jueves, 21 de noviembre de 2013

El arte de la renuncia


Detienes tu quehacer, sueltas lo que tengas en la mano y mueves tu cuerpo, caminas impasible, frente en alto, te acercas a la salida y le dices al de seguridad, no sé tú man, pero yo me largo, esto no es para mí, en realidad nada parece serlo, así que adiós. Y te largas. Afuera todo sigue igual.
Te invade una sensación de poder, de triunfo, qué has ganado, nada, pero has renunciado, eso es lo que cuenta. Recuerdas episodios similares en los que debías volver al centro de labor digamos que dentro de dos minutos, y desviabas tu ruta hacia el puente o el parque o simplemente a seguir caminando sin ningún propósito. Renunciado a todo, claro que sí; después todo es igual, todo permanece, menos tú, tú renuncias y deshaces de todo, nada puede retenerte, eres libre y salvo las putas necesidades vitales que hay que satisfacer cueste lo que cueste, porque no quieres morir, todo bien, el resto puede no estar, ser prescindido, ser nada. 

Lees, escribes, tocas guitarra, pero sobretodo te empeñas en consumir lo que sea para mantenerte fuera de tu lucidez, la cual es lo mejor que puedes anhelar y querer, ya que no hay como andar lúcido y liberado de interferencias mentales, pero no, a ti te gusta estar mareado, fuera de ti, alterado, no por odiarte, antes creías eso, ahora sabes que no es así, es tu vocación la que se juega la vida y los méritos con cada borrachera o pasada de vueltas, aun cuando por momentos llegues a pensar que está mal, a juzgar por el deterioro físico. De modo que te recuperas y sigues adelante con tu vida decadente respecto del rebaño, pero feliz y realizada respecto de tus ideales.

En tus travesías ves rostros, cuerpos enfundados en su grotesco conformismo consigo mismos, es decir, con el fruto de su esfuerzo en el trabajo y la familia y la sociedad. Y te cagas de risa, enajenas tu mente, no puedes ser todo así, claro que no, mírate, llevas años siendo distinto y sigues en pie, sano y salvo, tal vez solo pero bien. Por eso marchas imperturbable, siempre hacia adelante, aunque retrocediendo pero adelante, limpio de imperfecciones y reductos de lo imposible, como adaptarte, funcionar para esta máquina. Es cuando a veces alcanzas a leer cosas como: El interno perdió su libertad más no su dignidad, refiriéndose a un reo; y te preguntas si eso tiene sentido, cuál dignidad, en tu caso, tú perdiste la dignidad pero no la libertad, qué es la dignidad sino otro invento burdo de la moralidad contextual, a ti te llega al pincho ser digno de o que alguien sea o no digno, tú eres libre de, eso es, libre para o por, de manera que la dignidad se te hace ajena. Dicen que es aquello que te hace merecedor de respeto, pero entonces te preguntas, acaso no somos dignos como sociedad para merecer el tipo de mierda que nos bombardean con la televisión, quién se pone a pensar en eso; acaso no somos dignos para merecer el tipo de educación y oportunidades que tenemos en estos tiempos?. Tú ansias una guerra porque sabes que solo entonces sería importante la vida, la dignidad y todo eso, pero ahora no, a quién le importa la dignidad del otro, por ejemplo tú que te curtes, te cultivas y haces respecto del arte y la cultura, quién respeta eso, nadie, y tu dignidad, quién la destruyó? Claro!, tú mismo, tu libertad desaforada borró todo resquicio de dignidad o valor intrínseco que pudieras haber tenido por derecho civil, desobedeciste todas las normas, no te puedes quejar, pero tampoco remorder, has roto todo lo que se ha romper, congratulate, de todos modos la música y el arte siempre estarán ahí, mientras vivas, así que solo tienes que mantenerte vivo y rebosante, alegre y consecuente. Así que a seguir volando y corriendo a más de quinientos, que la meta no existe, pero sí la emoción de estar adelante, siempre arriba, hasta fundirte con las estrellas.

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