sábado, 15 de febrero de 2014

RIGE LA IMPACIENCIA

Lo cierto del juego vicioso constó entonces que se cambiaba venganza por decadencia autodegenerativa. Y justo o no, llevándose a cabo se equiparaba la ansiedad y rabia de ambos. No habría entonces motivo alguno para reclamo de ninguna índole. Pero el silencio acaparaba todo, insoportable más allá de la imaginación inmediata. Por eso preguntarían, cualquiera de los dos, no interesa el orden; y enseguida la guerra de increpaciones, y con ellas la furia y rabia nuevas, hasta el fondo donde la duda era todo, y si es que hubiera una que otra verdad firme desde su afirmación, no importaría, pues ya estarían echadas las cartas, a la fecha, dos años después y quinientas situaciones como ésta. 

Sin embargo, faltaba para todo eso, más de doce horas que pudieran ser ninguna, en el caso extremo de ya saben, un automóvil o bala perdida; pero el punto no es ése, sino que suponiendo que la distancia entre el evento mencionado al inicio y ahora, la espera sería sumamente tortuosa; más incluso que la misma agonía en conjunto; desde la venganza hasta la abulia de los dos. 

Es cuando la propuesta creativa se torna peligrosa y en simultáneo, insignificante; ya que todo giraría en torno a imaginar y tratar de sublimar todo eso mediante la escritura. Las posibilidades de acción solventadas con un casi inaudible Confía en mí, eran varias, y aún registrándolas a todas, no alcanzaría la paciencia para redundar imperecedero, necio y torpe. 

Por eso mejor considerará no esperar resignado, sino totalmente alerta y presto a darle el encuentro. Y si con todo esto no hacía otra cosa que de todos modos esperar hasta lo predicho durante la hostilidad de palabras; entonces sí tendría una gran excusa y motivo, para finiquitar, o como decía el buen Dante, marido de La Deddy, muy estimada tía del que transcribirá esta charla al papel, darle CACUTI al asunto.

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