Vamos logrando parecernos,
si te fijas hasta tengo tus labios y la forma en que caen tus ojos al final de
sus comisuras. No me digas que son tonterías, solo toca mi nariz, recórrela con
tus largos dedos que ahora también yo tengo. Ves que no son tonterías. Oye y si
no lo notaste siento palpitar mi corazón en afinidad con el tuyo; a eso cómo le
llamas. Sincronía eso es, sintonía también claro. Estamos perfectamente de
acuerdo entonces; adelante, llama a esa puerta, no, mejor a esta otra, la de madera.
Nos oirán te lo aseguro, y cuando salgan a ver tú tienes que estar de lado,
bajo la sombra del abedul, mientras yo con mi gran sonrisa espero darle las
buenas noches a la persona que dignamente nos abra las puertas; entonces cuando
diga hola tú sales y listo, le pones.
Su rostro hermano,
viste cómo fue mudando de la sorpresa al miedo y luego al pánico en menos de
dos segundos. Y yo bajo esas odiosas hojas viéndote paralizar el tuyo, o sea tu
rostro, a ver dime por qué, no habíamos quedado en que le darías las buenas
noches y nada más cuando te acercaras un poco sería mi turno para desde este
lado donde estaba salir raudo y aplicar el factor sorpresa y la llave al cuello
o las piernas a mis brazos, tumbarla y en piso lo primero sellar su boca y
orejas con estos adhesivos. ¿Eh?, es que no me escuchas o qué, no entendiste
nada; te quedas ahí viéndola, sin decir nada, ni hola, con las manos y el resto
del cuerpo tan rígidos que hasta parecías de mármol. Y lo peor, volteas y me
miras como pidiendo ayuda.
Qué podía hacer, no
tenía de otra, pasar como si no supiera de quién te tratabas o lo que
pretendías hacer. Buenas noches te dije guiñándote, y tú todo estupefacto,
dibujando en tu cara ahogada en el sudor de la confusión, buenas noches… Señora
cómo está, ¿todo bien? ¿Ves?, ahora sí preguntas cómo es que se me ocurrió
actuar de tal forma; no hubo un cómo, pero sí un por qué, y eso es tan simple
como la respuesta al por qué te quedaste mudo y paralizado: improvisar querido
amigo. Pasé de largo, doblé la esquina, detuve la marcha, traté de oír lo que
seguiría en tu situación, pero nada, solo un: perdone, creo haberme confundido
de dirección, disculpe usted señora linda. Y ella: no, espere, de qué se trata
todo esto, primero alguien llama a mi puerta a las dos de la madrugada, acudo a
su llamado y se queda mirándome sudando y tan quieto que hasta pensé: este
sujeto es de piedra o qué; y enseguida sale de entre las hojas de ese odioso
árbol que no hay cuándo derriben por ser nido de ratas, incluso humanas, otro
sujeto más parecido a usted que a cualquier otro, y saludándome pasa de largo,
no olvido el guiño, no señor, cómo dejar de ver hasta el mínimo detalle de todo
lo que pasa. Y es que a mí no me van a sorprender con llamaditas a la puerta a
estas horas con propósitos desconocidos pero muy sospechosos. ¿No serán ustedes
dos ladrones verdad?
A mí no me diga nada
señora, ni una sola palabra, quién se ha creído que es usted para mandar
detenernos. O sea que ahora nadie puede llamar a la puerta de alguien sin ser
otra cosa que ladrones, y aunque la hora fuera esa o cualquier otra no tiene en
absoluto ninguna importancia, el hecho es que usted nos está difamando y no se
lo vamos a permitir, de ninguna manera me oyó. Qué va ser, no tenemos miedo de
nada, si quiere que siga con su denuncia, lo que es nosotros seguimos con
nuestra versión. A este señor no le
conozco antes de haberlo visto aquella madrugada llamando a la puerta de la
señora ésa, y si mi error fue saludarlo
con ínfulas de ser conocido suyo, pues me retracto, yo no sé nada de estas dos
personas ni de ninguna de sus mañas. Quiero llamar a mi abogado.
No me hago, yo no te
conozco, por favor, ni sé cómo te llamas. ¿Nuestro parecido?, qué sé yo,
coincidencias genéticas o el simple azar, quién sabe. Por ejemplo mi abuela una
vez mientras esperaba a mi abuelo en la estación de trenes, vio venir a un
hombre bastante parecido a un hermano que ella había perdido unos años antes.
