lunes, 6 de abril de 2015

Ya saben...

Enseguida veríamos El tambor de hojalata de Volker Schlöndorff, ya saben, basada en el libro de Grass, la misma historia con la mayoría de películas. Enseguida serían las tres de la madrugada, momento en el que antes uno pretendía invocar a los espíritus de los árboles y sus raíces subterráneas, ya saben, para obtener poder. Pero nada de eso es real, ya saben, porque lo real es la política como medio de enriquecimiento, el hurto y el asalto. La inteligencia es un aspecto relegado a la mera acumulación de conocimientos, ya no a la explotación de recursos en aras de la obtención de nuevos mundos(aunque sea imaginados). Y es que si no estamos conformes es necesario rehacer lo que consideramos errado. Aunque cabe la posibilidad de ser uno mismo el errado, en ese caso estaríamos tratando de corregirnos con esos mundos imaginados. 

Como sea, había un hombre con un frenetismo inusual para la descarga de internet de música y libros, éste sujeto llenaba gigas y teras con sus descargas que cada vez menos podía oír y leer, le bastaba saber que poseía el material para darse por satisfecho y conforme consigo mismo, sin remordimientos ni escenas de último momento que le obligaran entre cosas a parar con las descargas e iniciar las lecturas o la revisión auditiva de la música. En fin, llegó un día en el que se agotó el combustible necesario para mantener encendidos los ordenadores, motivo que obligó a sujetos como éste a sentirse traicionados por la vida y el universo que confabulaban contra él con desgracias como ésa. Dio de coces a la máquina inerte y luego salió a la calle donde esperó ver a todo el mundo haciendo lo mismo, pero oh sorpresa, una suave brisa llevaba hojas secas rumbo a la playa cuadras más abajo. Nadie, ni siquiera los perros vagos de siempre. Qué raro, se dijo, no era lo que esperaba, decidió asomarse a la ventana de su vecino más próximo y otra vez oh sorpresa, el vecino estaba sentado en su sofá favorito, con los sesos esparcidos en el aparato inerte. No lo soportó, se dijo nuestro hombre, Carlos era un teleadicto, su accionar fue lo más honesto para consigo. Entonces decidió volver a su casa y ser también él tan honesto como Carlos. Ya en casa ingresó a su dormitorio para acostarse y tomar las pastillas de cianuro. Estaba en eso cuando se le cae una de las pastillas y va va a parar bajo la cama. Misterios debajo del catre, debe haber una novela llamada así, pero en qué página y peor ahora, en qué computadora. Triste y miserable vida que te arrebata lo que crees es tuyo. Miró con cuidado y ahí la vio, al fondo, junto  a una extraña caja de madera que tenía inscrito: Para cuando Internet se vaya a la mierda.


Papá lo había previsto, concluyó el hombre, en la caja habían nada más que libros, hojas en blanco, bolígrafos y cancioneros. Todo lo que necesitaba el hombre para reconstruir el sentido de su vida y su mundo. 

Y ahora que el disco Maza de Lethal ha llegado a su fin, podemos afirmar con seguridad que los argentinos no pasan del Warriors, el resto es mierda con buena letra.

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