miércoles, 15 de enero de 2014

DÍAS SIN NOCHES, NOCHES SIN DÍAS


Sobre la Intención de Morel


Yo que trato de hacerme dentro del caos una entidad libre de cualquier orden, preocupado paradójicamente por infundirme un título y una secuencia coherente a mi designio impuesto a fuerza de ligeros sobresaltos de ideas, de ocurrencias; pecando de incoherente conmigo mismo; cierto día decidí saber qué había tras los gestos de mi proceder, de mi ánimo. Escribir libre de miradas, como las imágenes liberadas por la máquina de Morel, palabras sueltas al universo etéreo, ideas difusas y claras para la oscuridad. En días como éstos que nunca llegarían a las costas de la noche y viceversa.

Me asola la inquietud sobre el presupuesto tardío de idear un modo de dotarle de forma o por lo menos de fondo a las ideas que desearía y podría escribir; entramados y situaciones que circulan como sangre en mi mente. Escribiendo mentalmente, eximido del acto en sí, inmaterializado de grafos y secuencias coherentes y cohesionadas; solo con la remota alusión a un modo especial de composición e inventiva. Tratados extensos de seres y circunstancias en las que confluyen el amor, los viajes, la muerte y esas cosas vanas de la condición humana respecto de su existencia. Para consolar el espíritu de alguien entregado al denodado esfuerzo por mantenerse a flote, sin sufrimientos ni sobrecogimientos. Mientras espera la subida de la marea del desánimo y el tedio. Palabras harto descritas durante tanto tiempo que solo denotan una cosa: círculos arremolinados, tormentas obtusas de comprensión y sentido. Tienes un lápiz en el centro de tu cerebro y qué haces, escribes claro, eso y punto.

La medición de la resistencia orgánica llegada a su fin, desligada de noción alguna sobre longitud en el espacio y tiempo. Si viera lo que ideo, o tan solo asomase a cierto grado de percepción al respecto, sé que dejaría a la desesperación y futilidad plagarme de parálisis. No estoy siendo objetivo lo sé, la subjetividad embarga mi condición en movimientos sucedáneos a mi proceder, demostrando tantas evidencias que conducen a una sola: se está escribiendo sin mí, a pesar de mí y libre de mi capacidad de control.

Quizá la máquina ideada por Adolfo sea una alusión de esto, un modo artificial de perpetuar la creación remitida a su obsolencia circular y eterna. Un punto desde el cual es posible aunque remotamente pensar en la no muerte sin vida, sin testigos. Soledad universal en la tundra de la existencia. Eso es darse cuenta, tener noción de algo, casi nada pero algo, consciente de la insuficiencia, la insatisfacción y el desmérito como alicientes de continuidad. Grabarse una y otra vez en escenas libres, intencionales pero libres del tino o el acierto. Grabarse en la arena cerca de violentas olas que arremeten apasionadas contra el registro, así por siempre hasta el relevo y la suspensión de la comprensión.




No hay comentarios: