miércoles, 25 de enero de 2012

REFLEXIÓN 03

Con cuánta facilidad puede uno quebrar su voluntad, es casi ficticio, pero absolutamente real; de pronto barajas las perfectas excusas par evadirte, en el caso de que aun puedas discernir al respecto, porque en otras circunstancias, la cosa fluye simplemente, hasta el término de todo.




Durante el tiempo de conmoción pura, se torna tan simple, falaz e inútil la vida que da igual comer o no, incluso cuando al rato, se torne voraz esa sensación, hablar o no, cumplir o no, y entonces por el excusado, toda la hirviente y negra consistencia de tu papel en la sociedad, drena imparable, hasta el último residuo.




Sin embargo, transcurren los minutos, las particulas se reúnen, la niebla se desvanece, los pensamientos vuelven a fluir, aunque como siempre tortuosos, habituales, fáciles de sobrellevar, el aire se vuleve menos espeso y los huesos vuelven a su lugar. Todo normal otra vez. Aburrido. Detestable. Insoportable.




Ahora, ¿se trata de retarse y demostrarse a uno mismo actitudes irrelevantes? Parece que sí, pues ni bien el bichito se cuela por la mente, es seguro en un noventainueve por ciento, que todo se concretará, muy a pesar de todo, con todas las implicancias. qué importa si el mundo estallará con todos en unos tres, dos, un segundo. Nada importa.






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