Emvilecido, cautivo del miedo autoinfringido, brincando sobre charcas multiformes que nubes negras esculpieron, percibe a lo lejos furiosos ladridos de perros. No se altera, por el contrario, camina con más ahínco, pensando en que tal vez ya atravesó el pueblo entero, evadiendo a los odiosos canes y sus bullicio, o que no existen ni uno ni lo otro. Pero la idea era tan osada como la suma de todas las eternidades, de modo que atina pensar en otra cosa más gratay viable, como por ejemplo la visita reciente al amigo de la amiga del primo, quien en un gesto de desinteresada amabilidad y desprendimiento le obsequió sus escritos y algunos bocetos de retratos horas antes, y de los cuales pudo concluir que se podía ser peor, en el aspecto artístico estrictamente claro está.
No habiéndose percatado de lo rápido que suelen ser algunas especies de perro, observa en un microsegundo a un par de canínos filosos desgarrando la tela del jean y penetrando hasta el muslo, hundiéndose luego y de inmediato, hasta perforarlo y dejarlo manando sangre a borbotones a través de un agujero del diámetro de una bala 32.
El autor, un pequeñin furiosísimo que quizá habiendo olido y sentido el fétido aroma del alma negra y ponzoñosa del transeúnte, o tan solo sus chamuscados dedos y labios, se le avalanzó sin contemplaciones. Ahora, su dueño, sosteniéndolo de las caderas y a veinte centímetros del piso, justifica el accionar del animal, aduciendo lo manso que solía ser junto con algunos microdatos sobre su crianza y alimentación, que difícilmente contribuirían a hacerle accionar de esa forma, a menos que..., se detiene un poco para decir, A menos que haya sentido en usted una verdadera amenaza, usted sabe, los perros tienen la capacidad de sentir cosas que nosostros no, ¿entiende lo que le digo verdad?
Inquiere al dueño, pero decide proseguir, total, nada conseguiría quedándose, y aunque la cantidad de sangre ya empapa sus talones, les da una mirada final llena de odio y desprecio y dando media vuelta se marcha.
Así, mucha gente de distinta índole, cae abatida por la rabia, pues aunque nos cueste aceptarlo, algunos precieren seguir adelante con el virus en la sangre, ya sea esta o cualquier otra.
Y no será que sabiéndolo, mueren voluntariamente....
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