viernes, 30 de marzo de 2012

Amor a la muerte (De "Muerte, no seas mujer")

"...Nada más que la noche, amor mío, y yo en ella, infiniamente grande para mí, tan espléndida para bendecirla o cantar yo solo su fastuosa belleza, en viento encima y la tierra debajo y la oscuridad en todas partes. La relativa luz de las estrellas agregando otro enigma a su insondable misterio, los soles negros y el canto de la rana en la piedra del lago con sus ojazos desmesuradamente abiertos al terror.

De pronto tengo la sensación angustiosa de que estoy perdido entre estás presencias fantásticas, los bastos territorios del cielo, el negro silencio nocturno, la rara melodía del grillo, el ganso en su aullido, el solemne reposo de todo lo viviente... Y miedo de mi vida algo fugitiva entre estas cosas menos importantes que yo., pero más imperecederas.

Entonces todo me parece absurdo, efímero, acosado por la muerte, y corro para despertarte y gozar en ti el minuto de vida que me queda, sentir el goce de tu piel, bañarte con el sudor del verano, sofocar el silencio y la quietud, y decirte que TODA ILUSIÓN DE MAÑANA ES ESTE INSTANTE EN TUS BRAZOS A LA ORILLA DE LA DICHA..."

Gonzalo Arango

martes, 13 de marzo de 2012

Muerte, ¡maldita muerte!


A Gaetan "Gate" Bourassa le era incómodo responder a la pregunta sobre ¿cómo lo logras maniaco? cada que sentado sobre la bataka (drums) golpeaba poseso los tambores y pedaleaba sin cesar al compás de los infernales y brutales riffs del THE FINAL MASSACRE, junto a su colega Dennis "Sasquatch" Barthe, quien algo consternado, solía preguntarle también lo mismo, y pues la respuesta también siempre era la misma: "NO SÉ LO QUE HAGO TÍOS, NO TENGO TIEMPO PARA PENSAR O GOLPEAR, SOLO FLUYE INFERNAL".

Pero ahora que el exceso ha cobrado su precio, solo el plástico en el que se registró la música que fue capaz de armar y vomitar al inframundo, constata que se trataba de un dios, de esos que nacen, pululan, gritan y estallan bajo la superficie de la sociedad, genios de alcantarilla, artistas de fuego y sangre.

Su cuerpo paralizado, muerto; su mente en blanco, pálido, sin sangre; sus huesos pelados, molidos; sus baquetas intactas, aunque astilladas, intactas y compactas, testigos y aliadas de sus más grandes labores musicales...


RESPETOS AL TODO PODEROSO BATERISTA DE AGGRESSION:

Gaetan "Gate" Bourassa R.I.P.

lunes, 5 de marzo de 2012

Genes de Genio Juliecillo Geniecillo





Tengo por fin la oportunidad de gozar entre mis manos, frente a mis ojos y entre sueños de demencia y vida exacervada, una de las dos novelas del gran maestro Julio Ramón Ribeyro, "Los geniecillos Dominicales", no ahondaré snobmente en la editorial o el año de edición o cosas por el estilo, simplemente que la encuentro genial como el 99 por ciento de lo que voy asimilando de Julito, salvo aquél cuento que no termino de comprender a unos seis meses de la tercera relectura, me parece que se llama "El abominable hombre de las nieves", donde el final turba mi entendimiento y por ende el goce que suelo experimentar con cada trabajo Ribeyriano, no logro enhebrar a la historia que fui siguiendo acerca de Marcos y su amigo en busca del mítico ser, el final abrupto en el que Marcos parecería tornarse en el propio monstruo o que simplemente no existe tal ser y la cosa entonces se muestra algo sosa, inconexa.






Bueno, volviendo a lo de la novela, se trata en realidad de varios cuentos (sucesos, acciones) muy al estilo de nuestro flamante escritor peruano. Es la vida de Ludo (alter ego del autor) en el limbo de su vida a punto de convertirse en una más de la maquinaria llamada sistema, donde el color se torna gris y las limitaciones son tantas como mordazas que inoperan al sujeto, sumièndole en una vorágine de depresión y sensación de que nada de este mundo o del lugar donde se vive, tiene sentido. Uno a uno van sucediéndose los chascos, las situaciones contrarias a la espectativa del lector común. Ludo representa en síntesis cada una de los meollos desencadenantes en las historias de Ribeyro.






Por otra parte es imprescindible resaltar y agradecer el trabajo del autor en torno a reflejar la vida y contexto del Perú de los sesentas, y aunque su mirada es la de un joven de clase media baja y viniéndose a menos cada vez, por simple digamos que turno en las oscilaciones de la vida, es decir, a él y su familia les tocó la bajada, o quizá solo porque a uno de sus integrantes se le ocurrió descubrir su talento literario y explotarlo sacrificándolo todo; es gratificante ver al Perú de ese entonces, con los mismos problemas e inquietudes de su juventud, de su gente hacinándose poco a poco, de sus playas poco contaminadas y sus bares sórdidos y bulines típicos Vargasllosianos, vemos a todos desfilando a través de nuestros ojos hacia su inevitable desenlace Ribeyriano, donde no pasa nada, nada sse altera o cambia para bien, quizá para mal, pero jamás para bien.





Finalmente, la obra está plagada de interesantes técincas de narración, como por ejemplo en los diálogos, que se desenvuelven fluidos, y salvo raras ocasiones, confusos. Las figuras utilizadas son precisas y hasta transportan a parajes Realistas mágicos a la hora de pintar cada detalle de acción o composición pictórica.





Sin embargo de todo lo que voy devorando, una es la frase que me hizo sentarme a transcribirla y de paso hablar de todo esto que dije, una sola:








"Cuando se transgreden los límites del placer no queda de otra que la inminente destrucción"