Llevaba durmiendo unas tres horas cuando estalló el alarido imparable. Saltamos de nuestras camas, o bueno eso pienso que hizo también mi hermano, lo cierto es que nos reunimos en la habitación de mamá tan pronto como oímos su cuerpo caer de la cama al piso entablado.
El segundo piso no fue nunca un lugar donde pudiera yo estar tranquilo, siempre la inquietud por los recovecos que no alcanzaba a ver cada que oía una especie de susurros o de aleteos. Mamá y querer tener siempre a primera vista el basto prado que proyectábase montaña arriba, sobre las colinas que a veces desaparecían en lo alto del cielo casi siempre inclinado a vaciarse de lluvia y rayos y voces ensordecedoras de gigantes que pienso yo, tienen a su disposición insectos que a ser liberados de sus cajas de fósforos ( gigantes), descienden a las casas del pueblo y joden la vida de la gente de esta forma. A Tomás, mi hermano, le tengo hecha la promesa absoluta de dar como sea con alguno de ellos y averiguar cómo darle final a esa plaga.
Estaba empecinada en hacerse pedazos la cabeza. Mamita le dije sosteniendo sus manos y pies mientras Ronald trataba de darle de beber un poco de agua.
Así empezó para Ronny, o Ronald, el trajín a su calvario y de ahí al inframundo de la esquizofrenia asentada cruelmente en la persona de su madre. Seguimos caminando. Trabajar no es algo que yo haga de buena gana, y no porque no lo considere importante, todo lo contrario, sino que aguantar la mierda de explotación o del tedio y resignación me llega al pincho. ¿Y? Nada, así será no, a seguirle dando. Te equivocas buen Ronny, no tienes que aguantar ni mierda, ni no te gusta lo dices y se acabó, nadie tiene porqué explotarte, menos en estos tiempos, hay que rebelarse. ¿Pero y luego qué comemos? Ya se ve luego, la providencia. O el magnetismo tóxico, no lo sé amigo, a mí me llega al pincho todo pero me aguanto y sigo. Yo no, en fin, y cómo está ahora tu madre? Bien, duerme todo el día, a veces sale a pasear al patio a ver las flores largo rato y después arrancarlas y hacerlas añicos en el piso. Está bien, mejor quiero decir. ¿Y la tuya? Ah bueno, ésa es otra historia...
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