martes, 5 de noviembre de 2013

PASEO rigor mortis


Qué otra cosa prueba el hecho de andar colina abajo, atravesando las primeras casas, bancos y centros comerciales, rumbo al puerto Menin, y una vez allí esperar suba la marea para desde el entablado soltar las piernas hasta sumergirlas en la espuma blanca y violenta y esperar se refresquen porque desde anoche que te arden como si hubieras caminado sobre magma. Qué otra cosa puede ser sino la inquietud removiendo cada centímetro de células necesarias para salir sin más porqués hacia el agujero de Tom, a quien por casualidad viste en la víspera; y una vez dentro qué más puede implicar el hecho de tenderle la mano y como saludándolo decirle a qué fuiste. Nada, no prueba nada, pues el sujeto que ayer o el mes pasado vino, yace muerto en el baño que da a tu habitación, antes en el sofá donde ahora recuestas tu nervioso cuerpo. Ahora eres otro, claro, él y tú lo saben por eso apuran las palabras, obvian ciertos modos y solo respiran concentrados en seguir el ritmo habitual; aunque claro, ya no sean las palabras las correctas o los gestos peor. 
Tienes la cabeza introducida en la vasija de su madre, buscando las cerillas que él te indica deberían estar, y tus brazos, algo retorcidos para atrás solo logran apoyarse en el borde de la mesa mientras tu cabeza perdida en el agujero. Pero nada de esto importa verdad, ¿relatarlo? ¿describirlo?, para qué, el propósito sabes cuál es en realidad, darle una forma al caos que sucediéndose en tu imaginario, tratas de interpretar para comprender mejor, qué sucede contigo, o conmigo. Ya no puedes sonreír y pensar que estabas mejor horas antes, sentado como cada mañana, bajo el roble del abuelo, leyendo o hurgándote la nariz, o hasta tratando de arrancarle melodías al viejo cacharro que es tu guitarra; no puedes pero tratas mientras Tom toma tu brazo, hace lo suyo, y tú coges lo tuyo y le haces to suyo. Tal vez estén acabados, eso ya no es discutible, nadie cree en ti ni en él, esta vez lograron acopiar los trastos necesarios para dar con el monto adecuado y dándole de clavos a las tablas sobre las puertas por dentro, no salir las próximas dos semanas, es cuanto puedes planificar. Entonces que nadie diga nada por el Junkie Dreams  o el Atravesando todo límite cuando suenen más allá de lo tolerable, ¿ok?, ¿nadie?
Hasta entonces buen Franz, llama si sobrevives, sino por favor ten la delicadeza de prever que cubran tu hediondo cadáver con los Buen Salvaje que le obsequio a Tom para facilitarle obtenga una guía de lecturas.

Hay gente, gente extraña, invidente, que puede viajar en el mismo bus con un hombre muerto, te dices, y lo escribes. El cadáver los observa con sus ojos secos, imperturbable, algo sarcástico por cómo se mueven los ojos de los vivos, qué dicen sus bocas y hacen sus pies ridículamente enfundados en zapatos de cuero negro, sin lengüetas sobresalidas ni agujetas blancas. Sonríendo con su mueca rigor mortis, tomando un brazo que tiene al lado y asustándole: Buenos días, yo voy al sur, ¿y usted?

Ni modo, ves a toda la manada subiendo y bajando y tú siempre arriba, sin destino, sin paga, sin honor al mérito. Intentas pensar en la luz verde que serás cuando llegues, si es que lo haces, pero están tus huesos doliéndote, tu cabeza implosionando, desinflándose como una naranja aplastada por puños de acero; y no puedes contener la risa. Qué gracioso todo esto, tu pasado remoto y más ridículo que los zapatos aquellos, tu funcionalidad caduca, tus honores hechos mierda, tu respetabilidad y reputación por el inodoro, tu cuerpo enfermo y decadente...¿romántico verdad?

Y ves árboles sin ramas, suelo agrietado, montañas de arena; tus pies en medio, atravesando el infierno, hambriento, sediendo, polvoriento, sobretodo eso, polvoriento, y cada vez más, sepultado, enterrado vivo, arañando piedras y brazos, estás, ya no estás, duele, dolía, ya nada, oscuro, muy oscuro...

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