Éste al llegar donde ella le dijo: Hola Olga, como si la conociera. ¿Olga? dijo
ella, tratando de confundir al señor, pues efectivamente ése era su nombre,
pero pues jamás en toda su vida había visto al señor ése. Usted se está
confundiendo, fue cuanto le dijo, yo no le conozco a usted. Cómo que no, le
respondió aquél, si crecimos juntos en casa de Dadá, el tío que ambos
compartían, según él. Dadá en realidad había sido un antepasado que aseguran
murió de un infarto mientras castraba a un cerdo; más información no había en
su memoria. Quizá habían muchos Dadás en las historias familiares de la gente,
lo cierto es que la abuela decidió oír la historia del desconocido acerca de la
vinculación que los unía. Te acuerdas de esto y del otro, y conoces a este o al
otro, fue diciendo el hombre mientras la abuela cada vez más sorprendida
asentía preocupada; quién era este hombre que parecía inclusive saber más de su
historia familiar que ella misma. Pero entonces tú eres… Rodolfo, querida
Justina, Rodolfo, hijo de Amilcar y nieto de Dadá, abuelo tuyo por parte de
madre. Pero vayamos al asunto, la abuela nunca en su vida conoció a ningún Rodolfo, es más, Dadá era un primo suyo y no
su abuelo como afirmaba el desconocido, por lo demás cada detalle en la
historia era tal y como lo refirió él. Qué piensa usted de todo esto a ver,
ninguna broma señores, ninguna. Son cosas que pasaron y nos la perdimos o
perdidos recuerdos que pasaron por toda la experiencia de todos menos por la de
uno, en este caso, la mía. No te conozco, no eres mi nada, punto.
Una noche de locos te
digo, desde que llegó la señora Gálvez con esos dos sujetos, no pararon de
contar estupideces, que te conozco que no, que tú eres, eras, lo que hacías no
hacías, pensabas o decías, etc. Me limité a garabatear en mi cuaderno círculos
concéntricos alrededor de un haz de luz que imaginé color de los cabellos de
Irma, la de Homicidios, y es que esa tía me tiene loco con sus tacos y manera
de andar de lado a lado… Pero bueno, anoté cuanto pude y al final les dije que
todo era producto de una confusión, y que si alguna de las partes estaba
dispuesta a seguir con ese caso más confuso que un dibujo de Zurn, pues que lo
hiciera pero mañana, puesto que a esas horas ninguna instancia mayor atendería
a nadie. Se marchó la Gálvez, jurando y perjurando que hundiría a los supuestos
ladrones que no robaron más que nuestro tiempo en conjunto con ella, pues había
en el norte de la ciudad una amenaza de bomba que atender, pero que por darles
mayor crédito a esos tres, tuvimos que derivar a la comisaría de Norbe, donde
curiosamente está mi archienemigo, el general Bolder; ¿cosas que pasan no? Los
dejamos libres ni bien se hubo ido la señora, les dijimos que si se conocían o
no, nos daba igual, pero que no volvieran a estar llamando a la puerta de nadie
de la forma en que lo hicieron. Ellos siguieron insistiendo en no conocerse,
aunque claro, los rasgos indiquen lo contrario, y bueno, a mí también me pasó
algo así en el carro la otra vez; un niño que veo a través del vidrio manejar
su bicicleta y que por alguna razón recaba en mi mirada y la sostiene hasta que
lo pierdo de vista. Un niño más que parecido a mi hijo el finado, un niño que
me arrancó más lágrimas que el original, pues él sí podía andar, manejar
bicicleta y esas cosas que los niños sanos hacen; en cambio el mío que espero goce
ahora de la gracia de Dios, confinado a esa horrible silla de donde nunca
podría salir por la polio, por la maldición, por nuestros genes atrofiados,
quién sabe…
Simultánea coexistencia
de distintas dimensiones en una sola realidad, de eso te hablo, qué opinas.
Vamos no seas reticente, si somos la viva imagen de nuestra madre, ya sé que tú
la conociste, pero te digo que así es, no pretendo ser hermano tuyo, solo que
quizá podamos establecer cierta vinculación entre nuestras realidades
disímiles. La mía esta todavía viva, si quieres te la presento para que juzgues
por ti mismo.
Hola mamá, éste es
Mario, ¿qué te parece? Hola, oye pero si es igualito a tu tío Fulgencio.
¿Fulgencio?, quién es él. ¿No te conté acaso?, ¿supongo que no verdad?, un tío
que tuvimos cuando era todavía una niñita de diez años, un tío que una vez
vimos en casa de tu abuelo, un hijo llegado recién o recién conocido o algo
así, que por cierto nunca más vimos. ¿Debes ser hijo suyo no? Señora, usted me
está confundiendo, te lo dije amigo, todo esto es una tontería, yo me largo,
están todos ustedes locos…
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