Mordazado por la desidia, detuve la marcha y opté por el borde del camino para descansar. Pensando en lo que sería de mí cuando las cosas se reviertan, es decir, ser olvidado por quienes se supone tienen que asistirme. Banalidad del momento, que mejor desvío por el lado de mis pasiones. Se trata de Reinaldo Arenas, escritor de quien recién recibo noticias, y pues lo mismo que con Felisberto Hernández, deslumbre total. Lo conocí a través del film "Antes que anochezca" y me pareció que a este señor tengo que exhumarlo y apreciarlo de cerquita.
Otra vez a mi mente la imagen donde mi madre, apoyada en los casi putrefactos hombros de mi abuela, gime lenta y pausada a causa del súbito dolor que con más frecuencia se le incrusta a los meses de arribada a su pueblo natal. No sabe cuánto le queda, pero es fácil de ver, a juzgar por su aspecto y quejidos, que tal vez fuera el alba siguiente quien traiga consigo su ausencia definitiva.
Por eso su madre, mi abuela, no sabe qué hacer con semejante y monstruosa impotencia ante la idea de perder en horas a su última hija, en quien depositó su más grande y puro amor, imaginándola cuando niña, potente y vigorosa señora a esta su edad; pero a pesar de todo la resignación que desde la partida de su marido, mi abuelo, le enseñó a ser fuerte, a tolerar la ley de la vida, la muerte, le reconfortaba infundiéndole suaves pensamientos acerca de lo que habría de hacer una vez sucedido el fúnebre evento; como la comida que prepararía, o la gente que acudiría, y así, el resto de detalles que conlleva una mortal partida. De esta forma y sacando fuerza de huesos, continuando cuesta arriba, hacia la casa, testigo de sus inicios, de sus finales.
Y vuelvo a Reinaldo y su reino de literatura compuesta por muchas novelas geniales y puramente del alma artístico, salud Reinaldo!, A tu memoria!
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