Por alguna extraviada razón los renuentes sueños sobre la madre muerta, ratas peludas blancas y violetas y rocas tóxicas envueltas en parafina y papel de liar, conducen mi ánimo al mismo punto en el que me cago de melancolía, esa maldita enfermedad tediosa y avasalladora con la que ya no puedo luchar y a la que le daré la soga y cabra de toda esta comedia. Si ahora me dispongo a partir otra vez, dos cosas, estoy jugando a los viajecitos y soltando las últimas amarras de mi barco en esta orilla. Maldito el pesar por no tener asegurados mis días a cierta cantidad de cobre que me permita entre otras cosas irme arrojando el sombrero por la borda mientras beba el trago de mi copa con la calma del cielo azul y el verdor del bosque que a lo lejos alcanzo a ver en la OTRA ORILLA.
En un momento tan crucial como éste, donde ya no me quedan ni la tolerancia ciega del amor enfriado, ni los medios con los que valerme para determinar mi próxima parada, ni la energía para seguir en pie intentándolo, lo que haré será retomar a Reinaldo Arenas y su Mundo alucinante, hasta retorcerme de hambre y sueño en las banquetas de la biblioteca, saliendo a fumar de rato en rato con los centavos que casi se extinguen en mis bolsillos. Después volver donde ya no me quieren porque no hay otra, o tal vez sí?
Llamar, caminar, abordar, implorar, cerrar ojos, ver el mundo desde una ventana, imponentes dolmens y vehículos varios corriendo desesperados en este laberinto de ratas.
Hacia la biblioteca entonces... 1PM.....VOY.
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