domingo, 26 de febrero de 2012

Sobre Reinaldo Arenas



Mordazado por la desidia, detuve la marcha y opté por el borde del camino para descansar. Pensando en lo que sería de mí cuando las cosas se reviertan, es decir, ser olvidado por quienes se supone tienen que asistirme. Banalidad del momento, que mejor desvío por el lado de mis pasiones. Se trata de Reinaldo Arenas, escritor de quien recién recibo noticias, y pues lo mismo que con Felisberto Hernández, deslumbre total. Lo conocí a través del film "Antes que anochezca" y me pareció que a este señor tengo que exhumarlo y apreciarlo de cerquita.


Otra vez a mi mente la imagen donde mi madre, apoyada en los casi putrefactos hombros de mi abuela, gime lenta y pausada a causa del súbito dolor que con más frecuencia se le incrusta a los meses de arribada a su pueblo natal. No sabe cuánto le queda, pero es fácil de ver, a juzgar por su aspecto y quejidos, que tal vez fuera el alba siguiente quien traiga consigo su ausencia definitiva.


Por eso su madre, mi abuela, no sabe qué hacer con semejante y monstruosa impotencia ante la idea de perder en horas a su última hija, en quien depositó su más grande y puro amor, imaginándola cuando niña, potente y vigorosa señora a esta su edad; pero a pesar de todo la resignación que desde la partida de su marido, mi abuelo, le enseñó a ser fuerte, a tolerar la ley de la vida, la muerte, le reconfortaba infundiéndole suaves pensamientos acerca de lo que habría de hacer una vez sucedido el fúnebre evento; como la comida que prepararía, o la gente que acudiría, y así, el resto de detalles que conlleva una mortal partida. De esta forma y sacando fuerza de huesos, continuando cuesta arriba, hacia la casa, testigo de sus inicios, de sus finales.


Y vuelvo a Reinaldo y su reino de literatura compuesta por muchas novelas geniales y puramente del alma artístico, salud Reinaldo!, A tu memoria!




domingo, 19 de febrero de 2012

PARLA

    • Imagino que no perdiste la apuesta.

    • Si, gané, pero decidí perder el último tramo. Escribí un cuento sobre alguien con su vida a la par de una de las pinturas (La pesadilla), peor en realidad no soy muy seguidor que digamos de él, en cambio como te decía, de Dalí me considero parte de su universo, a veces me veo a mí mismo con el rostro derretido y los ojos flotando en mi líquido, sobre la arena caliente, mientras observo con detenimiento el paralizado transcurrir del tiempo en esos

      blandísimos, y huelga decirlo, comodísimos relojes.


      Te dejaste vencer entonces, vaya hombrecito resultaste.


      Quizá sí, o tal vez no, ya no interesa, te das cuenta del cielo despejado, libre de asperezas y grises molestias, luego recapacitas en tus acciones, te das cuenta de cuán grande podrías ser, si no fueras tú, o ellos, y entonces, detestas a todos los que te rodean, y la suerte te sienta insípida, estúpida y decides marchar, sales, caminas, viajas, duermes, despiertas y decides volver, volver a ver los mismos rostros, oír las mismas palabras y depositarte como Drácula en el mismo sarcófago, y ves que todo es absurdo, que todo tiene que serlo para seguir manteniéndote vivo, y pues, también pierdes apuestas.

      Bueno, precisamente decidiste apostar por salir de esa ciclomanía recuerdas?, no era para demostrar nada, solo para alterar las rondas y rondas que das todo el tiempo allá abajo.


      Arriba, quiero decir que técnicamente estoy sobre ti. Sí, perdí, pero no por volver a beber, sino por no habiendo bebido volver a sentir todo la embriaguez del mundo, y eso sí que es grave puesto que estoy anulando las funciones universales de las cosas, de seguir así, pronto te escribiré sin palabras, ni imágenes, quizá con sordas palpitaciones o tiernos silencios. Te extraño tanto querida.


      Lo sé pequeño, yo también a ti, pero dale, sigamos adelante, quién sabe qué nos depare el libre fluir de la existencia si no nos complicamos en hacérnosla difícil, resiste, por favor resiste...



jueves, 9 de febrero de 2012

Los amigos árboles


"El árbol pasea con nosotros repitiéndose a largos pasos.

Se repite en una avenida indicándonos el camino;

después todos se juntan a lo lejos y se asoman para vernos;

y a medida que nos acercamos se separan y nos dejan pasar.


Sin embargo, cuando es la noche en el bosque,

los árboles nos asaltan por todas partes;

algunos se inclinan como para dar un paso y echársenos encima;

y todavía nos interrumpen el camino

y nos asustan abriendo y cerrando las ramas."


Felisberto Hernández


"Ya hubiera querido escribir un cuento así..."


Julio Cortázar