperanzas. 

De todos modos es fin de año, ella se recupera y asiste a su escritorio y su computadora con toda la dedicación y voluntad posible. Se sienta, respira, se acomoda en el sillón y descuelga la bocina del teléfono:

Aló, hola papi, ¿qué quieres hacer hoy? Yo ya estoy mojadita y mis tetas tiemblan de la arrechura....